viernes, 9 de septiembre de 2011

CATALANISMO




Era evidente que con la victoria electoral de CIU en Noviembre pasado volverían los tiempos del si pero no, estrategia a la que nos tenía tan habituados el pujolismo triunfante en relación a objetivos, medios y pactos. Ello, incluso admitiendo que era difícil adivinar justo en Noviembre pasado la compleja situación a la que se ha llegado en estos momentos del encaje de Catalunya en este estado frustrado español.


Si hacen memoria, con el dichoso, desgraciado e incompetente análisis del estatuto catalán hecho por el tribunal constitucional (Un tribunal obsoleto por los cuatro costados, tanto en tiempo, como en legitimidad, como en verdadera capacidad y en comprensión de la complejidad de la sociedad e, incluso, en la mera historia), parecía que el envite independentista se crecía y tomaba cuerpo una plataforma en cierto sentido nueva: hasta aquí hemos llegado, y como nos impiden ciertos avances, la nueva estrategia ya no es el posibilismo y el pacto permanente sino la preparación de la independencia. Una masiva manifestación dio en Julio del 2010 carácter presuntamente a esa impresión.


Luego las elecciones determinaron una mínima victoria de CIU y su determinación en pactar con el PP en el Parlament y posteriormente, después de las elecciones locales, en las entidades territoriales. La operación se hizo en un momento en que el PP había salido victorioso contra el estatut, había proclamado un españolismo cañí (el típico nacionalismo excluyente de raigambre imperial), se adentraba en las aguas del racismo y sacaba un excelente resultado electoral en Catalunya que podía anticipar lo que ocurriría en España posteriormente.


En estos meses no se ha notado en absoluto que la erupción volcánica de Julio del 2010 tuviese claras y verdaderas consecuencias políticas. El independentismo ni tan siquiera consiguió unificar la docena de ofertas electorales (y así sigue por lo que parece), CIU en su más que habitual táctica momentánea apuesta por el PP en aras de las próximas elecciones al Congreso y al Senado. Una inversión política en aras de vender estabilidad a Madrid y concierto económico en Catalunya. Una apuesta que aisladamente tiene poco recorrido.


Por ello, hoy con una nueva anotación en contra del catalanismo integrador, la sentencia judicial sobre la inmersión lingüística, interpretando que cada uno se cocine a voluntad su educación lingüística, el asunto se ha puesto rápidamente incandescente.


La desorientación es enorme entre el público, las palabras de ciertos políticos huelen que se las traen, algunos chulean con infantiles expresiones de amenaza, pero en definitiva, un año después del Julio del 2010, el catalanismo político racional, estructurante, social está desnudo y el independentismo absoluto se muestra más que incapaz de construir la mínima oferta política y social creíble. Una paradoja realmente sorprendente.


Un federalista como el que escribe debe reconocer que tal como van las cosas resulta harto difícil seguir dando la tabarra con una España de los pueblos, respetuosa con unos y con otros, racionalmente solidaria y contenta con su multilingüismo y su variedad cultural. En cuanto hablo de ello, las risas que provoco me hacen callar.


Si el independentismo está encallado en unos arrecifes difíciles de superar, si el federalismo no encuentra éxitos que lo acrediten, si la presión españolista continua, ¿Dónde está el camino de salida?


Les dejo ahí la pregunta, yo personalmente, embargado de escepticismo seguiré entendiendo que lo más conveniente es una España federal alejada de los menosprecios y racional en sus subvencionadas cruzadas.



Lluis Casas buscando dónde depositar el voto. Próximamente les hablaré de nuevo de economía política, se lo aseguro.