En algunas
ocasiones he hecho referencia en estos articulillos a una cierta experiencia
propia en la gestión sanitaria pública. Es, por lo tanto, un mundo
relativamente bien conocido y del que tengo contactos, amistades e información,
aunque ya no intereses profesionales. Por ello me alarma, aunque no me
sorprende, las noticias sobre ciertas o aparentes corruptelas que se producen
ahora casi a diario y en las que se citan nombres con los que he convivido
mucho o poco.
Para los
lectores menos al caso, les diré que la sanidad no solo es un sector que
imparte justicia independientemente de los recursos de cada ciudadano, sino que
es, y mucho, una maquinaria económica de primer orden. El gasto sanitario tiene
un peso en el PIB que permite muchas alegrías y bastantes fugas. Nada de ello
resulta extraño en una sociedad en donde el dinero, el mucho dinero, tiene
tanto respeto entre las clases profesionales y el monopolio de empresarios y
accionistas.
A
diferencia de otros sectores que proporcionan equilibrio social, seguridad
vital y reparto equitativo entre la ciudadanía, como son la educación, la
universidad, los servicios sociales, las pensiones y otros, la salud o la
sanidad tienen características distintas y muy específicas. Hay ahí un volumen
de negocio, privado claro, que va desde la administración de mutuas, a la
gestión de equipamientos públicos o privados, al suministro de medicación, ¡ay,
las farmaciáuticas!, la alta tecnología en equipamiento y maquinaria y una
multitud de servicios, unos de gran valor añadido y otros, más humildes, pero
no menos rentables como la cocina, la limpieza o la vigilancia. Las largas
estructuras sanitarias llegan a la producción de muebles especiales, camas,
etc. a la poderosa informática específica y, desde luego, a la investigación.
Tanto la investigación básica, como la aplicada,
con unos componentes de extensión a muchos centros vinculados o no a
hospitales.
En fin, ya
ven que la cosa tiene mucha más importancia que la simple consulta en un
ambulatorio o la intervención quirúrgica a vida o muerte, llegado el caso.
Es por eso
que los buitres (que en la naturaleza tienen una función absolutamente
imprescindible) revolotean en las alturas en busca de oportunidades, que en un
mundo tan complejo, diverso e inmenso, llegan a menudo y en abundancia.
Hay algunos
datos relevantes en este asunto que el periodismo, o al menos una parte de él,
se abstiene de utilizar y que, por descontado, los políticos de la derecha
liberal (es decir proclives al negocio privado) obvian por esmerado
desconocimiento o por simple táctica de combate. No les sonará a raro, incluso
se lo pueden saber de menoría e incluso por experiencia, pero los sistemas de
salud más eficaces, más eficientes y más democráticos corresponden a los que están
bajo la batuta pública. Y cuanta más batuta pública, mejores resultados en
términos tanto sanitarios como económicos.
Simplemente
con afirmar que los USA, a pesar de la insistencia de los Clinton y ahora de
los Obama, son un estado sin sistema sanitario justo y equitativo estaría todo
dicho, pero es que además es el presunto sistema de salud más caro donde los
haya y en donde mayor porcentaje de población se halla excluida de una
asistencia digna de tal nombre. Dicen las encuestas que más de 40 millones de
estadounidenses no tienen a dónde ir para una visita médica, y otros muchos
millones más dependen del contrato de trabajo para que la familia pueda
disfrutar de esos beneficios asistenciales. El asunto está básicamente en la
sanidad privada montada sobre las mutuas o aseguradoras, también privadas.
Entidades que administran “económicamente” la enfermedad y la asistencia.
Resulta
también que España y especialmente Catalunya ha disfrutado hasta ahora de un
sistema sanitario de gran calidad y relevante ahorro. El gasto per capita ha
sido de los más reducidos entre los países que cuentan con algo parecido a un
sistema de salud. No quiero sacar a colación a Zambia como ejemplo contrario,
puesto que tengo mucho interés y gran respeto por ella. De modo y manera que
siempre me ha sabido a palabras de tahúr las falsas afirmaciones presidenciales
que tienden a desfigurar la realidad para que el ciudadano viva engañado y crea
en las abundantes mentiras y desfachateces que se dicen por ahí: No nos podemos
permitir nuestro sistema de salud. Una afirmación que ha tenido portadas y
miles de controversias y que es una absoluta mentira que propicia la entrada en
este mundo del beneficio privado y la selección social del enfermo. Con un
resultado más que garantizado, el coste total va a ser superior al de
ahora (bueno al de hace dos años para ser exactos) y el asistencial ya ni les
cuento.
Si tiene
interés en ello y en el cine, les aconsejo que busquen un film menor de Francis
Ford Coppola, con Matt Damon de protagonista, acompañado nada menos que por
Danny de Vito, Mickey Rourke, Danny Glover, Jon Voight y Roy Scheider entre
otros. Un elenco de primera. El film se tituló en ingles “The rainmaker” y en
nuestro peculiar sistema traductorio “Legitima defensa”. No hay mejor tratado
sobre la asistencia sanitaria pública o privada.
Después de
esta digresión aleccionadora, vuelvo al asunto del principio, los casos de mala
utilización de recursos públicos, los casos de evidente corrupción, los casos
de aprovechamiento personal o empresarial de las múltiples oportunidades de
este mundo enorme y complejo que es la sanidad y en forma ética la salud. Hay
tanto dinero invertido y moviéndose en el sistema sanitario que la tentación no
es que viva arriba, sino que vive dentro. Tal que una ameba intestinal.
Un
ejercicio práctico de gran interés seria establecer las líneas de movimiento
de, digamos, cien nombres, que en el mundo de la sanidad catalana han tenido,
tienen y tendrán peso especifico. No solo nombres de políticos al mando,
consellers, secretarios, etc. sino nombre gerenciales, de alta dirección,
profesionales que son referentes tecnológicos, etc. Si proceden a ello,
observaran cómo los movimientos externos a ese conjunto son escasos, al margen,
claro está, de fallecimientos, jubilaciones y otros cambios existenciales
profundos como hacerse monja de clausura.
Eliminados éstos,
los flujos de entrada y salida son pocos, tal vez ninguno a corto plazo. En
cambio, como reflejo condicionado a las variaciones políticas, los resultados
de las elecciones, los movimientos en el interior de ese conjunto son más que abundantes y muy
rápidos. Desde el exterior, a la vista desde el balcón de mi casa, el asunto
tiene algo de intercambio frenético de cartulinas (con nombramientos), algo así
como “yo abandono ésta y tomo aquella”.
Si les
parece que hablo de una casta, no están muy lejos de la verdad. Los dos
partidos preponderantes en el Principat tienen en el mundo sanitario una base
profesional amplia en donde intercambiarse cromos y estabilizar los frentes. De
ahí surgen algunas de las explicaciones posibles a esa serie de noticias sobre
multisalarios, premios de consolación, indemnizaciones alegres, obras
sobrevaloradas y compras sospechosas.
No es que
esté afirmando que la sanidad está podrida, ni mucho menos, hay muchos miles de
profesionales en ella y la mayoría de honestidad y dedicación probada. Lo que
digo es que la selección directiva no existe, lo que hay son repartos de
dividendos entre unos grupos que controlan el cotarro de esa amalgama y el
nivel salarial, sea oficial o extraordinario. Y sea cual sea el significado que
le quieran dar a extraordinario. Y el asunto empieza ya en la cabecera, en el
propio conseller y algunos acólitos eminentes. Pertenecen ellos al mundo que quiere
la conquista de la sanidad por las hordas espurias de las mutuas y de los
hospitales privados. Hoy están donde están, pero mañana estarán en algún punto
cercano y axial, como siempre.
En fin,
parece un milagro que a pesar de ellos, aun valga la pena visitarse en un
ambulatorio, hacerse mirar por un especialista público y operarse en un
hospital del Catsalut. Pero así es.
Lluis
Casas, con ocho intervenciones encima, debajo, alrededor y dentro. Por lo que
pueden confiar en mí o al menos en las manos en las que me deposité
MARIANICO AUTOINCINERADO
El señor
Zapatero nos duró lo que la burbuja especulativa financiero-inmobiliaria dio de
si. A partir del momento en que en una aparición digna de la mayor torpeza el
presidente federal arguyó que no pasaba nada, que nuestra banca era como el
acero, que la economía estaba hecha un mulo y que los ciudadanos no tenían nada
que temer, el asunto de su capacidad quedó hecho migas. El balance temporal fue
de casi cinco años subido en una nube y el resto pegándose testarazos contra
una realidad que no reconocía y unas exigencias para las que no estaba
preparado.
Pues bien,
Marianico ha hecho lo que Zapatero en tres meses. A toda velocidad, en bajada y
sin frenos. Con el agravante que su llegada al palacio monclovita ya estaba más
que marcada por la crisis y no es posible alegar ni ignorancia, ni sorpresa en
casi nada.
Marianico
es en estos momentos un presidente sin presidencia, sin gobierno, sin plan de
salvación, sin capacidad de comunicación. Ha quedado simplemente como un
registrador de la propiedad mentiroso y perplejo de que le esté pasando a él lo
que le está pasando. Como si pensara que su persona está excluida por ley
divina de los avatares de la vida, el comercio y la prima de riesgo.
Marianico se
ha rodeado a lo largo de su vida de peligrosos acompañantes, algunos de los
cuales tienen en este momento responsabilidades estratosféricas en la crisis de
la banca, en la crisis de los gobiernos peperos y en la incapacidad para
representar los intereses de los españoles frente al mundo exterior. Mundo que
está listo y preparado para intervenir un país que se cae a cachos. Y no solo
por asuntos financieros.
Los errores
presidenciales se acumulan a medida que abre la boca o la cierra. Lo de este
fin de semana es no solo el colmo, sino el suicidio en directo. Convocar una
rueda de prensa presidencial en sede partidista, no saber qué decir y hablar
con la extrema torpeza con que lo hizo solo corresponde a una persona pasada de
rosca y en pleno declive intelectual y de nula capacidad de mando. Y eso, en
los mariscales de campo suponía en la mayoría de los casos tres alternativas:
pasarse al enemigo, suicidarse o esperar al comité de resolución que actuaba
con nocturnidad, pero sin alevosía. En palabras francas, Marianico ya ha
dimitido aunque él no lo sepa. A partir de ahora la veda está alzada y el pim
pam pum va a desencadenarse a toda pastilla.
Yo de
Marianico recuperaría a toda prisa mi plaza de registrador y terminaría mis
días registrando sociedades SICAV de los amigos que haya podido hacer a lo
largo de sus años de espera y desespera. Cualquier otra alternativa terminará
con un presidente hecho unos zorros y llorando a lágrima viva mientras afirma
que el ha hecho todo lo que ha podido.
La
velocidad con la que España se acerca a Grecia supera a la de los Aves que aun
circulan; en Grecia están pendientes de repetir elecciones, aquí nos acercamos
al mismo plan, sin la necesidad objetiva que significa no tener mayoría
parlamentaria. Marianico la tiene, pero no le sirve de nada.
Por cierto,
en más o en menos, el señor Mas está en las mismas. Con el débil activo de este
asunto misterioso del pacto fiscal.
Si alguien
duda de las afirmaciones anteriores tiene un método de comprobación simple y
relativamente poco costoso: busque en la prensa los innumerables artículos con
las recomendaciones más peregrinas para poner a buen recaudo ahorros,
inversiones y fondos de pensión. Citan, sin ninguna vergüenza el clásico
sistema del colchón, entre otros muchos, claro está. El significado de ello,
cuando no se publican en revistas de humor, es claro: la desgobernabilidad es
evidente y la prensa tiene oportunidad de colocar asesorías vulgares.
Y si no, al
tiempo, que en este caso es más bien poco.
Lluis
Casas, descosiendo el colchón, sin darse cuenta que es de viscosa. Un colchón
moderno poco dado a la ocultación como los de antaño.