jueves, 12 de julio de 2012

LOS DESMANES DEL GOBIERNO


No estoy muy seguro de la fecha de hoy, ¿es jueves o martes?, ¿es julio o es todavía el 12 de mayo? ¿Es el 2012 o todavía el 2010? No estoy totalmente seguro, todo y que el calendario, el ordenador, el reloj y el móvil me insisten en que estamos a jueves 12 de Julio del 2012, a seis días de aquello que ocurrió ¿hace mucho o poco?
Ustedes creerán que he perdido la chaveta. Tal vez tengan algo de razón, pero coincidirán conmigo que esta semana, este mes, este trimestre, este año, este trienio nos llevan no solo por el camino de la amargura, sino por ningún camino. O, si existiera y no supiéramos verlo y sin saberlo nosotros, nos lleva hacia el matadero o a un lugar asaz parecido.
También pensarán que a qué viene un tercer artículo esta semana (¿es una semana?) Una semana que, además, todavía no ha terminado. Yo también me lo pregunto. La razón, si existiera alguna, está por un lado en los medios de ayer y de hoy, en plena portada. También está en mi agitada y temerosa razón. Escribirles tal vez me rebaje la destemplanza e incremente el poco optimismo racional (gramsciano, obviamente) que me queda. Pero bueno, me dirán ustedes, esto se consigue también y con mayor eficacia con un buen lingotazo de lo que uno tenga a mano (ojo, evitando el riesgo de la lejía, procedimiento empleado para soluciones más radicales) y, así, ustedes se evitarían este coñazo. Debo reconocer que tienen también en eso toda la razón del mundo. Pero con el IVA allá donde lo ha puesto, uno tiende a calibrar con gran precisión los lingotazos y todo aquello que suponga un consumo, un gasto, una respiración. En cambio, escribir solo consume dedo y ayuda a la neurona a mantenerse en alerta máxima. Algo es algo.
Ayer, a la vista del esperpéntico espectáculo que se ofreció en el Congreso de los diputados, en donde una tribu ignorante y sedienta de sangre aplaudía todas y cada una de las medidas que el presidente federal anunciaba, con las cuales muchísimas personas caían todavía más en la desesperanza y la miseria, todo quedó más claro que nunca.
Me reafirmo en lo que llevo tiempo insistiendo, el estado español democrático permitido en la transición ha quedado agotado y sin posibilidad de rearme. La modernización, la eficiencia, la neutralidad, la economía, la justicia, la política y lo que es más importante, la relación de (como mínimo) cierta confianza entre el estado y los ciudadanos está hecha trizas y, pienso, que perdida definitivamente. Lo de ayer significa uno de los puntos culminantes de la paulatina destrucción de la vigilada democracia parida a finales de los setenta. Un parlamento aplaudiendo la rebaja del subsidio de desempleo, celebrando la reducción de la acción sindical, haciendo un festival del incremento de la presión fiscal sobre los sectores sociales que conforman la inmensa mayoría del país, no es simplemente un despiste del agitado “suporter” futbolero. Es la plasmación que hay una parte del país al que le importa un pimiento la mayoría, los trabajadores, las clases medias y que le dan caña al mono aprovechando los inconfesables objetivos del BCE, de la Alemania merkeliana y de su entorno imperial (les recuerdo que la palabra germana es Reich).
Hoy ustedes y yo nos pasaremos las horas disponibles leyendo, oyendo o viendo los comentarios, las explicaciones y las interpretaciones de las nuevas (¿) medidas de recorte del gobierno. Comprobaremos la coincidencia entre el PP y CIU, como reflexión más casera. Y, finalmente nos preguntaremos, ¿Cómo vamos a superar eso? Viendo, como vemos, en nuestro entorno, o en nosotros mismos, como los jóvenes no encuentran futuro, como los veteranos quedan al albur de algún ahorro, aquellos que conforman el mundo de las hormigas, y como muchas familias están simplemente sin nada.
Es lo que hay, nos ha dicho reiteradas veces este presidente federal (y el anterior también). Y además el país ya no es soberano. La decisión sobre el sufrimiento de una gran parte de los ciudadanos se decide fuera, en Bruselas, en Berlín, en Londres o Nueva York. Entre comisionados de la Unión y agentes de los mercados.
Si fuera cierto, que no lo es tal como lo formula don Mariano, lo más sensato, lo políticamente correcto es la dimisión, la convocatoria de elecciones para la reforma en profundidad del estado y para la elaboración del plan que permita distribuir los costes y los esfuerzos sin matar a nadie. Alguien piensa que eso no es posible, cosa que no es más que una mentira interesada. España, Catalunya, lo que ustedes quieran, tiene capacidades, riqueza y activos humanos suficientes para remontar la crisis. Solo que en la ecuación han de entrar todas las variables posibles y necesarias. Dejar los patrimonios fuera, mantener la SICAV como un dato, olvidar determinados impuestos y determinados sectores sociales, permitir la fuga de capitales, no introducir la eliminación del fraude, etc. son factores que faltan en cualquier conjunto de ecuaciones que pretenda honradamente y eficazmente hacer salir al país del pozo.
Tal vez incluso haya que cambiar de objetivos, un crecimiento sostenido no sea posible, pero si lo es un reparto del bienestar y de futuro aceptable para todos. Nuestro sector exportador se está portando. Incrementa sus flujos hacia el exterior, cosa que da idea que no estamos tan mal de productividad y de conocimiento si los que apuestan por empresas con inversión fuera del mundo de la especulación simple, la inmobiliaria y la financiera, tienen éxito.
El mal está en la digestión de la porquería producida por esos años de locura (de algunos, no se crean el rollo de que todos vivíamos por encima de nuestras posibilidades) entre el submundo inmobiliario y el infierno financiero. Tal vez un 10% o un 15% del PIB no era real, puesto que se basaba en productos no necesarios, invendibles, así que el fraude del incremento del valor de m2 se fundiera.
Detrás está la banca indígena, pero también, no lo olviden, la germana, la francesa y los fondos de inversión que jugaron al mismo juego. Estos están manteniendo una costosa operación para transferir todos los costes de esa locura al interior del país, y, dentro de él, a los sectores medios y bajos de la sociedad.
El dichoso incremento del IVA, la reducción del sueldo de los funcionarios, de los pensionistas, de los parados, etc. solo hará que reducir el consumo interno, ya extraordinariamente deprimido, y crear más cierres de empresas, más paro, más economía sumergida y, por ende, reducir los ingresos fiscales ye incrementar el déficit. Eso significa simplemente que hoy ya podemos prever nuevos recortes del gasto público para el primer trimestre del año próximo. Y, así, como en una rueda loca, pendiente abajo. ¿Hasta dónde?
Para terminar, de momento, una síntesis, ya no estamos solo en una crisis económica. Estamos en una crisis global, política, institucional, social, moral.
Lluís Casas en una mala semana.