Debo excusarme por mi tardanza en hacer un comentario a propósito de algo en lo que colaboré en su día, y sobre lo que tengo no solo opinión general, sino conocimiento sólido: la ecotasa turística. En Parapanda abundan expertos en ello.
En un primer momento, pensé que CIU, que siempre había estado absolutamente en contra, hacia una propuesta con el beneplácito de sus íntimos, los empresarios turísticos y por ello elucubré interiormente que bienvenida fuera una tasa absolutamente necesaria desde hace largo tiempo y por muchos y diversos motivos. Luego el asunto de destapó y todos vimos que era un globo sonda hecho con más simpleza que habilidad. Una forma más de quemar recursos por falta de solidez, convencimiento y capacidad de negociación. Un resultado más a añadir al lamentable balance del gobierno de los (putativos) mejores.
Nadie sabe cómo terminará la cosa y probablemente asistiremos a unas sesiones parlamentarias un tanto curiosas: la oposición, especialmente ICV-EUIA (impulsor del proyecto desde hace más de diez años) dando apoyo al proyecto con enmiendas de refuerzo y a la minoría mayoritaria, CIU y PP, echando tierra al asunto con enmiendas de derribo. Fantástico.
La ecotasa turística es desde casi todos los puntos de vista una medida fiscal apropiada, necesaria y con ligerísimos impactos en el negocio turístico y al que retorna mejoras con efecto multiplicador. La utilización de los fondos para atender la renovación de las infraestructuras, el medio natural, el coste corriente urbano que implica la actividad y otros objetivos de índole benefactora equivalente es más razonable.
La recaudación, sobre todo si afecta a una amplia base fiscal con tipos moderados, puede ser una cifra elegante, barata y extraordinariamente práctica para recomponer uno de los pocos mercados que generan ocupación y beneficios. La experiencia en el exterior en donde la aplican es suficientemente buena y consolidada para eliminar los gritos de guerra que el desconocimiento y la avaricia sectorial entonan siempre. Recuerden que en Les Illes se aplicó durante un tiempo y nadie hubo de cerrar ningún negocio basado en la honestidad empresarial y fiscal.
La actividad turística tiene unas características peculiares, genera ingresos, sobre todo para el sector residencial, la restauración, el ocio y las compras, pero a la vez provoca costes escasamente financiados: los turistas hacen lo mismo que los residentes pagando escasos impuestos (el IVA básicamente) sin atender a las tasas sobre agua, residuos, limpieza, transporte, medio natural y un larguísimo etcétera en los que deben constar los costes que no están en balance alguno, congestión, ruido, transformación de determinadas zonas de la ciudad en objeto turístico, seguridad ciudadana, salud y como digo etcétera. Los municipios que beben de esa fuente de actividad tienen sobrados motivos para expresar quejas financieras, mantienen grandes ciudades vacías la mayor parte del año y absolutamente congestionadas en el periodo estival, si es en la costa, o de invierno en las zonas de esquí. Ellos saben del coste real de un negocio básicamente privado.
Las cifras de las que se hablaba cuando la propuesta provenía de la oposición de izquierdas a CIU, cuando se debatía en el gobierno de izquierdas o como, ahora, al resuello de la derecha nacionalista, son moderadas. Que nadie se llame a engaño, el euro o los tres euros para hoteles que cobran 100 o mil euros por noche no resultan comprometedores. Ningún operador turístico se echará atrás en su oferta catalana por esa menudencia. Si la habilidad legislativa mejora y a la pernoctación se incluye toda la variopinta actividad de ocio y restauración afecta al turismo, la cosa puede ser aún más interesante: menos carga individual y más recaudación global.
De todo ello, el debate realmente inteligente está en lo se debe hacer con los fondos, para qué servirán, cómo se distribuirán (recuerden que Barcelona ya ha reclamado su parte del pastel) y que factores de control y planificación se establecen. No pueden ser una especie de lluvia benefactora, ni fondos para los amigos. Hay una política compleja por hacer. Sin ella, el debate es de taberna, no llega ni a tabernáculo.
Espero que la habilidad parlamentaria florezca para el caso y que haya socialmente entre los sindicatos y entidades la comprensión suficiente sobre una herramienta de cambio para el sector turístico y para el país de primer orden Y todo por cuatro duros, perdón euros, y pagados por los de fuera.
Si recortamos gasto social, si laminamos sueldos y salarios, ¿por qué los alemanes que nos visitan no pueden aportar un pequeño óbolo que permita mejorar los resultados globales del negocio y asegurar su rendimiento para el futuro?
Hay algunas experiencias al respecto de políticas públicas que generan rechazo sectorial simplemente por escasez de conocimiento y exceso de codicia. Vean sino las zonas comerciales a las que se impide la circulación automóvil. Primero guerra mundial y después, en meses, mejora del negocio. Y así muchas. Estamos en este caso en las mismas. Mejor cerebro que bolsillo primario.
Lluis Casas partidario.