sábado, 3 de diciembre de 2011

INDULTO A UN CACO DE POSTÍN


Todavía recuerdo con aprensión las escenas mágicas de un film español de época en donde --al ritmo del movimiento de la figura de de Cristo, Nuestro Señor El Rico-- un preso, el señalado por la figura, es indultado (1). Eso ocurría, en Málaga y en plena semana santa, en cumplimiento de ese eficaz conglomerado inseparable por los siglos de los siglos entre el poder eclesiástico, que siempre está dispuesto a perdonar a quien asume las culpas (lo sean o no) y el poder político, siempre dispuesto a echar una mano a quien en nombre de la divinidad le garantizó (y garantiza) siglos de servidumbre, amén del Gremio de Hostelería.

En la anotación les pongo una breve explicación del asunto, en bien del conocimiento debido de la influencia de la iglesia en su versión más mística, incluso ahora. Por lo que recuerdo, este asunto ya no cunde en los medios, puesto que esos 15 elegidos sufren el filtro normativo y no dependen ya del sorteo divino. Eso a la prensa ya no le interesa. Pero de hecho, los indultos siguen existiendo como una figura recuperadora de la libertad en cuanto el reo ya ha prescrito sus faltas con su comportamiento carcelario. Probablemente sea una norma edificante y necesaria. Otra cosa es que se aplique con justicia y racionalidad. Por ejemplo, al asesino del abuelo del capataz de “Metiendo bulla” por ser un caballero excesivamente enamoradizo.

La demostración de que la existencia de la norma y, por descontado, de la justificación jurídica no evita como hemos visto hace unos días que la acción política o corrupta pueda inmiscuirse en el procedimiento. Como ustedes sabrán, un conocido ejecutivo bancario, vinculado al banco de Santander de nuestro amigo Botín, ha sido indultado de unos delitos francamente graves en su profesión, por los que la judicatura, una vez comprobado fehacientemente el hecho, le sentenció debidamente.

En principio, nadie por su profesión, riqueza o influencia está exento de ser indultado. Eso es lógico e incluso cuerdo. Pero también lo son las debidas sospechas creadas por el momento elegido por el gobierno federal para zapaterilmente remachar la jugada. La decisión gubernativa, altísima decisión gubernativa, se tomó y se hizo pública (dentro de lo que cabe) después de las elecciones y una vez perdidas por el ejecutivo las escasísimas esperanzas electorales. Ambos hechos pudieran estar relacionados más allá de la coincidencia temporal en el calendario.

Además y para más INRI (nunca tan bien aplicado) la explicación de los porqués no figura en la transcripción de la rueda de prensa habitual después del consejo de ministros, Y no consta porque no la hubo.

Estamos pues, sin ninguna duda, frente a la, tal vez, última prebenda del actual presidente federal frente a los poderosos y frente a aquellos amigos que podrán en un futuro no muy lejano proporcionarle algo más que un retiro oficial: se me ocurren el Señor Pentágono y frau Merkel como amigos más que recientes. El Sr. Sáenz, el agraciado por el premio de hoy, es nada menos que vicepresidente segundo del banco de Santander y consejero delegado. Es decir, si Botín es dios, Sáenz es su Enviado en la Tierra. Lo que define suficientemente el tipo de favor, si tal es, y aquello que es consustancial a los favores: su devolución cuando haga falta. Como exigencia de don Vito.

Como en este país somos muy mal pensados (algún motivo freudiano habrá, que yo desconozco), tengo a bien excusarme por anticipado si en su día, o algún día, se sabe la motivación del premio y su justificación jurídica. Si esto se conoce y es consecuente con la legislación, ya digo, vayan por delante mis excusas más sentidas, mi arrepentimiento profundo y mi desconsolada pena, penita, pena por lo que hice.

Esto del negocio financiero da mucho de sí, tanto a las buenas, como a las malas. El volumen de dinero que en torno a la mala práctica bancaria se ha evaporado estos años tiene visos de no poder ser contado nunca, simplemente por su dimensión sideral. En cambio, lo que habitualmente acompaña a la mala gestión (y creo firmemente que hay en general algo más que simple error de gestión), como el despido, la reclamación de daños y perjuicios, la investigación fiscal, la intervención de la agencia tributaria, la de los comisarios Montalbano y Brunetti y otras variadas estancias jurídico- policiales no se está dando.

Algunas preguntas serán, en el inmediato futuro, tema obligado de las mejores novelas negras de la historia, por ejemplo: ¿Dónde estaba MAFO cuando se hundió CajaSur? ¿Por qué el Banco regulador no intervino al banco de Valencia, antes de que costará al gobierno sus buenos millones de euros (que por cierto no tiene, ¿de donde los habrán sacado?), ¿por qué el regulador bancario no quiso intervenir frente a un informe auditor sobre determinado negocio fracasado de Caixa de Catalunya, todo y que reconoció que hacía sus informes al dictado del consejero delegado de la caja? Y así mucho y mucho más. Por no decir etcétera.

En fin, ya ven que esto de las finanzas da para no terminar nunca. Yo de momento he encargado una caja fuerte empotrada que colocaré bajo los cimientos de mi casa (he comprobado que no pasará nunca ni el metro, ni el AVE, ni conducciones de alcantarilla excesivas), en donde iré acumulando favores y premios de cara al porvenir. Por supuesto, no le daré la contraseña a Mafo.

Lluis Casas, inasequible al desaliento. Sobre todo con desodorante bucal.

(1) La liberación de estos 15 presos responde a una tradición de mediados del siglo XVIII, cuyo origen se encuentra en Málaga (en Andalucía), una de las ciudades donde se vive con más devoción y pasión la Semana Santa.

Según la leyenda, en 1759 hubo una epidemia de peste que afectó con especial virulencia entre la población malagueña cobrándose numerosas vidas, por lo que obligó a las autoridades a cancelar las procesiones de Semana Santa.

Ante esta decisión, los reclusos de la prisión de Málaga pidieron al alcalde ser ellos quienes pasearan la imagen de la que se declaraban grandes devotos. La solicitud fue denegada por lo que se amotinaron en prisión y escaparon.

Llevaron a hombros la imagen por las diferentes calles de la ciudad en la procesión más larga que se recuerda en la Semana Santa malagueña. Tras la procesión, los presos volvieron a la cárcel.

Pero el hecho coincidió con una repentina desaparición de la epidemia por lo que fue interpretado como un milagro que impresionó al Rey Carlos III. Fue entonces cuando concedió a través de una pragmática real, este privilegio que se mantiene hasta nuestros días tras ser ratificado por el actual Monarca Juan Carlos I.