miércoles, 3 de febrero de 2010

CONTRA LOS ARGUMENTOS FALACES






Presiento que cuando lean ustedes lo que sigue todos serán catedráticos de demografía, de fiscalidad, de déficit público y de política práctica. No hay nada mejor para animar al personal a interesarse por los asuntos públicos que tocarle… la cartera. Y eso de la jubilación tiene mucho que ver con la cartera. La de uno y la de todos.


Una mente racional esperaría que una medida del tipo que el gobierno ha anunciado fuera precedida de informes sesudos, comentarios explicativos, negociaciones por lo bajini y otras muchas circunstancias favorables a la comprensión y aceptación social. Lógicamente para ello es imprescindible que las apretadas de cinturón sean compartidas socialmente y lo más equitativas que la inteligencia y la política social permitan. Pero, tal como nos tiene acostumbrados el presidente federal, eso no ha sido así de ninguna de las maneras.


Uno. La evolución demográfica, que forma parte del núcleo del problema --gobierno dixit-- es una técnica supeditada a factores de cierta imprevisibilidad. Hace ya décadas que a la vista de la demografía española se apuntaba una crisis por falta de relevos, una crisis financiera de la Seguridad Social por falta de cotizantes y otras muchas desgracias. Nada de lo previsto ha ocurrido. Al contrario, las cuentas de la SS han entrado afortunadamente en superávit, el relevo demográfico ha sido cubierto por la inmigración y, no hace más de dos años (antes del estallido revolucionario de los banqueros e inmobiliarios) todo parecía estar dentro de las coordenadas de la corrección.


Si bien es más que cierto que la demografía de los indígenas españoles está un tanto alicaída, ello no es debido a una falta de interés por la acción previa a la reproducción humana, sino por puro cálculo. Las familias establecen su política reproductiva de acuerdo a parámetros medianamente inteligentes. Los dos (la pareja reproductora) trabajan o lo pretenden, ello conlleva la necesidad de servicios de guardería y una retahíla de medidas adjuntas poco visibles por su escasez actual. La vivienda, estando donde estaba y donde sigue estando, detrae recursos financieros que impiden pensar o desear una familia de, con perdón, muchos miembros. Los horarios de trabajo no ayudan tampoco a esa reclusión doméstica para abastecer las necesidades de los cachorros. Si uno tiene mala suerte y con la familia surgen problemas sanitarios u otros que puedan cronificarse, quien la sufre la palma. Principio inexcusable de las políticas familiares hispánicas (de derecha e izquierda). No hay ayudas, ni servicios adecuados, etc. etc. Finalmente un salario digno y suficiente hace mucho por la actividad nocturna sin protección. Por todo ello, afirmo que la visión demográfica del Gobierno federal tiene un componente de estrabismo muy alto. Políticas de vivienda, de guardería de ayudas familiares, de compatibilización real del trabajo, de ayuda a la mujer y a la familia y un largísimo etcétera del estado de bienestar son imprescindibles.


El recorrido lo han cubierto antes los países nórdicos, Alemania y muchos otros. Aunque venían de muy abajo, hoy estos tienen tasas demográficas mucho más decentes que nosotros. En las universidades alemanas no es raro ver madres y padres asistiendo a clase. Cosa que sorprendió de tal manera a mi hija que me llamó como si hubiera visto un extraterrestre. La cosa es simple, si la familia o cualquier equivalente tiene garantías de vivienda, sueldo o beca adecuados, recursos públicos suficientes, etc. la tasa de relevo deja de ser un problema.


La deducción final es simple, la demografía nunca, excepto casos excepcionales, es un castigo bíblico y las políticas racionales del estado de bienestar ayudan y mucho a establecer tasas de relevo generacional razonables. Ahí, pues, está el primer agujero del Gobierno y de todos los que esgrimen como algo intrínseco a los hispánicos es escaso entusiasmo por tener descendencia.


Otrosí es la escasez de cotizantes. Argumento que ha sido transgredido muchas veces, así que la economía coge carrerilla, los sueldos son lo suficientemente adecuados para salir de casa y, de nuevo, los servicios públicos atienden las obligaciones familiares respecto a menores y mayores. No es argumento por si mismo. Ni nunca lo ha sido.


El siguiente es el modelo de pensiones, un sistema de solidaridad intergeneracional que exige, sin aportaciones públicas, que los cotizantes de hoy sostengan a los pensionistas. El truco --pues tiene truco como el viejo almendruco-- es que el Estado mira hacia otro lado en cuanto a financiación complementaria del sistema de pensiones (de vejez y de paro). Nunca he entendido el por qué de esa ruptura, con perdón, epistemológica. Si la sanidad (recuerden que no hace tanto la sanidad iba a cargo de la Seguridad Social y se cambió) o la educación, así como los servicios sociales o las más simples carreteras, por no hablar de los aeropuertos de los ejecutivos tienen una total o muy grande financiación pública, ¿porque las pensiones no? Para que me entiendan, si un jubilado tiene una pensión adecuada a las exigencias de sus necesidades podrá pagarse total o parcialmente los servicios de la ley de la dependencia, que ahora son aportados por el estado. Un círculo virtuoso que no debe romperse.


Otro argumento es que no podremos pagar la factura total de tantos jubilados. Otro truco del inquietante almendruco. Un argumentarlo tan fósil como la creencia en que la única actividad productiva es la agricultura. La productividad social es la que genera el excedente que financia los servicios y las prestaciones sociales (e incluso estas tienen un poderoso retorno en forma de salarios que fuerzan los mecanismos keynesianos del gasto). En definitiva lo importante no es cuántos trabajan, sino la productividad que tienen. Si en el medioevo, época en la que tantos todavía parecen permanecer, un campesino a duras penas sacaba una familia adelante, hoy ese campesino da alimento a centenares de personas. Lo mismo para el zapatero, para el sastre, para el panadero, para el aparejador y cómo no para el ingeniero de telecomunicaciones. No ha de asustarnos la relación entre activos y supuestos pasivos (puesto que además esta se ha corregido numerosas veces por motivos diversos), lo importante es la relación entre producción y productores. La economía actual, la tecnología actual y otra forma de encarar la distribución de la riqueza permite una cierta tranquilidad. Otra cosa es el modo de pensar de los que no aspiran a mayor solidaridad que la caridad dominguera. Esos son los propagandistas del liberalismo para unos pocos y la miseria general. Esos si se asustan frente a la perspectiva de un cierto reparto congruente del pastel.


Para muestra un botón: la Caixa de Catalunya –presidida por Lord Narcís Serra- acaba de subir los sueldos en un 16%, sólo para los ejecutivos y directivos, claro está. Estos son los que impulsan las ideas de que no hay paño para todos. Otro ejemplo es la lista de los propietarios de la bolsa, unos muy pocos no vayan ustedes a creer. En contra de lo que difunden sus propagandistas, unos pocos cientos de personas manejan el cotarro de las empresas cotizadas en bolsa. Sistema solidario y racional donde los haya.


Otro asunto con muchas pelendengues es el del déficit público. Argumento o arma arrojadiza que sirve para ir a favor de b o para ir contra de b, según necesidades y circunstancias. Si los necesitados son bancos y banqueros, inmobiliarios y empresarios, el déficit público puede irse a hacer gárgaras, como muy recientemente se ha comprobado. Si el déficit quiere decir financiar el estado de bienestar, ah! Eso es otra cosa muchachos. Por ahí no vamos a pasar, el banco central europeo y mis compadres de la Unión lo impiden.

También impide un razonable e imprescindible gasto social el que las cañerías del fisco tengan más agujeros que un colador. Esos miles de millones anuales que por un sí o por un no se fugan de la exigencia cívica harían mucho por el déficit público. En cambio no está este asunto en la agenda de preocupaciones de liberales, banqueros y del conocido MAFO, el mandamás del Banco de España. No sé por qué será, tal vez porque no se jubilan o, precisamente, porque se jubilan anticipadamente con millones de euros, como ese hombre de la frontera del BBVA, despojado de su cargo antes de los 60 con una mísera paga de más de medio millón al año.


Otra cosa son las tecnologías de la jubilación, si es obligatoria o no, si por sectores o todos iguales, si 20 o 30. Si es posible que la Seguridad Social cree fondos personales complementarios y no envíe a quien quiere complementos al banco quebrado de la esquina, etc. etc. eso se puede, se debe discutir y pronto se llegaría a cuerdos racionales y a la transformación del modelo. Modernizarlo, actualizarlo, hacerlo más justo equitativo, distributivo y un largo etcétera.


¿Por que no se empieza por ahí? La respuesta está en la ideología, está en la presión de los liberales, está en la influencia de los banqueros de la crisis y está, al cabo de la calle, en un gobierno con un solemne despiste sobre quién lo vota y para qué.



Lluís Casas meditando sobre la liquidación presunta de jubilación.