miércoles, 7 de diciembre de 2011

ESTAS CRISIS Y SU BALANCE (PROVISIONAL)





Pastora Pavón Niña de los Peines.



Noto en mi derredor que muchos ciudadanos se hallan perplejos por la torpeza, la lentitud y la ineficacia de los políticos con mando en plaza y de las instituciones europeas para hacer frente razonablemente a la crisis financiera. La mayoría de esos ciudadanos aceptan un margen de error y de torpeza frente a situaciones tan complejas como la que estamos viviendo, pero esa posición racional se rompe dejando aflorar el nerviosismo y el temor ante la dimensión de lo que ocurre en la escena y lo que se supone que pasa entre bambalinas.

Los ciudadanos tienen una conciencia favorable a que los elegidos y las instituciones propias de la democracia cuentan con las habilidades y las capacidades suficientes para, al menos, evitar los grandes accidentes. Esa confianza no está basada en el análisis histórico, sino en un sentimiento infantil cercano a la relación entre hijos y padres. Junto a ello, la dejación ciudadana de la acción política y social más allá del voto (si lo hay), recluyéndose en un acomodaticio sofá contemplativo, produce ese grito permanente en los medios en contra de la acción política o social y la sospecha absoluta y sin ninguna mesura contra todos los políticos, sean del partido o de la ideología que sean, en cuanto las cosas se tuercen.
No he oído hasta ahora ninguna protesta en la que se incluya la somera reflexión de que me pongo yo personalmente a actuar. Simplemente se alega que todo se hace mal, sin que el que critica se dé cuenta de que él está incluido también en el mundo de los torpes.

El ejemplo histórico nos confirma que los grandes errores en la gestión de las crisis son más habituales de lo que creemos y que se instauran por décadas y a veces sin posibilidad de rectificación alguna. La triste historia europea que va desde los primeros años del siglo XX hasta bien entrada la década de los cincuenta, es suficientemente demostrativa de la inmensa capacidad de equivocarse de los líderes, de las instituciones y de los ciudadanos, en una saga histórica sin interrupción. Después vendrán otras, Vietnam, Afganistán, la crisis financiera asiática, la crisis de la tecnología y lo de ahora mismo.

La Gran Guerra se produjo en contra de toda racionalidad y en función de multitud de errores de cálculo entre unos y otros. Alianzas inverosímiles, falta de contacto directo, valoraciones absurdas sobre los efectos de la guerra, incompetencia absoluta de los estados mayores de todos los ejércitos, entusiasmos ciudadanos masivos impulsados por unas conciencias nacionales tergiversadas y un larguísimo etcétera, lleno de horror y estupidez.

No solo el estallido del conflicto fue un inmenso error, la gestión durante su duración no lo fue menos y releyendo los acuerdos de Paris de 1919 podemos ver que el toque final fue de una monstruosidad increíble. De hecho, el final de la Gran Guerra fue simplemente el inicio de la segunda.

La avaricia y la codicia en distintas versiones, el imperialismo clásico de principios de siglo y el ansia de venganza posterior jugaron un papel fundamental en garantizar que el primer conflicto mundial sería seguido más pronto o más tarde por otro. Releer las fabulosas reclamaciones territoriales de unos u otros, atender a las cifras indemnizatorias exigidas son una forma esplendida de medir la estupidez de dignatarios, demócratas o no y de la aceptación pasiva o activa por parte de las ciudadanías respectivas de todo ello, a veces incluso con aplausos.

No hay que olvidar tampoco las enormes torpezas que permitieron a Franco vencer a la República Democrática, entre ellas la no intervención (solo para los que podían y debían ayudar a la República), que definió no solo la política de las democracias durante la guerra sino después, en un olvido de lo que representaba el franquismo incluso una vez el nazismo en clara derrota. España fue olvidada durante más de cuarenta años y el régimen dictatorial y fascista apoyado y protegido por las democracias occidentales. Un asunto por el que pasan diligentemente callados casi todos los autores de la historia reciente europea.

No es extraño, pues, la situación actual. Errores los hay a capazos, al mismo tiempo que intereses a muy corto plazo y ventajistas del poder que hacen su agosto con el riesgo brutal de todos.

Tampoco es lo único que está ahora mismo plagado de errores, en Durban, Sudáfrica, están reunidos el mundo entero para no alcanzar los acuerdos necesarios para evitar una hecatombe ambiental.

La crisis nuclear es otra. Lentamente las torpezas, los errores que la empresa y el gobierno japonés ha cometido a lo largo de años se van haciendo evidentes y comprobados. Un riesgo nuclear parece no merecer una atención solemne. Y cuando se pasa del riesgo a la catástrofe los únicos suicidados son los que dan la cara cargando con materiales radioactivos.

Por lo tanto, no se me extrañen ustedes, estamos en un mundo lleno de estupidez reforzada por la avaricia y la codicia, bajo el pensamiento que a mi esto no me ocurrirá nunca.

Lluis Casas antes del primer acueducto de Diciembre (¿para qué estará pensado este mes?)



LA CRISIS, BALANCE Y PERSPECTIVAS


Algunos lectores se sonreirán con el título, tal sea por que recuerdan a ciertos líderes políticos y sindicales y su orden del día propuesto. Tranquilícense que no va por ahí.

Hace ya muchos días que un servidor no comenta el estado de la crisis, a parte, claro está, de ciertas ironías que he ido añadiendo a casi todo lo que he escrito en este benevolente aunque inquietante medio.

De hecho no tengo mucho que añadir a lo dicho, a lo leído, a lo oído o a lo visto, puesto que en estos últimos meses se ha ido acumulando abundante literatura, imagen y sonido como para que nadie con suficientes entendederas (término del que me apropio y que utilizaba mi profesor de música frente a un oído particularmente resistente a la enseñanza) se encuentre desprovisto de guías espirituales. Últimamente al cúmulo de materiales se han añadido algunos provinentes de las diversas patrias peninsulares, el último que les transmito por encargo de mi amigo Ricard Fernández Ontiveros (descendiente del gran don Mateo Lisón y Biedma) es “La torre de la arrogancia" de Antón Costas y Xosé Carlos Arias. En palabras del propio Ricard, “Boccato di Cardinale”. De entre todo el material existente encuentro a faltar una guía del qué hacer (otro título controvertido), guía que tendría un éxito enorme. Me refiero, para que no sospechen de mi posible bolchevismo, a una guía para poner a buen recaudo ahorros, joyas, acciones y fondos de pensiones. Estoy pensando en ello junto a un editor parapandés.

En estos días, previos a los festivos anuales de clara inclinación a la hipocresía mutua, el riesgo europeo y mundial se acerca peligrosamente al máximo permitido. No se si son consciente de ello, pero la crisis se desencadena en el año 2007 en los USA, la crisis de las hipotecas, y se extiende a todo el sistema financiero occidental a través de los instrumentos desregulados, los bonos basura y toda la parafernalia de productos financieros indecentes. En España, en el año 2008 ya no había más duda respecto a su existencia que la del presidente federal.

Llevamos, por lo tanto, cuatro años en ella. Con despliegue acumulativo de víctimas y riesgos profundos. No hay tampoco duda alguna respecto a responsabilidades, causas y fechorías, tampoco respecto al poco caso que se hizo cuando unos cuantos advertían de las burbujas existentes. Por una causa o por la otra finanzas arriesgadas o inversiones inmobiliarias de locura, la contaminación de la crisis ha ocupado a todo el mundo occidental, en espera que China diga lo que tenga que decir. Alemania, ese país tan ordenado y ejemplar asumió riesgos financieros enormes, de tal modo que su sistema financiero es de los más afectados. Toda una demostración de que el calvinismo en según que momentos es tan poco previsor y racional como el catolicismo vaticanista más exacerbado (que teóricamente no cree ni en el dinero, ni en el trabajo). Y tan poco autocrítico como se está viendo en su canciller frau Merkel o los soliloquios del Presidente de la República francesa Monsieur Bla-bla-bla.

Este Guadiana que hemos vivido y que todavía nadie sabe cuanto durará, un Guadiana basado en la aplicación de recortes en el gasto público (por motivo de la ayuda a los bancos, deuda privada) que ha lanzado a la depresión a casi toda Europa y al impedimento para que el BCE hago su trabajo al margen de estatutos o de directivas germanas. El tiempo se está agotando en idas y venidas y el coste de todo ello lo están pagando los países de sur a través de tipos de interés imposibles y en compensación, Alemania se está financiando a tipos negativos. Eso se llama transferencia y es, tal vez, lo que motiva la intransigente posición germana. El tiempo les permite aligerar la carga propia y culpabilizar a los compradores de Audi, BMW y Mercedes del sur y del oeste.

El asunto está un tanto requemado en el horno y los riesgos que se toman pueden hacer de el tal que el carbón. Toda la estructura europea se está resintiendo y cada día se lazan más voces para su desmantelamiento parcial o total. Me da la impresión de encontrarme en pleno Paris en 1919. En un mercado en el que cada uno quiere meter mano al bolso del otro, sin hacer frente al verdadero problema.

El término “corralito”, en referencia al bloqueo de las cuentas en Argentina aparece diariamente en los medios y empieza a ser noticia la fuga de cuentas bancarias por el temor tanto al bloqueo en si, como a la pérdida de valor del dinero. El dinero en casa, podríamos decir, está más seguro que en el banco (ya no hay cajas, dignas de mención).

No soy agorero, y como no creyente me cuesta decirles que creo que al final (no sé cuando) las reparaciones consecuentes van a hacer su aparición. Pero como no las tengo todas conmigo voy a ir preparándome. A fin de cuentes, en un año me jubilan.


Lluis Casas haciendo testamento y corrigiendo las galeradas de mi libro “A la lima y al limón te vas a quedar soltera”.