viernes, 19 de febrero de 2010

EL PACTO CONTRA LA CRISIS O EL PARTO DE LOS MONTES






El enunciado lo dice todo, al menos a mi me lo parece, por lo que estoy tentado de dejarlo aquí mismo y que cada uno lo interprete según su parecer.


De hecho leyendo la prensa --y hecha la excepción de dos o tres comentaristas alternativos al pensamiento único que tiene acceso a los medios con capacidad de difusión real (frase que significa que no hay pensamiento y que en todo caso se da lugar exclusivo a los intereses únicos)-- lo que aparece es que el mundo del trabajo, de los pensionistas, de los sectores populares y, ojo al parche, de las clases medias, van directas a la taquilla del pago por la crisis. Esta se hará en base a pensiones, a las indemnizaciones por cese, a una caída de los servicios públicos, a la ocupación “de calidad” y un largo etcétera que me abstengo de citar por conocido y comentado.


Antes de continuar, vaya por delante que un pacto anticrisis es absolutamente necesario y puede que imprescindible. Incluso en el libro mayor anotaremos que los costes de no tenerlo son mayores que los sacrificios que apuntan. Pero, dicho esto, no vamos a comulgar con ruedas de molino, vaya que no, o, al menos, lo diremos bien alto: comulgamos con ruedas de molino, pero a disgusto y dispuestos a cobrar por ello en cuanto sea posible.


Lo bueno del asunto es que los esfuerzos que preconiza el pensamiento alternativo son simplemente reformistas, nada revolucionarios, y siguen la senda que lleva a un simple reajuste del sistema, sin más cambios. El pensamiento único liberal reacciona como lo que es, una dictadura sobre la razón, sobre la teoría económica, sobre los hechos y sobre los intereses colectivos. De hecho nos encontramos en el peor de los mundos posibles en términos de debate libre y de libre acceso a la información fiable.


Pero vamos allá.


Primero, la crisis es financiera, es inmobiliaria, es especulativa y es de sobre producción de determinados bienes. No hay nada en el origen de la crisis que responsa a salarios, a productividad, etc. De hecho, los salarios han perdido peso en las cuentas nacionales de forma significativa.


Segundo, hasta ahora las medidas gubernamentales han detenido la catástrofe por muy poco, en base a políticas de gasto público al más puro estilo keynesiano. Los entendidos afirman que han sido medidas de alcance limitado por la presión ideológica, mediática y mítica del liberalismo que se esfuerza por evitar en el balance el éxito de la economía pública, que nunca debiera haber desaparecido de la acción gubernamental. Se debería ir más lejos por el riesgo de quedarse cortos y no generar suficiente energía al gasto.


Tercero, los bancos, causantes de la crisis, se han salido casi de rositas. Nada de lo fundamental, excepto tal vez las ayudas públicas, se ha hecho y de nuevo campan libres por el sistema financiero. La cosa es tan simple como ver que beneficios anuncian hoy en plena crisis.


Cuarto, el mundo inmobiliario, especialmente en España, en donde ha sido la causa principal del embrollo, no está siendo reformado y espera reaparecer en cualquier momento insuflando aire especulativo a la economía. Ese mundo tiene pendiente un ajuste, con derivaciones financieras de 325.000.000.000 de euros, acumulados en los activos financieros en espera del inmediato futuro. Eso pude ser una nueva crisis financiera y es, desde el primer día, la causa de la caída injustificada del crédito. Las entidades financieras acumulan recursos, algunos de origen público y que están pensados para otros fines, para sostener las pérdidas definitivas de sus activos inmobiliarios.


Quinto, se ha reaccionado tarde y mal. Muy tarde y muy mal. El gobierno federal ha hecho exhibición de todo el catalogo de torpezas posibles frente a este tipo de crisis, desde la negación pura y simple, a reacciones de histeria y de escasísima planificación política y económica.


Sexto, no hay opción razonable en la oposición política de derechas. Esta está exclusivamente interesada en el acceso al poder al precio que sea, siempre que pague otro. Su programa económico es inexistente y por ello, harto conocido: menos impuestos y menos estado social, beneficios a los grandes y sacrificios a los pequeños. Economía ficticia especulativa si puede ser y que dios nos coja confesados y con algo de divisas añado yo. Viendo lo que cuentan los medios sobre las propuestas que circulan por ahí, uno tiene la idea que están al mando político verdaderos descerebrados intelectuales, con escasísima preparación económica y atados de pies y manos por los mitos del liberalismo. Desde CIU al PP. Todos incluidos.


Séptimo, lo único que tenemos disponible es la reacción sindical. La única posible a mi parecer por la debilidad política de los partidos a la izquierda del PSOE, que algo ayudarán, evidentemente. Incluso afirmando esto pienso que esa reacción está diseñada para resistir y no para oponer argumentos de futuro. Se está preparando para reaccionar frente a agresiones y eso es muy peligroso. La reacción sindical debe levantar un conjunto de propuestas de futuro, incluso cambiando cosas que hoy parecen inamovibles. Pienso que ese es el único camino por el que se conjuntan intereses y ánimos que permitan no pagar por nada.


Octavo, un país cuasi federal tiene la capacidad de complementar la acción del gobierno central con acciones desde las CCAA. Ahí hay gobiernos de izquierda moderada que podrían imprimir un sello de raciocinio a lo que viene. Esa es una vía a la que citar para que envista.


Noveno, el tiempo apremia. Noviembre elecciones en Catalunya, Marzo del 2011 a un año vista elecciones generales y un año después elecciones locales y regionales.


Décimo, hay vías por las que salvar la crisis y emerger con mejores posibilidades de desarrollo, hay recursos financieros para ello y –depende dónde-- hay capacidad empresarial si se ponen a ello.



Lluis Casas haciendo cuentas antes de la batalla.