La información económica o pseudo económica abunda en los medios de comunicación. A veces, por excesiva, resulta poco informadora. A menudo, la acumulación de noticias, sueltos y artículos de pago no aportan ningún conocimiento positivo y, ni siquiera, regulín regulán. Dicha abundancia no supone en modo alguno que lo que los medios dicen represente las distintas visiones sobre la economía y sean un reflejo cabal de la realidad. Ni mucho menos. El embargo prácticamente total del pensamiento económico no liberal (o ultraliberal según algunas opiniones) es absoluto o casi. Ello impone un paradigma social desviado hacia los intereses reales de los sectores de poder, las finanzas, las grandes empresas, etc. y de sus acólitos propagandistas.
La presente crisis, fruto del fracaso total del liberalismo y de la previa destrucción del ámbito público de la economía (en términos reales o morales), es el ejemplo evidente de esa dictadura (que no simplemente hegemonía) de pensamiento y de acción política. No hay duda que, incluso entre los sectores socialdemócratas, el liberalismo ha hecho furor. Un furor basado en la supremacía de lo personal sobre lo colectivo y que ni siquiera hoy, frente a la demostración de que la mayor crisis desde 1929 se supera mediante la acción keynesiana, tiende a debilitarse o, al menos, a reconocer su derrota sin causar más daños (directos y colaterales) de los ya logrados.
La falaz insistencia en volver rápidamente al superávit público caiga quien caiga, y sin haber consolidado el crecimiento, muestra la ceguera intelectual, política y humana de quienes se habían erigido en los únicos propietarios de la verdad revelada en economía. Ni la realidad, ni el peligro les alientan a rectificar. Creo que el cristianismo tiene un nombre para esta patología social y personal.
Los periódicos, radios y televisiones, por no citar los nuevos instrumentos de la globoesfera, están repletos de esa avasalladora influencia. Hoy mismo desde Catalunya Radio, el locutor apenas despierto a las siete de la mañana, ensalzaba al bienintencionado presidente del banco de España, como si fuera el augur definitivo cuando señalaba la reforma laboral como el eje del triunfo sobre la crisis. A las siete de la mañana es más que un logro ensalzar al MAFO. El periodista, que el día anterior hubo de aceptar los errores cometidos en los comentarios sobre el incendio de Horta de San Joan, realizados durante más de dos meses de contumaz constancia, no acertará a darse con la realidad de las falsedades económicas e históricas que emite diariamente por que nadie acepta la emisión de las opiniones y de la demostración empírica de los no liberales, por darles un nombre genérico a un colectivo muy diverso. El periodista ahí está perdido entre su insubstancia y su desconocimiento orgulloso.
El mundo que vale la pena vivir se ha desarrollado bajo el prisma de la economía pública. En realidad surgido de una mezcla en torno al 50% de la pública y la privada, en cambio por esas malas e incontestadas influencias, nos sumergimos cada día en el mito liberal que nos lleva a vivir peor, a la mayoría y a los que deberían disfrutar de un futuro y a tratar al planeta como si de una vaca lechera eterna se tratara, a la vez que a no reflexionar más allá de los intereses más primarios de la humanidad, el poder del dinero.
Ahí van confusiones y alteraciones de la realidad económica, o al menos algunas de ellas entrevistas a menudo en la prensa:
1. CRECIMIENTO Y DESARROLLO
No es lo mismo. Hoy prima el crecimiento sobre el concepto de desarrollo. Este posee componentes de igualdad, de despliegue del estado de bienestar que el concepto abrupto de crecimiento no posee. Para el primero, lo importante es el PIB, sea del modo que sea. Para el segundo, lo importante es la distribución del PIB, su calidad, incluso a costa de PIBS menores. La diferencia final está en las sociedades más igualitarias y sociales.
2. MEDIO AMBIENTE Y CRECIMIENTO.
El crecimiento medido como una simple ecuación estándar tiende a devorar al planeta. Su medición nada nos dice del futuro, ni del inmediato futuro en términos de pérdidas biológicas, cargas ambientales, etc. Ningún concepto económico puede hoy día ser citado sin los complementos adecuados que expresen su vialidad futura. Crecer y destruir, no es desarrollarse, ni mejorar. Aunque circunstancialmente nos lo parezca, o le parezca a alguno cuando mira su propio bolsillo.
3. FINANZAS Y ECONOMIA REAL.
El alejamiento del sistema financiero de la producción real de bienes y servicios (bienes y servicios con utilidad real en la vida diaria de personas y empresas) ha sido tal en estas últimas décadas que se ha convertido en el principal elemento de la crisis mundial e inestabilidad. El retorno a un sistema más pautado, regulado y aburrido, como gusta decir el premio Nobel Krugmann, es una necesidad prioritaria. Así como la desaparición de los paraísos fiscales y de la inversión simplemente especulativa, sin valor añadido ninguno, que circula por el mundo como un pirata o bucanero o saqueador o filibustero. Aunque, en fin, más bien son corsarios o corsos ya que disponen de licencia de los estados. Si ese capital fluido disponible se invirtiera en medios de desarrollo, que generan también ganancias, habría capital para todos los buenos fines ambientales y sociales del planeta.
4. QUÉ GASTO IMPULSA LA ECONOMIA.
La concepción liberal atribuye a la economía pública todos los males del desaprovechamiento de recursos. Tiende a ver en el gasto público un elemento de despilfarro que frena lo que entiende como crecimiento, por lo que no atiende al concepto de desarrollo. Frente a un sistema de salud público, ve la necesidad de los seguros privados. Frente a infraestructuras públicas ve las concesiones. Y así todo. Rehuye siempre el debate en profundidad y no le importa el argumento que en los USA, con la peor sanidad del mundo desarrollado se gastan más del doble en porcentaje del PIB que en los países en donde existe algo parecido a un sistema de salud público. Tampoco importa la cobertura de esa sanidad. Si el 15% de la población vive sin ella debe ser a causa de la bondad de las hamburguesas. Simplemente para el liberalismo radical, el gasto público es el comunismo. Por el contrario, los estudios a largo plazo atribuyen a las economías mixtas, con una fuerte participación del gasto público en bienes y servicios colectivos, un desarrollo superior y unos índices de calidad de vida ampliamente mejores. Las respuestas de esas sociedades a las crisis son más eficaces y la estabilidad social y económica a largo plazo más sólida. En definitiva, los trabajadores públicos y una gestión adecuada de ellos son garantía de calidad de vida. Para que entiendan, Catalunya es la CCAA con menos trabajadores públicos del estado federal, a pesar de ello en los programas anticrisis de la derecha y de alguna izquierda torpe nos hablan de la reducción de sus efectivos como el paradigma de lo bueno. Se trata, pura y llanamente, de eliminar sanitarios o educandos o trabajadores sociales que son las cohortes básicas del trabajo público. A cambio les ofrecerán pólizas privadas que les garantizaran la asistencia siempre y cuando no sean muy caros de mantener.
5. DEFICIT PÚBLICO Y PRIVADO, O DEUDA.
Otro mito estelar. El liberal no tiene ojos más que para el déficit o deuda pública. Y echa chispas en cuanto esta supera un determinado porcentaje del PIB. Nada dice, en principio, de la deuda privada, la de las empresas o de los particulares. Sobre todo si esa deuda es con el sistema bancario, elemento de credibilidad de carácter absoluto para el liberal adscrito a un consejo de administración bancario o a sus flujos de recompensa. Nada opina de los objetivos sociales y económicos que cumple la deuda o el déficit. Eso no toca. La crisis, sorprendentemente y además poco explicado, se desarrolla sobre la idea de una deuda privada inmensa. Causada por los precios obtusos inmobiliarios y la especulación y el apalancamiento financiero. Nada dijo en su día la derecha o los liberales de ello, les parecía que todo era oro cuando se estaba cavando una tumba colectiva. En cambio, los gobiernos, en general, estaban en paz con el déficit. Una vez en marcha la crisis y debido a la caída brutal del consumo y por ende de los ingresos fiscales, fue el déficit público/deuda lo que ha permitido capear hasta ahora el temporal. En espera de acontecimientos por venir. De nuevo, los países con mayor capacidad pública, una combinación de capital social y de gasto público, han sido ejemplos en la salida de la crisis. O de su intento, hasta el momento. El riesgo actual es que el gasto público se ha visto frenado por ese sindicato del crimen apalancado en su odio al déficit. Tal vez en unos meses veamos que los gobiernos se quedaron cortos. Como ya sucedió en otras circunstancias y en otros países.
6. BIENESTAR Y PRODUCTIVIDAD.
Para el liberal, el sindicato o el acuerdo social no existe o no debiera existir, puesto que tiende a incrementar el salario. Con ello nos confirma el carácter mitológico y no racional del liberalismo (y con los sindicatos todo aquello que imprima una detracción al gasto privado para desplegar servicios públicos). El liberalismo dice, sin más prueba que su sola afirmación, que la productividad va asociada a un mundo sin sindicato y sin gasto público. Vean ustedes la lista de los países más productivos y tendrán las pruebas fehacientes de lo contrario. La productividad tiene tres bases, el capital social, producto de la acción pública (educación, prestaciones sociales, infraestructuras, etc.), la inversión privada en investigación y desarrollo y un sistema laboral y de retribución salarial con garantías y adecuado a las necesidades del momento.
En una reciente revista económica, La Caixa en su Informe Mensual, se dice que la empresa exportadora (reflejo del significado de productividad y competitividad) se distingue por que son mayores que la media, más intensivas en capital, más productivas y pagan mayores salarios. Y añade que esas características se repiten en las empresas de éxito aunque no exporten. No tengo nada más que añadir que citar el entorno de esas empresas, entorno conformado por el capital social, eje de la actuación pública y del presupuesto.
7. PRODUCTIVIDAD Y DESARROLLO
El liberalismo tiende a exigir bajos salarios y un sistema de contratación, digamos, flexible. Y arguye que esta es la manera de crecer, aunque ya sabemos que en nuestro argot crecer no es desarrollarse. Eso es una falacia más que se desmonta como siempre, yendo a la realidad de los hechos históricos. La productividad, como el cociente entre producto y medios de producción, exige tanto mano de obra, como inversión en capital y en conocimiento. El factor trabajo es un elemento, y muy a menudo uno menor. Creo recordar que en un vehiculo SEAT el componente de trabajo final no pasa del 10%. La historia nos confirma además que el acicate de unos salarios y de una protección social adecuadas tiende a impulsar la productividad empresarial, a favorecer la búsqueda de productos de alto valor añadido y a incluir más inversión en capital y conocimiento. Es como pedalear, una pedalada impulsa a la siguiente. En cambio, en países o sectores con bajos salarios el desarrollo empresarial, el incremento de productividad se ve substituido por beneficios brutos que no resisten el desarrollo social, ni la competencia. Los liberales tienden a ignoran que la reducción del salario en la componente PIB que se ha producido en España en los últimos años es una forma de crear una demanda sujeta al consumo más básico y absolutamente dependiente de la menor crisis.
8. CAPITAL PÚBLICO Y DESARROLLO
Otro concepto que sufre un profundo rechazo por parte del liberalismo campante es la concepción de que un estado moderno y social debe generar un potente capital público, equipamientos, infraestructuras, etc. que son la base de la competitividad de la sociedad. Ese esfuerzo, que es permanente y acumulativo, genera un gasto público que supone a menudo una deuda. El esquema no es aceptado por los liberales que consideran el gasto público como un despilfarro, como ya he señalado. La verdad a la vista incluso de los miopes como yo está en las sociedades más avanzadas y más equilibradas y justas. En ellas ese capital público ha sido desarrollado permanentemente y se ha transformado en la base de un desarrollo que permite un bienestar y una competitividad elevados.
9. EDUCACIÓN Y DESARROLLO
Como el comentario anterior, la educación debe ser vista como una inversión y un capital social. También como lo anterior es la base tanto de la competitividad bien entendida (valor añadido y no bajos salarios) como de una sociedad estable y justa. El liberalismo tiende a la diglosia social, enseñanza de calidad de pago y un sistema público penalizado para los rechazados.
10. DEMOGRAFIA Y PENSIONES
Ya les he hablado de las innumerables incoherencias que un análisis puramente demográfico pude causar en la comprensión del funcionamiento del sistema de pensiones. El liberalismo tiende a incluir solo los parámetros que a priori le son favorables para argumentar en contra de las pensiones públicas, dejando que la vía alternativa sea la pensión privada.
11. PENSIONES PÚBLICAS Y PRIVADAS
De hecho es casi lo mismo y las dos son susceptibles de sufrir las mismas enfermedades aunque con mortalidad distinta. No es en absoluto cierto que la pensión privada pueda sobrevivir a la pública en un contexto de crisis. Al contrario, las privadas según y como estén estructuradas, son más débiles frente a circunstancias adversas. Las pensiones, es decir los derechos de futuro, se acreditan por que la economía puede responder adecuadamente en el momento del devengo. La pensión pública española se basa en aportaciones de hoy para los trabajadores de ayer, hoy jubilados, y en la certeza que los ahora cotizantes van a ser tratados del mismo modo en el futuro. Ello será posible si la economía española genera suficiente excedente para ello. Todo, independientemente del tipo de financiación, lo mismo pasa si es vía impuestos o vía cotizaciones específicas. La pensión privada tiene la misma caracterización, se detrae un ahorro, un excedente de hoy, se invierte en la creencia que esa inversión va a generar ingresos para el futuro. Ello será si todo va bien, si la pensión se basa en un ahorro depositado en acciones de empresas que van a desaparecer, la pensión se evapora, no queda nada. Cosa que ha ocurrido multitud de veces en ambientes especialmente liberales. Recuerdo que un amigo australiano tuvo que pillar un avión a toda prisa por la presunta desaparición de su fondo de pensiones privado. No ha vuelto.
12. LA FISCALIDAD Y LA SOCIEDAD DEMOCRATICA.
Por último aparece el segundo horror para los liberales, la fiscalidad. El alimento del gasto público. La explicación aquí es tan simple que da risa. Los liberales rechazan un sistema fiscal progresivo y potente por dos razones, la primera que es la base inexcusable de la capacidad de gasto público, es el sistema de financiación de las prestaciones sociales, es la base financiera de la educación, la sanidad y los servicios sociales, etc. Eso ya es un horror y un dispendio que consideran excesivo y amedrentador de las ganas de trabajar. Mito liberal donde los haya. El liberal considera al hambre y la desgracia no atendidas los factores que motivan al trabajo. Son como el antiguo testamento. El trabajo es un castigo divino y el humano pobre tiene la permanente tentación de vivir de rentas. Como los ricos, más o menos. El segundo motivo es más rotundo. Un sistema fiscal moderno distribuye sus cargas (o distribuía antes de la presión liberal) de acuerdo a la riqueza de cada cual. Quien más tiene más paga. De ello se deduce que a menos fisco menos pagan los que tienen más. De ahí se deduce esa enorme presión por aligerar la fiscalidad directa por la indirecta. Al fin y al cabo por una barra de pan paga lo mismo un rico que un pobre.
Añadan ustedes otros conceptos, la lista puede ser muy larga y muy interesante. Aprendan además a distinguir entre una administración pública adecuada y benefactora de la que podría ser un instrumento mal afilado. Háganlo por que lo mismo ocurre en el mundo privado, hay empresas bien dirigidas y otras que no. Y no por ello las culpas recaen en el concepto.
Todo ello, a pesar de las apariencias, no es excesivamente complejo para cualquier medio de comunicación deseoso de informar adecuadamente. No estamos ante un modelo de física quántica que exige ecuaciones exponenciales. Es simplemente contemplar el mundo con la sospecha de que todo lo que vemos tiene, como mínimo, matices que cambian lo que vemos. Por cierto, lo que vemos no es lo que es, sino lo que el cerebro interpreta. Por eso mismo. (Ite, missa est)
Lluis Casas coadjutor. (Texto de la Conferencia pronunciada en el Centro de Estudios Jean Meslier de Parapanda, hace unos días)
La presente crisis, fruto del fracaso total del liberalismo y de la previa destrucción del ámbito público de la economía (en términos reales o morales), es el ejemplo evidente de esa dictadura (que no simplemente hegemonía) de pensamiento y de acción política. No hay duda que, incluso entre los sectores socialdemócratas, el liberalismo ha hecho furor. Un furor basado en la supremacía de lo personal sobre lo colectivo y que ni siquiera hoy, frente a la demostración de que la mayor crisis desde 1929 se supera mediante la acción keynesiana, tiende a debilitarse o, al menos, a reconocer su derrota sin causar más daños (directos y colaterales) de los ya logrados.
La falaz insistencia en volver rápidamente al superávit público caiga quien caiga, y sin haber consolidado el crecimiento, muestra la ceguera intelectual, política y humana de quienes se habían erigido en los únicos propietarios de la verdad revelada en economía. Ni la realidad, ni el peligro les alientan a rectificar. Creo que el cristianismo tiene un nombre para esta patología social y personal.
Los periódicos, radios y televisiones, por no citar los nuevos instrumentos de la globoesfera, están repletos de esa avasalladora influencia. Hoy mismo desde Catalunya Radio, el locutor apenas despierto a las siete de la mañana, ensalzaba al bienintencionado presidente del banco de España, como si fuera el augur definitivo cuando señalaba la reforma laboral como el eje del triunfo sobre la crisis. A las siete de la mañana es más que un logro ensalzar al MAFO. El periodista, que el día anterior hubo de aceptar los errores cometidos en los comentarios sobre el incendio de Horta de San Joan, realizados durante más de dos meses de contumaz constancia, no acertará a darse con la realidad de las falsedades económicas e históricas que emite diariamente por que nadie acepta la emisión de las opiniones y de la demostración empírica de los no liberales, por darles un nombre genérico a un colectivo muy diverso. El periodista ahí está perdido entre su insubstancia y su desconocimiento orgulloso.
El mundo que vale la pena vivir se ha desarrollado bajo el prisma de la economía pública. En realidad surgido de una mezcla en torno al 50% de la pública y la privada, en cambio por esas malas e incontestadas influencias, nos sumergimos cada día en el mito liberal que nos lleva a vivir peor, a la mayoría y a los que deberían disfrutar de un futuro y a tratar al planeta como si de una vaca lechera eterna se tratara, a la vez que a no reflexionar más allá de los intereses más primarios de la humanidad, el poder del dinero.
Ahí van confusiones y alteraciones de la realidad económica, o al menos algunas de ellas entrevistas a menudo en la prensa:
1. CRECIMIENTO Y DESARROLLO
No es lo mismo. Hoy prima el crecimiento sobre el concepto de desarrollo. Este posee componentes de igualdad, de despliegue del estado de bienestar que el concepto abrupto de crecimiento no posee. Para el primero, lo importante es el PIB, sea del modo que sea. Para el segundo, lo importante es la distribución del PIB, su calidad, incluso a costa de PIBS menores. La diferencia final está en las sociedades más igualitarias y sociales.
2. MEDIO AMBIENTE Y CRECIMIENTO.
El crecimiento medido como una simple ecuación estándar tiende a devorar al planeta. Su medición nada nos dice del futuro, ni del inmediato futuro en términos de pérdidas biológicas, cargas ambientales, etc. Ningún concepto económico puede hoy día ser citado sin los complementos adecuados que expresen su vialidad futura. Crecer y destruir, no es desarrollarse, ni mejorar. Aunque circunstancialmente nos lo parezca, o le parezca a alguno cuando mira su propio bolsillo.
3. FINANZAS Y ECONOMIA REAL.
El alejamiento del sistema financiero de la producción real de bienes y servicios (bienes y servicios con utilidad real en la vida diaria de personas y empresas) ha sido tal en estas últimas décadas que se ha convertido en el principal elemento de la crisis mundial e inestabilidad. El retorno a un sistema más pautado, regulado y aburrido, como gusta decir el premio Nobel Krugmann, es una necesidad prioritaria. Así como la desaparición de los paraísos fiscales y de la inversión simplemente especulativa, sin valor añadido ninguno, que circula por el mundo como un pirata o bucanero o saqueador o filibustero. Aunque, en fin, más bien son corsarios o corsos ya que disponen de licencia de los estados. Si ese capital fluido disponible se invirtiera en medios de desarrollo, que generan también ganancias, habría capital para todos los buenos fines ambientales y sociales del planeta.
4. QUÉ GASTO IMPULSA LA ECONOMIA.
La concepción liberal atribuye a la economía pública todos los males del desaprovechamiento de recursos. Tiende a ver en el gasto público un elemento de despilfarro que frena lo que entiende como crecimiento, por lo que no atiende al concepto de desarrollo. Frente a un sistema de salud público, ve la necesidad de los seguros privados. Frente a infraestructuras públicas ve las concesiones. Y así todo. Rehuye siempre el debate en profundidad y no le importa el argumento que en los USA, con la peor sanidad del mundo desarrollado se gastan más del doble en porcentaje del PIB que en los países en donde existe algo parecido a un sistema de salud público. Tampoco importa la cobertura de esa sanidad. Si el 15% de la población vive sin ella debe ser a causa de la bondad de las hamburguesas. Simplemente para el liberalismo radical, el gasto público es el comunismo. Por el contrario, los estudios a largo plazo atribuyen a las economías mixtas, con una fuerte participación del gasto público en bienes y servicios colectivos, un desarrollo superior y unos índices de calidad de vida ampliamente mejores. Las respuestas de esas sociedades a las crisis son más eficaces y la estabilidad social y económica a largo plazo más sólida. En definitiva, los trabajadores públicos y una gestión adecuada de ellos son garantía de calidad de vida. Para que entiendan, Catalunya es la CCAA con menos trabajadores públicos del estado federal, a pesar de ello en los programas anticrisis de la derecha y de alguna izquierda torpe nos hablan de la reducción de sus efectivos como el paradigma de lo bueno. Se trata, pura y llanamente, de eliminar sanitarios o educandos o trabajadores sociales que son las cohortes básicas del trabajo público. A cambio les ofrecerán pólizas privadas que les garantizaran la asistencia siempre y cuando no sean muy caros de mantener.
5. DEFICIT PÚBLICO Y PRIVADO, O DEUDA.
Otro mito estelar. El liberal no tiene ojos más que para el déficit o deuda pública. Y echa chispas en cuanto esta supera un determinado porcentaje del PIB. Nada dice, en principio, de la deuda privada, la de las empresas o de los particulares. Sobre todo si esa deuda es con el sistema bancario, elemento de credibilidad de carácter absoluto para el liberal adscrito a un consejo de administración bancario o a sus flujos de recompensa. Nada opina de los objetivos sociales y económicos que cumple la deuda o el déficit. Eso no toca. La crisis, sorprendentemente y además poco explicado, se desarrolla sobre la idea de una deuda privada inmensa. Causada por los precios obtusos inmobiliarios y la especulación y el apalancamiento financiero. Nada dijo en su día la derecha o los liberales de ello, les parecía que todo era oro cuando se estaba cavando una tumba colectiva. En cambio, los gobiernos, en general, estaban en paz con el déficit. Una vez en marcha la crisis y debido a la caída brutal del consumo y por ende de los ingresos fiscales, fue el déficit público/deuda lo que ha permitido capear hasta ahora el temporal. En espera de acontecimientos por venir. De nuevo, los países con mayor capacidad pública, una combinación de capital social y de gasto público, han sido ejemplos en la salida de la crisis. O de su intento, hasta el momento. El riesgo actual es que el gasto público se ha visto frenado por ese sindicato del crimen apalancado en su odio al déficit. Tal vez en unos meses veamos que los gobiernos se quedaron cortos. Como ya sucedió en otras circunstancias y en otros países.
6. BIENESTAR Y PRODUCTIVIDAD.
Para el liberal, el sindicato o el acuerdo social no existe o no debiera existir, puesto que tiende a incrementar el salario. Con ello nos confirma el carácter mitológico y no racional del liberalismo (y con los sindicatos todo aquello que imprima una detracción al gasto privado para desplegar servicios públicos). El liberalismo dice, sin más prueba que su sola afirmación, que la productividad va asociada a un mundo sin sindicato y sin gasto público. Vean ustedes la lista de los países más productivos y tendrán las pruebas fehacientes de lo contrario. La productividad tiene tres bases, el capital social, producto de la acción pública (educación, prestaciones sociales, infraestructuras, etc.), la inversión privada en investigación y desarrollo y un sistema laboral y de retribución salarial con garantías y adecuado a las necesidades del momento.
En una reciente revista económica, La Caixa en su Informe Mensual, se dice que la empresa exportadora (reflejo del significado de productividad y competitividad) se distingue por que son mayores que la media, más intensivas en capital, más productivas y pagan mayores salarios. Y añade que esas características se repiten en las empresas de éxito aunque no exporten. No tengo nada más que añadir que citar el entorno de esas empresas, entorno conformado por el capital social, eje de la actuación pública y del presupuesto.
7. PRODUCTIVIDAD Y DESARROLLO
El liberalismo tiende a exigir bajos salarios y un sistema de contratación, digamos, flexible. Y arguye que esta es la manera de crecer, aunque ya sabemos que en nuestro argot crecer no es desarrollarse. Eso es una falacia más que se desmonta como siempre, yendo a la realidad de los hechos históricos. La productividad, como el cociente entre producto y medios de producción, exige tanto mano de obra, como inversión en capital y en conocimiento. El factor trabajo es un elemento, y muy a menudo uno menor. Creo recordar que en un vehiculo SEAT el componente de trabajo final no pasa del 10%. La historia nos confirma además que el acicate de unos salarios y de una protección social adecuadas tiende a impulsar la productividad empresarial, a favorecer la búsqueda de productos de alto valor añadido y a incluir más inversión en capital y conocimiento. Es como pedalear, una pedalada impulsa a la siguiente. En cambio, en países o sectores con bajos salarios el desarrollo empresarial, el incremento de productividad se ve substituido por beneficios brutos que no resisten el desarrollo social, ni la competencia. Los liberales tienden a ignoran que la reducción del salario en la componente PIB que se ha producido en España en los últimos años es una forma de crear una demanda sujeta al consumo más básico y absolutamente dependiente de la menor crisis.
8. CAPITAL PÚBLICO Y DESARROLLO
Otro concepto que sufre un profundo rechazo por parte del liberalismo campante es la concepción de que un estado moderno y social debe generar un potente capital público, equipamientos, infraestructuras, etc. que son la base de la competitividad de la sociedad. Ese esfuerzo, que es permanente y acumulativo, genera un gasto público que supone a menudo una deuda. El esquema no es aceptado por los liberales que consideran el gasto público como un despilfarro, como ya he señalado. La verdad a la vista incluso de los miopes como yo está en las sociedades más avanzadas y más equilibradas y justas. En ellas ese capital público ha sido desarrollado permanentemente y se ha transformado en la base de un desarrollo que permite un bienestar y una competitividad elevados.
9. EDUCACIÓN Y DESARROLLO
Como el comentario anterior, la educación debe ser vista como una inversión y un capital social. También como lo anterior es la base tanto de la competitividad bien entendida (valor añadido y no bajos salarios) como de una sociedad estable y justa. El liberalismo tiende a la diglosia social, enseñanza de calidad de pago y un sistema público penalizado para los rechazados.
10. DEMOGRAFIA Y PENSIONES
Ya les he hablado de las innumerables incoherencias que un análisis puramente demográfico pude causar en la comprensión del funcionamiento del sistema de pensiones. El liberalismo tiende a incluir solo los parámetros que a priori le son favorables para argumentar en contra de las pensiones públicas, dejando que la vía alternativa sea la pensión privada.
11. PENSIONES PÚBLICAS Y PRIVADAS
De hecho es casi lo mismo y las dos son susceptibles de sufrir las mismas enfermedades aunque con mortalidad distinta. No es en absoluto cierto que la pensión privada pueda sobrevivir a la pública en un contexto de crisis. Al contrario, las privadas según y como estén estructuradas, son más débiles frente a circunstancias adversas. Las pensiones, es decir los derechos de futuro, se acreditan por que la economía puede responder adecuadamente en el momento del devengo. La pensión pública española se basa en aportaciones de hoy para los trabajadores de ayer, hoy jubilados, y en la certeza que los ahora cotizantes van a ser tratados del mismo modo en el futuro. Ello será posible si la economía española genera suficiente excedente para ello. Todo, independientemente del tipo de financiación, lo mismo pasa si es vía impuestos o vía cotizaciones específicas. La pensión privada tiene la misma caracterización, se detrae un ahorro, un excedente de hoy, se invierte en la creencia que esa inversión va a generar ingresos para el futuro. Ello será si todo va bien, si la pensión se basa en un ahorro depositado en acciones de empresas que van a desaparecer, la pensión se evapora, no queda nada. Cosa que ha ocurrido multitud de veces en ambientes especialmente liberales. Recuerdo que un amigo australiano tuvo que pillar un avión a toda prisa por la presunta desaparición de su fondo de pensiones privado. No ha vuelto.
12. LA FISCALIDAD Y LA SOCIEDAD DEMOCRATICA.
Por último aparece el segundo horror para los liberales, la fiscalidad. El alimento del gasto público. La explicación aquí es tan simple que da risa. Los liberales rechazan un sistema fiscal progresivo y potente por dos razones, la primera que es la base inexcusable de la capacidad de gasto público, es el sistema de financiación de las prestaciones sociales, es la base financiera de la educación, la sanidad y los servicios sociales, etc. Eso ya es un horror y un dispendio que consideran excesivo y amedrentador de las ganas de trabajar. Mito liberal donde los haya. El liberal considera al hambre y la desgracia no atendidas los factores que motivan al trabajo. Son como el antiguo testamento. El trabajo es un castigo divino y el humano pobre tiene la permanente tentación de vivir de rentas. Como los ricos, más o menos. El segundo motivo es más rotundo. Un sistema fiscal moderno distribuye sus cargas (o distribuía antes de la presión liberal) de acuerdo a la riqueza de cada cual. Quien más tiene más paga. De ello se deduce que a menos fisco menos pagan los que tienen más. De ahí se deduce esa enorme presión por aligerar la fiscalidad directa por la indirecta. Al fin y al cabo por una barra de pan paga lo mismo un rico que un pobre.
Añadan ustedes otros conceptos, la lista puede ser muy larga y muy interesante. Aprendan además a distinguir entre una administración pública adecuada y benefactora de la que podría ser un instrumento mal afilado. Háganlo por que lo mismo ocurre en el mundo privado, hay empresas bien dirigidas y otras que no. Y no por ello las culpas recaen en el concepto.
Todo ello, a pesar de las apariencias, no es excesivamente complejo para cualquier medio de comunicación deseoso de informar adecuadamente. No estamos ante un modelo de física quántica que exige ecuaciones exponenciales. Es simplemente contemplar el mundo con la sospecha de que todo lo que vemos tiene, como mínimo, matices que cambian lo que vemos. Por cierto, lo que vemos no es lo que es, sino lo que el cerebro interpreta. Por eso mismo. (Ite, missa est)
Lluis Casas coadjutor. (Texto de la Conferencia pronunciada en el Centro de Estudios Jean Meslier de Parapanda, hace unos días)