Uno de Enero, refugiado a cientos de kilómetros del núcleo duro de la contrarreforma, esperaba yo, de forma simple e inocente, que nadie se fijaría en mí, ni me pediría opinión al respecto del inicio del inicio de lo que terminará por ser con gran probabilidad una tormenta económica y social perfecta. Pues bien, el servicio de información de Parapanda excesivamente ilustrado y ecuánimemente eficiente no solo descubrió mi escondite, sino que me hizo llegar de forma inapelable la exigencia de opinión y directrices al respecto e ipso facto.
El asunto duro de solucionar era que en mi escondite no hay acceso a internet, al menos directo, y el que dispone el excelentísimo ayuntamiento funciona cuando funciona y siempre a horas nocturnas y en dura competencia con todo aquel que quiera disponer de él sin pagar un duro a Telefónica, perdón, a Movistar. Muestras de la excelente organización del MI69 parapandés es que inmediatamente el tinglado telemático se puso a funcionar con exclusividad para los fines a mí encomendados, con lo cual se me terminaron las excusas y no me atreví a desaparecer dando el esquinazo al mensajero, dado que, abajo en la rúa y bajo una farola apenas iluminada, había un individuo que fumaba un puro y entonaba un aria italiana.
Puestos ya, ¿qué les voy a contar que no sepan o que no hayan leído? No creo que esté en mis manos detallar al por menor ese sinuoso y sorprendente camino reformista que la super vicepresidenta atisbó a nombrar a través de la expresión, más bien impresionista, diría yo, del inicio del inicio. Pienso que en buena lógica, o bien la vice no disponía de terminología alternativa y pilló lo primero que le pasó por la lengua, o, expresó una seria amenaza a todo bicho viviente que dependa de un contrato, haga declaración de renta sin alternativa posible, tenga algún bien ahorrado para la vejez o simplemente se halle en paro, enfermo o desamparado de dios y de los hombres.
Lo del inicio del inicio sabe a los mil años del Reich, adecuadamente matizado por el congreso de los diputados, no se me vayan a enfadar. Mil años es tiempo suficiente para jubilar a cualquier oposición e incluso para acabar la sagrada familia. El inicio del inicio es más o menos lo mismo: si no sale bien el inicio, prepararemos segundas partes, a peor me atrevo a vaticinar. Y así hasta la caída de los dioses. Escribiendo esto que les estoy contando, también caigo en la cuenta que la expresión vice presidencial podía ser una alternativa a que lo anunciado fuese una ensalada recién preparada y sin probar, de forma que se nos anuncia que el menú completo llegaría a medida que en la cocina de la Moncloa los aditamentos y las salsas fueran saliendo bien del horno, bien del congelador. Lo cual tampoco es del todo muy alentador que digamos.
Sea como fuese, me parece a mí un arranque un tanto confuso en el mensaje y una pérdida de tiempo si es que la reforma ha de ir por la senda que intuimos en el club al que me he adherido: reforma laboral, reducción salarial, menores derechos sociales, algunos toques a la aristocracia financiera, simples anotaciones al margen del balance, sin más pretensión y un cruzar los dedos a ver qué coño harán los Merkozy y la UE, si continua existiendo. De modo que ya tienen mi opinión, un primer aluvión de medidas que inician un camino en el que no pueden demorarse mucho y que arrostrará tensiones, recesión y algunas pérdidas de virginidad teologal.
Si hacemos cuenta del tiempo pasado, sin llegar a ninguna conclusión proustiana, verán que simplemente contando con los dedos don Mariano Termidor ha tardado cuarenta días y cuarenta noches en preparar, anunciar y aprobar el camino, excusas de nuevo, su derrota. Derrota en sentido marinero, como corresponde a un celta de Finisterre.
Un hombre que ha estado esperando casi ocho años para hacerse con la presidencia y que ha observado desde la barrera toda la crisis no es muy prudente que empiece con el tembleque con que aparentemente se ha cocinado la primera reunión de gobierno. Me atrevo a recordar que no acertar con las medidas y no hacerse con el beneplácito del público bien intencionado termina mal siempre, Zapatero podría certificarlo si la clarividencia fuese una de sus características.
Pienso yo que la estrategia gubernamental estará en recortar sin asumir costes, es decir, derivando hacia abajo la guerra con el ciudadano, el usuario o el paciente. Se apretaran las clavijas para que las CCAA y los Ayuntamientos encaren mayormente el coste social y el termidoriano gobierno federal asuma el papel de estado mayor, alejado de las trincheras y comiendo caliente. Con bastantes probabilidades lo veremos.
Lluís Casas mirando a la calle. El pájaro voló.
El asunto duro de solucionar era que en mi escondite no hay acceso a internet, al menos directo, y el que dispone el excelentísimo ayuntamiento funciona cuando funciona y siempre a horas nocturnas y en dura competencia con todo aquel que quiera disponer de él sin pagar un duro a Telefónica, perdón, a Movistar. Muestras de la excelente organización del MI69 parapandés es que inmediatamente el tinglado telemático se puso a funcionar con exclusividad para los fines a mí encomendados, con lo cual se me terminaron las excusas y no me atreví a desaparecer dando el esquinazo al mensajero, dado que, abajo en la rúa y bajo una farola apenas iluminada, había un individuo que fumaba un puro y entonaba un aria italiana.
Puestos ya, ¿qué les voy a contar que no sepan o que no hayan leído? No creo que esté en mis manos detallar al por menor ese sinuoso y sorprendente camino reformista que la super vicepresidenta atisbó a nombrar a través de la expresión, más bien impresionista, diría yo, del inicio del inicio. Pienso que en buena lógica, o bien la vice no disponía de terminología alternativa y pilló lo primero que le pasó por la lengua, o, expresó una seria amenaza a todo bicho viviente que dependa de un contrato, haga declaración de renta sin alternativa posible, tenga algún bien ahorrado para la vejez o simplemente se halle en paro, enfermo o desamparado de dios y de los hombres.
Lo del inicio del inicio sabe a los mil años del Reich, adecuadamente matizado por el congreso de los diputados, no se me vayan a enfadar. Mil años es tiempo suficiente para jubilar a cualquier oposición e incluso para acabar la sagrada familia. El inicio del inicio es más o menos lo mismo: si no sale bien el inicio, prepararemos segundas partes, a peor me atrevo a vaticinar. Y así hasta la caída de los dioses. Escribiendo esto que les estoy contando, también caigo en la cuenta que la expresión vice presidencial podía ser una alternativa a que lo anunciado fuese una ensalada recién preparada y sin probar, de forma que se nos anuncia que el menú completo llegaría a medida que en la cocina de la Moncloa los aditamentos y las salsas fueran saliendo bien del horno, bien del congelador. Lo cual tampoco es del todo muy alentador que digamos.
Sea como fuese, me parece a mí un arranque un tanto confuso en el mensaje y una pérdida de tiempo si es que la reforma ha de ir por la senda que intuimos en el club al que me he adherido: reforma laboral, reducción salarial, menores derechos sociales, algunos toques a la aristocracia financiera, simples anotaciones al margen del balance, sin más pretensión y un cruzar los dedos a ver qué coño harán los Merkozy y la UE, si continua existiendo. De modo que ya tienen mi opinión, un primer aluvión de medidas que inician un camino en el que no pueden demorarse mucho y que arrostrará tensiones, recesión y algunas pérdidas de virginidad teologal.
Si hacemos cuenta del tiempo pasado, sin llegar a ninguna conclusión proustiana, verán que simplemente contando con los dedos don Mariano Termidor ha tardado cuarenta días y cuarenta noches en preparar, anunciar y aprobar el camino, excusas de nuevo, su derrota. Derrota en sentido marinero, como corresponde a un celta de Finisterre.
Un hombre que ha estado esperando casi ocho años para hacerse con la presidencia y que ha observado desde la barrera toda la crisis no es muy prudente que empiece con el tembleque con que aparentemente se ha cocinado la primera reunión de gobierno. Me atrevo a recordar que no acertar con las medidas y no hacerse con el beneplácito del público bien intencionado termina mal siempre, Zapatero podría certificarlo si la clarividencia fuese una de sus características.
Pienso yo que la estrategia gubernamental estará en recortar sin asumir costes, es decir, derivando hacia abajo la guerra con el ciudadano, el usuario o el paciente. Se apretaran las clavijas para que las CCAA y los Ayuntamientos encaren mayormente el coste social y el termidoriano gobierno federal asuma el papel de estado mayor, alejado de las trincheras y comiendo caliente. Con bastantes probabilidades lo veremos.
Lluís Casas mirando a la calle. El pájaro voló.