Miércoles, 11
Excusarán también los lectores, aparte de lo dicho en la
entrega anterior, mi insistencia en escribirles a diario (aunque no puedo
obligarles a la lectura, si les tiento a ello), pero es que hoy, Miércoles, que
podría ser de ceniza, nos hemos topado con la realidad más cruda. Si alguien
tenía dudas sobre si el país estaba o no intervenido, después de las noticies
de hoy todo queda meridianamente claro. Sí, estamos intervenidos.
Si leen con atención y prevención (no olviden esto) lo que
nos comunica la Europa
germana a través de los medios, puesto que el gobierno federal no ha tenido a
bien explicarles a sus sufridores la cuestión, verán que aparece por primera
vez en portada ciertas cosas con las que no se jugaba: aparecen las pensiones,
tal como ayer mismo les advertía, aparece la absorción de competencias
gubernamentales económica. Al Sr. Guindos le amputan los brazos (la intención
era hacerlo con el cerebro, pero un escáner motivó el cambio) y una larga
ristra de medidas que hacen aparecer al presidente federal como un homínido
falto de las más substanciales capacidades de gobierno.
Por ello, ahora sí. Nuestro acercamiento a Grecia en
términos de país-problema es un hecho evidente, todo y que nuestra dimensión
económica, territorial y humana tal vez nos evite recibir capones diariamente
por los señores de negro. Capones, tal vez no recibiremos, pero reducción de
prestaciones sociales y de rentas del trabajo sí.
Nuestro sistema fiscal, si es que la cosa merece tal término
erudito, se acerca paulatinamente a lo que en tiempos fue el hurto real. La
combinación de este mecanismo fiscal regresivo con el recorte del reequilibrio
de rentas que suponen los sistemas de prestaciones sociales, salud, educación,
pensiones, etc. nos sitúa en un tiempo pasado y desaprovechado, a fines del
siglo dieciocho, cuando nos ahorramos sin ningún motivo racional la guillotina,
tal como la espléndida Maruja Torres nos recordó hace unos días.
Léanme atentamente, no soy en absoluto un predicador de
taberna o un aislado autónomo que contaminado por los debates radiofónicos
cambia el mundo en un tris tras, por las vías clásicas de gritar mucho,
amenazar más y afirmar con contundencia supina que si les dejaran a ellos,
verían. Después vota PP o CIU.
Soy más bien un cabreado educado, con ciertos estudios,
con una edad a la que no le conviene ya la barricada, a menos que sea más bien
fija y con aceptables asientos de preferente. Soy también una persona tendente
al perdón, a aceptar ciertas debilidades humanas, a dar segundas oportunidades,
a tolerar ciertos desbarajustes (desgavell en catalán, una palabra preciosa) en
el orden social y balompédico y un apasionado de las sombras del pino.
Con estos antecedentes y un nom de plume tan poco heroico como Lluís Casas, no me acusen de
agitador, ni de pesimista esencial. He sobrevivido más bien que mal desde que
vi la luz primera en Parapanda el año 1937, y esto es una prueba más bien
irrefutable.
Simplemente actúo como observador con algunos mecanismos
de precisión sobre lo vislumbrado. Ya no tenemos gobierno que merezca tal
nombre y lo mejor que podría pasarnos es que la “grande armée” volviera a
invadir el país. Yo intentaría que el "timbaler del Bruc"
permaneciera en casa ocioso o haciendo calceta y no se metiera en lo que no le
importa.
Mientras, muchos elementos siguen debatiendo en el plácido
frescor del Parc de la
Ciutadella , que si pacto fiscal, que si concierto, que sí,
que si no. Simple bla bla, que les aleja de lo que en realidad pasa. A muchos
de estos representantes (ojo, legítimos democráticamente), se les ha ido la
olla, como vulgarmente y con gran precisión se dice. Como en el cuento de los
galgos y los podencos sin ir más lejos, ni más simple.
¿Para cuándo una convocatoria social para presentar batalla
a los problemas y establecer un programa que una y que no hunda?
Lluís Casas, alarmante, pero qué le vamos a hacer, si las
cosas están así.
MARTES SIN TRECE: el iva que no cesa
Aprovecho que hoy es martes para presentarles mis excusas.
Apology en inglés, que es más fino
actualmente. Y se las presento como síntesis de unas cuantas (demasiadas)
chapuzas producidas por lo que podríamos llamar el paradigma del escribiente
rápido, o, más teologalmente, falta de corrección y revisión de lo escrito. Afortunadamente,
la mente digital ha previsto el sistema de corrección, que no evita chapuzas en
la transposición del razonamiento, pero que pone a salvo al lector respecto a
lo más básico, las faltas ortográficas. Todo con ciertas limitaciones, que no
me hacen avergonzar, puesto que también las encuentro en sesudas publicaciones
de eminentes editoriales. Supongo que coincidirán conmigo al respecto al albur
de su propia experiencia.
Es lo que tiene la nueva forma de comunicación, te la
chifla si falta una x o sobra una ele. De hecho tenemos un nuevo lenguaje en
manos de los jóvenes bárbaros que se envían mensajes para nosotros totalmente
crípticos (es probable que para ellos también, aunque no lo reconocerán nunca).
El asunto llega a provocar la existencia de mecanismos neuronales que velan
literalmente las chapuzas a los ojos o los dedos del escribidor. Cosa que
honradamente nunca hizo quien inventó el término. Pero así son las cosas de la
prisa y, todo hay que decirlo, del cabreo con que uno escribe a menudo hoy en
día. I am sorry, que algunas veces
decimos en Parapanda.
Sirva eso para hacer acto de contrición respecto al pasado
y para comprometerse, solo comprometerse al estilo de los confesores católicos,
para el futuro. Se hará lo que se pueda.
El introito me sirve para situarme en el caos gubernativo
que la crisis está produciendo día a día, pero que hoy llega, si no a la máxima
potencia, a limites rigurosamente depresivos. Les relataré cosas que ya saben,
pero que juntándoles crean un mundo en el que el raciocinio queda patidifuso y
alelado.
Uno, sus ministros económicos (porque míos no los
considero, no sabría qué hacer con ellos), están planteando que frente a las
dificultades para cumplir sus compromisos merkelianos y obtener, por fin,
algunas dádivas con exigencia de devolución para los pobres banqueros, van a
subir el IVA. Eso es cosa hecha, falta a día de hoy, la forma concreta que
adoptará esa amenaza, puede ser una subida general apoyada en la referencia
europea (somos los que tienen el IVA más bajo) que utilizan los que están al
timón para justificar lo que les viene en gana, haciendo maniobras para que no
se les vea el inmenso plumero en cuanto se comparan, para lo que les conviene,
con nuestro marco de referencia. Puede también, que de acuerdo con el
pensamiento mágico propio de la derecha recalcitrante, suban el IVA de los
productos básicos, de modo y manera que la redistribución de rentas que el
impuesto comporta cargue contra el consumidor que no llega a fin de mes. Puede
que sean las dos cosas, de forma que nuestra integración europea en términos de
coste fiscal indirecto se vea actualizada de golpe (y nunca mejor dicho) y
porrazo.
Lo curioso del caso es que una subida del IVA va a
contraer más el consumo interno. Verdadero eje de las dificultades de
recuperación económica y de reducción de la recaudación fiscal. De modo que
podemos encontrarnos dentro de unos meses con que el PIB se adelgaza un poco
más, el paro engorda algo y los ingresos fiscales de reducen. La síntesis es,
agárrense, un crecimiento del déficit, que era lo que querían corregir. Una
operación que cuadra con el conjunto del pensamiento de derechas.
Como comentario final, sugiero con toda la humildad del
mundo que los hacendistas gubernamentales se fijen en los sectores que no pagan
impuestos o que los pagan en proporción absolutamente inversa a sus rentas o
propiedades. Lógicamente en ese caso también se reduciría el consumo, pero
afectaría más bien a las fábricas de BMW, Mercedes o Audi. Como ven todas
exteriores al suelo nacional y además germanas.
Dos. Con el IVA aparece de nuevo el gran culpable de la
crisis, el trabajador público, al que amenazan con alargarle el horario (se
entiende que sin retribución añadida). La medida está pensada para poder
despedir a los interinos, dado que los funcionarios de carrera se ocuparán de
los asuntos que estos dejen pendientes. Por otra parte, entre el funcionariado
(mejor dicho entre el trabajador público) se ha impuesto en algunos territorios
la reducción horaria con el recorte salarial y la imposibilidad de permanecer
activo más allá de los 65 (cosa contradictoria con la nueva ley de jubilación).
La mirada ministerial respecto a sus trabajadores se corresponde con la que
tenían en el 1900, cuando los trabajadores públicos eran gente de manguito y de
porra exclusivamente. Hoy en día, eso ya no existe (excepto la porra
ligeramente modernizada y con escudo) y el trabajador público en un porcentaje
enorme es sanitario, empleado social, educador y un sinfín de profesiones que
en el entonces que está en el cerebro ministerial eran no solo impensables,
sino inexistentes. La conclusión es obvia, será un nuevo recorte a las
prestaciones de bienestar por una nueva vía. Iremos al centro de salud, en
donde solo quedará un médico con un horario de 24 horas. O tendremos clases de
200 alumnos con un sólo profesor que estará todo el día y la noche, cuando los
alumnos, las familias, los centros educativos y los gobiernos regionales están
optando por horarios compactos.
Tres. Queda el paquete gordo que permanece discretamente
aislado, pero al que se le acerca paulatinamente el mazo. Me refiero a las
pensiones. Estas son el punto G de
los recortes. Tocarlas supone quedarse desnudo de capacidad política. Pues
bien, agárrense a los machos, si los tienen disponibles, porque por ahí también
irá la cosa. Tal vez esperen a pleno mes de Agosto o a que los “mercados” les
digan de nuevo (por enésima vez): “Nanos, l’heu cagat”. Sabido es que los
mercados tienden a pensar que si creces pagas y que si te contraes eres objeto
de especulación.
Bien, ahí queda eso en pleno Martes, para que tengan
tiempo durante la semana para reflexionar y hacer sus cuentas, el IVA puede ser
un 3% o un 4% más. Porcentaje no despreciable cuando ya se está al límite. Yo
de momento he adquirido, por si acaso, leche y berenjenas para seis meses.
Lluís Casas, acumulador de existencias. Profesor de la Parapanda Scholl
Talabartery.