Me acojo a la apertura que el editor parapandés ha hecho respecto a ese método de organización empresarial: la externalización de funciones o el maldito outsourcing (1). No haré más que proveer a nuestro ilustre mandatario de algún caso concreto que muestra la realidad del asunto: el encubrimiento de la contratación ETT bajo decoración variopinta.
Como en todo comentario sincero hay que presentar las posiciones para que el lector esté avisado de las trampas del texto y del pretexto. A ese respecto mantengo una difícil posición: pienso que la externalización de funciones en las organizaciones es adecuada mientras no afecte a los derechos de los trabajadores (es decir al fundamento del estado social) y a la misma esencia de la empresa; tampoco la veo adecuada cuando es un simple método de abaratar costes con la táctica de derivar la presión empresarial sobre el salario a empresas externas; ni tampoco estaría de acuerdo si es una vieja estrategia para enfrentar, dividir o aislar a los trabajadores.
¿Para qué sirve pues? Para mí es un simple recurso que permite centrar los esfuerzos empresariales a lo que es fundamental en cada organización, desplazando a los especialistas los servicios de soporte o trabajos temporalmente ocasionales; también lo admito como recurso para obtener los mejores profesionales en aspectos no habituales en la organización. Pero de ahí no paso.
Todo eso ello es incluso mucho más simple si lo aplicamos a la administración pública.
Empiezo por la cola la explicación al detalle de la afirmación anterior.
Situémonos en un servicio público de emergencias, como el teléfono 112, que no admite duda respecto a su característica pública, puesto que relaciona policía, sanidad y bomberos con las llamadas de emergencia.
En España existen diversos modelos laborales al respecto, trabajadores públicos adscritos a la administración o bien a algún ente propio y trabajadores de empresas de gestión de llamadas, contratadas al efecto. ¿Por qué de los distintos modos de organización? La respuesta es sencilla, quien tiene externalizado el servicio lo hace por dos motivos públicos y uno privado, el primero es la rigidez de las administraciones en la contratación de trabajadores, sean funcionarios o laborales. El segundo es el miedo a la gestión de plantillas que requieren permanencia y turnos, con exigencias de respuesta rápida a las bajas y otros fenómenos organizativos. Finalmente, el motivo oculto son los costes laborales. Muchos creen que un trabajador público tiene un coste más alto que uno externalizado y por ello se deciden por ese sistema. Error mayúsculo (o tal vez una mentira piadosa). Lo que sí es cierto es que los trabajadores de empresas externalizadas cobran menos que los trabajadores públicos, pero el coste para la administración no es necesariamente menor. En medio están los costes y beneficios empresariales. Según mis estimaciones la diferencia entre un trabajador público y uno externalizado está en el orden de 6.000 euros anuales, en beneficio del trabajador público. En cambio el coste de la administración sube otros tantos 3.000 euros que van a parar al margen empresarial, que en total resulta de 9.000 euros por trabajador. Por lo que, en fin, contando ambos factores resulta más cara la externalización. Me abstengo de hacerlo más confuso con otras variedades de coste que se añaden al principal y que, en el fondo, no añaden que más diferencia a favor de mi tesis.
Los motivos alegados en primer lugar para la contratación externa, las dificultades de contratación y el miedo escénico a la gestión corresponden al capitulo de la deriva hacia la burocracia que tienen muchos responsables políticos y técnicos en la actual administración. Son dificultades que pueden resolverse con el instrumental adecuado, como la planificación de los servicios, los acuerdos sindicales (ojo ahí, hay mucho miedo al sindicalismo sectorial) y un cierto orden de gestión. Aunque, es duro reconocerlo, no van desencaminados los temores a la vista de la normativa española, autonómica y comunitaria que teme a la gestión pública y la llena de trámites y controles, hoy ya excesivos. Pienso que algo tendrá que ver la deriva liberal que considera lo público un pecado y lo privado un hermoso campo de margaritas.
Pues bien, ahí está la realidad de una gran parte de los servicios externalizados: una apariencia de menor coste y dificultades de gestión de personal. No hay más, por mucha teoría que los chicos de Esade y de otras escuelas empresariales aireen por ahí.
Volvamos al principio, ¿tiene sentido que los operadores de un servicio público tan exigente sean trabajadores externos a la administración? No creo. Es decir, no. El resultado de tamaño modelo es que los administrativos pueden ser funcionarios o laborales, pero los que están en el núcleo de la actividad son de fuera. ¡Vaya por dios!
No busquen más razones que las que cito, no hay más. Pueden encontrar decoración, excusas y derivaciones varias, pero lo cierto es que en la administración hoy encontramos servicios externos por motivos vagamente justificados.
Lluis Casas, departamento de contabilidad de costes
(1) http://lopezbulla.blogspot.com/2008/10/el-outsourcing-en-las-administraciones.html