No pienso
de ninguna manera que lo que sigue vaya a serles novedad, ni siquiera
recomendación para saber qué hacer con ahorros y cuentas corrientes. Tampoco
estoy seguro que de estas letras salgan propuestas de inversión y mucho menos
alicientes al consumo y a la producción. En fin, como ya están viendo, no
parece que al autor le entusiasme en demasía su “laboro” colaborativo en este
campo tan lleno del “quimbombo” de divisas y de sangre. Restos de la batalla
aun en marcha.
El hecho no
hace más que confirmar que de un tiempo, ya demasiado largo, hasta ahora mismo,
la ensimismación de los directivos de la economía europea y tal vez mundial,
están ahogando ideas, vidas, haciendas e incluso campeonatos de liga.
¿Y todo
para qué? Se preguntaran ustedes. Unos dicen que para un futuro mejor, cosa que
los hace más que sospechosos habituales. Otros que para hundir definitivamente
un cierto capitalismo pactista y redistributivo, cosa que no hay que olvidar,
no sea que ahí esté la verdad del asunto. Otros más apuntan a la torpeza
intelectual y a la torticera tozudez en sus propias creencias metafísicas de dirigentes de
baja calidad. Algunos apuntan al vaguismo general de los que cobran por nómina,
sea esta oficial o privada. En fin, la lista podría ser extremadamente larga si
le añadimos las opiniones y los consejos que cada día oigo por la radio, en la
barbería, en la taberna, en plena calle con los fumadores expulsados por mal
comportamiento o en la biblioteca de la esquina (ahora, por fin y de momento,
tenemos ya bibliotecas en las esquinas).
De todos
modos hay un hecho incontrovertible, desde ayer 2 de Mayo (¿qué hacen los
madrileños que no salen a cortar cuellos como antaño?), en Barcelona se reúne
el poder ejecutante de la UE ,
el más que controvertido Banco Central Europeo, o también conocido como segundo
banco central alemán.
De hecho,
hay estos días tres encuentros en Barcelona, el ya citado con muchos euros por
repartir (o no), el de las policías del estado ex federal español, en número de
8.000 (que se sepa) y el de los que pretenden armarla contra la dictadura del
dinero y del tipo de interés (un tanto frustrados pues les toca a diez polis
por cabeza). A estas tres efemérides podrían sumárseles varios y distintos cabreos
de ciudadanos que están unos a las últimas y otros hasta el moño y cuya
expresión electoral no ha servido más que para que les recorten el poco pelo de
que disponían y los últimos ánimos vivenciales. Si ustedes quieren pueden
añadir a la lista la exposición de helicópteros que hay en el cielo, todos con
un enorme ojo avizor digital. Tengan la prevención de tener las manos quietas y
a la vista.
Como ven se
trata de un programa extenso, intenso y caro, muy caro. Ni siquiera los
encuentros protocolarios de algunos jefes de negociado con monseñor Draghi
lograran recuperar algo de lo gastado en encerrar a la propia ciudad en sí
misma. Ni siquiera los taxistas, gremio pendenciero que habitualmente hace su
agosto con estas concentraciones humanas, están localizables.
Uno piensa,
cuando la realidad se lo permite y las amenazas diarias lo aconsejan, que para
qué venir a un país en el cual hay una población totalmente disponible para lo
que haga falta que roza los seis millones, sin contar estudiantes, jubilados y
amos y amas de casa. Parece más bien una provocación, a menos, claro está, que
esos eminentes ejecutivos nos tengan preparada alguna bomba atómica. Venir al
centro del paro europeo no es una idea en exceso brillante, más bien son ganas
de armarla. No es que lo desee, sino que simplemente lo constato.
Tener al
banco Central Europeo aquí durante unas horas, acompañado por las cohortes de
financieros, banqueros, políticos del sector y las legiones uniformadas que les
garantizaran una siesta tranquila y reconfortante, no es moco de pavo. Ese
banco, al que la normativa europea, por imposición del nuevo Reich alemán, se
ocupa exclusivamente de la inflación. Le ha de importar un pimiento el paro, el
desarrollo productivo, el consumo y los modelos de evolución de las rentas.
Está para eliminar el más mínimo repunte inflacionista. Me dirán ustedes que
para qué, puesto que eso de la inflación hace mucho que emigró y no se ve la
manera de que vuelva. Afirmación o pregunta que yo mismo corroboro y que
solamente don Paul Krugman se ocupa de explicar día a día.
La historia
alemana de los años veinte y treinta ha impuesto un estilo de gobierno
económico en la Europa
de la Unión
carente de sentido y tendente al desastre absoluto. De ahí la enorme presión
para reducir déficit público, incluso a los que lo tienen menor que el alemán,
saldar deuda a costa de la recesión, medida en extremo curiosa y aplicar
lentamente limitaciones democráticas que en otras circunstancias hubieran
provocado verdaderas guerras civiles.
Afortunadamente,
hoy preside el citado Banco un imaginativo ejecutor que ha insuflado por una
vía peculiar e imprevista los fondos suficientes para que no arda Troya. Si el
mismísimo Trichet (que no se si sé atreverá a asistir al encuentro barcelonés)
todavía estuviera al mando del engendro, hoy la mayoría hubiéramos quemado por
inútiles las cartillas de ahorro y otros productos bancarios de estar por casa.
En fin,
esperemos a mañana para saber si nuestro destino va a recuperar algo de aire o
vamos a seguir despeñándonos por el abismo.
Lluis
Casas, en un control policial en la guardería y enseñado los calzoncillos por
si hubiera alguna arma de destrucción masiva. Y ahora les dejo con este a modo de quiasmo.
Las
autopistas del caos o el caos de las autopistas
Quien esto
suscribe formó parte hace unos años de un muy mínimo grupo parlamentario que
tuvo a bien dar más caña por unidad de medida e incluso en términos absolutos
de lo que nunca nadie hizo o hará en el Parlament de Catalunya.
Pongo como
testimonio activísimo de ello al gran Boss de este blog, que consiguió estar en
varios sitios al mismo tiempo, sin que nadie pudiera predecirlo (y evitarlo,
claro está); y eso que la teoría quántica no es en el Parlament un
procedimiento aceptado por la secretaria jurídica. Ese activismo tenía sus
peligros, no vayan ustedes a creer otra cosa, como el olvido en cualquier
portal callejero del ordenador portátil con todos los secretos dentro. En fin,
como eso ya está en la estantería de los cuentos de los abuelos iré directo al
objetivo que me planteo.
En ese
período, no tan alejado como podría parecer, sobre todo si uno sabe, aunque no
lo experimente, que el tiempo en sí no existe, el abajo firmante, en su versión
real que figura en su DNI, formó parte como elemento asesor o agitador, según
las circunstancias, de algo que se dio en llamar “Comissió Parlamentaria sobre
els peatges a Catalunya”. O algo parecido.
Esto viene
a cuento, como sin duda hábilmente habrán deducido, a propósito de esa breve
rebelión anti peajes que se está dando en las autopistas catalanas. Y viene a
cuento simplemente para definir el quién es quién en el asunto y a qué equipo
pertenece. No vayan ustedes a caer en el error de creer en las declaraciones a
los medios y las escuetas informaciones de estos.
El objetivo
explicito de la comisión era encontrar la fórmula para reducir el desequilibrio
entre los peajes catalanes y los peajes de más allá del Ebro. El objetivo
oculto, aunque muy mal oculto, era marear la perdiz hasta que esta cayera
exhausta y pudiera ser trasladada al refugio de animales esquizofrénicos. El
primer objetivo nunca se consiguió, aunque alguna tirita se consiguió poner en
las múltiples heridas que el sistema tenía desde el principio de los tiempos.
El segundo tampoco pudo lograse en su totalidad, dado que varias perdices
empezaron a repartir picotazos que no estaban previstos en el plan original.
La comisión
la presidía, faltaría más, el gobierno del momento, CIU para más señas y
casualidades, y formaban parte de ella todos los grupos parlamentarios
asistidos por los correspondientes cerebros externos. Como cosa curiosa, por
decir algo, también formaban parte de la comisión las concesionarias de las
diversas autopistas de Catalunya, aunque obviamente, bajo la batuta de lo que ahora
es Abertis y de quien hoy es el mandamás de ésta. Que todo hay que decirlo
siempre se comportó como un caballero en las formas. Un halago sincero de quien
ha encontrado a lo largo de su vida más ejemplares sin educación efectiva, sin
la amabilidad debida y sin la cordialidad necesaria de lo que sería presumible.
Junto a
esos elementos y sin una razón clara, el Reial Automóvil Club de Catalunya
(RACC) también estaba en la mesa de debate. Unas veces en contra y las más de
las veces a favor. Lógicamente en referencia al poder constituido que le daba
más o menos alimento espiritual y del otro. Terminaba de componerse el grupo
con algún catedrático, la presunta versión más racional de lo que se debía
decidir.
Lo que se
debatía iba desde la creación de un fondo de rescate que permitiera a la Generalitat recuperar
la gestión del servicio a ciertas reducciones de tarifa en determinados nudos
de comunicación.
Aunque un
servidor, cumpliendo las órdenes recibidas por el diputado al que acompañaba --y
al que doy un gran abrazo-- se pasó la consigna por allí y presentó una forma
de rescate con todas las de la ley. Una propuesta que se presentaba sin coste
alguno para la administración y con posibilidades de mantener la actividad de
la concesionaria, a la vez que, milagrosamente, la tarifa se reducía a menos de la mitad. Semejante milagro
fue muy celebrado y pasado a mejor vida, no fuera el caso que el asunto
prendiera y generara la obligación de llegar a conclusiones obvias.
Semejante
comisión tenía todos los defectos de las comisiones parlamentarias, excepto el
de la publicidad que quedaba en manos de una nota de prensa previamente
pactada. Entre los defectos estaba, cómo no, el dominio pluscuamperfecto del
gobierno de CIU y sus intensos intríngulis con las concesionarias. Algunas de
las cuales tenían más de un punto de encuentro con los derivados de la
financiación política.
Lo que hoy
vemos en los peajes, o contemplamos en el televisor, es más o menos lo mismo.
Un cabreo del personal que lleva apujinando más de cuarenta años en unas vías
amortizadas sesenta veces, la falsa comprensión del gobierno de CIU (que
casualidad) y las declaraciones de unos y otros (gobierno y concesionarias)
para marear, no la perdiz, pero sí a los conductores. Multa sí, pero no. Arriba
la barrera o no. Comprensión sí, pero no. Mossos sí, pero no. Etc. Todos ellos
esperan que el cansancio prenda en los activistas y que el asunto pase al
olvido provisional y a otra cosa mariposa.
Mientras
tanto, no sé si se han fijado; nada aparece en los medios sobre el coste de
mantenimiento, las inversiones realizadas, la financiación afectada, el margen
de beneficio y otras lindezas sin importancia. No es que no piense que exista
un gran desequilibrio entre Catalunya y otras zonas peninsulares, que sí. Pero
también pienso que eso no es todo y, tal vez, no es lo más substancioso. Si los
datos aparecieran y los análisis se desencadenaran, podría ser que el
desequilibrio exterior existente fuera comparativamente menos importante del
que interiormente (es decir la estructura tarifaria, los periodos de concesión,
los márgenes de beneficio en un servicio público) tenemos dentro de las
hipotéticas fronteras del Principat.
Es una
lástima que quien hizo tan buen trabajo en su día no disponga las explicaciones
adecuadas para los que hoy se enfrentan al dragón del peaje entiendan
cabalmente como están las cosas y cuáles son éstas.
Lluis
Casas, con las carpetas de hace 10 años a la vista.