Se lo aseguro, me tiene fascinado la torpeza con que el gobierno ha contemplado la economía a lo largo de estos últimos años. Pero ante la visión de la subsiguiente gestión de la crisis, mi perplejidad supera ya todo los malos antecedentes.
Lo que hay hoy en materia de gestión económica es, sin lugar a dudas, una acción sin pensamiento racional detrás y probablemente sin pensamiento alguno. Esa afirmación no es ironía, revisen hemerotecas y lean con atención los ruidos que han producido y producen los jerifaltes económicos. Nada tiene sentido real. Hablan para un mundo inexistente y de un mudo imaginado. Me hacen parecer a Jaume Sisa.
Al gobierno lo salva la oposición del PP, en situación parecida de carencia de ideas e hinchada de prejuicios. Esa es la suerte del gobierno, a la vez que es lo contrario para los usuarios económicos de a pié. Cito lo que sigue, como colofón de la deriva y despiste popular respecto a la crisis. La estupidez humana no tiene límites: la Aguirre sigue abriendo una crisis en Caja Madrid, ejemplo de que el PP tampoco sabe por dónde ir. Esas acciones no hacen más que aumentar la desconfianza financiera. Aspecto que nos está costando mucho dinero para que la Aguirre lo dilapide.
La ayuda al gobierno le viene también del sector empresarial, o de una parte de él. Las alegrías con que algunos empresarios se sueltan la lengua son más habituales que de costumbre. Una parte de ellos es en nuestro país un rebaño de incultos económicos, ojo, digo una parte (lamentablemente la más ruidosa). Eso de subvencionar los despidos es patético, la verdad. Como lo que afirma Reyna respecto a la vivienda de protección oficial y otras hierbas.
Dicho eso, ahora es el momento dulce para mi venganza. Como el gobierno y el tío Solbes en persona y personalmente, según nos lo diría el amado Camilleri, no me han hecho caso hasta ahora. Precisamente a mí, que siempre les he estado advirtiendo fiel y pacientemente de los riesgos económicos que se advertían. Hoy, voy a despacharme a gusto.
Por ejemplo, el presupuesto del 2009 ya está superado y ni siquiera está aprobado. Y no por cuestiones menores, sino fundamentales en un período de crisis. El paro ha aumentado más y más de prisa de lo previsto en los modelos económicos que utiliza el gobierno, con lo cual las prestaciones de paro ya superan las cifras consignadas para el año próximo. Se lo digo sinceramente, la mayoría de mis viejos profesores de economía –Schumpeter, por ejemplo-- me hubieran suspendido sin dudarlo un instante. Pero, claro, eran otros tiempos. Hoy uno puede errar impunemente por el mundo global de la economía sin riesgos para sí, aunque muchos para el resto. Es un nuevo paradigma: arruina a los demás que no pasa nada.
Lo del presupuesto es un sólo detalle. Presupuesto sobre el que “volveré próximamente”, como dijo (el perillán de) McArthur al abandonar las Filipinas.
Atiendan a las noticias periodísticas de estos días sobre los fenómenos de la crisis, la situación inmobiliaria, el cierre de empresas, la reducción de plantillas, la reducción voluntaria (ahorro para tiempos malos) o forzosa del consumo, etc. Pronto se darán cuenta que la velocidad de la crisis es enorme. Superior a otras anteriores. En un mes las cifras marcan récords más que históricos. ¿Observan ustedes si el “equipo” económico que nos “gobierna” se haya dado cuenta de ello? A mi no me lo parece. Los gestores del gobierno no terminan de atender a las nuevas características de la crisis o bien, simplemente, han tirado la toalla. Algunas recientísimas declaraciones del tío Solbes corresponden a este estado psicológico. Y no hay peor defensa (o ataque) que la renuncia a ella o a el. Pienso que estamos en una situación así: no saben cómo actuar, porque la situación no responde a sus ideas prefijadas. Del mismo modo que han dejado de la mano de los dioses un crecimiento económico con base especulativas, y ahora, en consecuencia, dejan que el asunto deslice esperando que se frene oportunamente y vuelva por donde iba. Es lo que yo llamo la espera de (san) Obama.
El instrumental económico con que analizan (los llamados modelos econométricos y otros artilugios) no son asunto aséptico, están diseñados según las tendencias de cada cual. Si no gusta el gasto público dan unos resultados, si la fiscalidad es pecado normal otro, etc. Ojo, no digo que no sean útiles, sino que están marcados por las tendencias ideológicas de quien los utiliza y quien los maneja. Por eso, a mi parecer, hoy van todos despistados.
Veamos cómo: el tratamiento del sector inmobiliario no es realista, ni eficaz. La inflación del sector, con una producción de vivienda y otros productos por encima de la demanda previsible (demanda indicada por la demografía y la capacidad económica real), necesita un tratamiento distinto. Desde mi punto de vista, el millón de viviendas en venta no tendrá salida y terminará mal que bien en manos de las entidades financieras o en estado de ruina. Ni los okupas podrán sacar partido de ellas. La situación económica de las familias no podrá en muchos años volver al redil de la apuesta hipotecaria, no tendrán salario o no tendrán salario suficiente y las entidades financieras no colaborarán en el asunto, ya que han dejado de hacer la vista gorda con los riesgos. Sólo obtendrán crédito aquellos que dispongan de sólidas credenciales o garantías públicas.
De modo que nadie pude esperar colocar el millón. Sin embargo, hacen falta viviendas. Viviendas en alquiler y a un coste razonable. He ahí un factor de cambio, se necesitan ideas distintas para una gran oportunidad para sacar del mercado las necesidades básicas de vivienda, las tenemos a mano y a precios excelentes. El adquiriente de una parte substancial, mediante múltiples formas financieras y otras consideraciones urbanísticas, no ha de ser otro que el conjunto de las administraciones.
Existe una enorme lejanía entre el gobierno y la economía real, empresas reales con producción de bienes y servicios, etc. La primera intención del gobierno, acogiéndose a la ventolera americana, ha sido, lo digo sin crítica, salvar la banca. Ahora hay que conseguir que salvada la banca, llegue el flujo financiero a donde debe, a manos de empresas con proyectos pendientes de financiación y a manos de ciudadanos solventes necesitados de crédito. No veo las acciones ejemplares y rotundas respecto a eso. Todo el ruido que se oye es en torno al no de la banca frente a las peticiones de las PYME.
Y, ¿Qué me dicen respecto al ahorro? Se lo detallo: en los últimos 20 años la presión para generar ahorro ha sido enorme. Las pensiones han sido ficticiamente declaradas en quiebra mil veces, de hecho una vez cada mes y los fondos de pensiones y otros productos financieros potenciados fiscalmente y mediáticamente. Hoy, todo ese ahorro previsto para la jubilación está en riesgo. El mercado bolsario, agrietado en su base de confianza y responsabilidad, ha cargado sobre esos ahorradores. ¿Alguien ha oído propuestas en torno a la protección actual, y sobre todo, futura de ese ahorro no especulador, responsable, que está en manos poco recomendables?
En otro orden de cosas, hay enormes oportunidades en sectores que darían al país un salto tecnológico, el medio ambiente es una oportunidad keynesiana, el transporte por ferrocarril otra y así una docena más. ¿Han visto ustedes programas sobre ello con despliegue de energía positiva?
Todo y que no es excusa, el vacío de ideas gubernamentales coincide con la misma situación en Europa, aunque, a mi parecer, resulta más vacía si cabe. El debate sobre si estar o no en la gran reunión de Washington es una tontería respecto a ese profundo vacío. Creo que hay que estar, aunque no se bien para hacer qué. Espero que Sarkozy sí lo sepa. Probablemente es el único, a falta de Obama, de quien se pueda esperar acción decidida y libre de prejuicios preconcebidos.
Y, fuera de esa cumbre, espero que la izquierda empiece a saberlo. Poque estamos frente a una crisis que representa toda una encrucijada. Como dice un querido amigo de la ciudad de Parapanda: “”Estallan los dogmas del pensamiento único que han alimentado los dogmas del capitalismo de estos últimos veinte años. Esta crisis hace más actual que nunca el deseo de sindicalismo confederal, el deseo de una izquierda fuerte; a ambos le interpela acerca de si estarán a la altura de hacerse portadores de una auténtica alternativa de sociedad a nivel global. A la política, pues, le toca la responsabilidad, aquí y ahora, de generar una idea, un proyecto de sociedad, un nuevo sentido a nuestras palabras. La política tiene el cometido de mostrar hasta qué punto la desvalorización del trabajo ha sido una pieza decisiva de la crisis económica y social que vivimos””. Oído en la ciudad de Parapanda cuando --moliendo café-- la tarde languidece y renacen las sombras. Y las esperanzas.