domingo, 1 de junio de 2008

ACUERDO SINDICAL EN EL MATADERO DE GIRONA



O SIEMPRE HAY BUENAS NOTICIAS DE LAS QUE ALEGRASE. Por ejemplo, esta: l’acord sindical signat per CCOO amb l’Escorxador de Girona



Les comento un documento que nuestro editor me ha facilitado con mala intención sin duda ninguna (1). Se trata de un acuerdo entre una empresa y un sindicato (CCOO, naturalmente) para implantar una gestión de la diversidad en la empresa. Según me dicen voces amigas, el padre, el hijo y el espíritu santo de este texto es don Antonio Córcoles, dirigente sindical de reconocida valía. Por cierto, llama la atención que ningún comentarista --dentro y fuera del sindicalismo-- haya referido la labor de este experimentado organizador sindical (en el sentido que Foa le da al término) en este acuerdo colectivo que estamos refiriendo. Por lo que un servidor, desde fuera del vecindario sindical, llamaré a partir de ahora "el Acuerdo Córcoles". Es un homenaje merecido y, de paso, un emotivo recuerdo a cuando JLLB me lo presentó hace unos quince años en el Bar Raíz Cuadrada de Menos 1.

Traduzco el acuerdo: se trata de facilitar, de aceptar, de incorporar a la normalidad laboral, social y humana a las personas inmigradas. Ahí es nada. El territorio es una empresa un tanto peculiar: un matadero de Girona. La noticia, puesto que lo es, merece una portada en nuestros periódicos de información general, puesto que su alcance moral es enorme. Por descontado si uno de ellos dedica en exclusiva una entera a los cocineros ricos, pero tontos, nuestro asunto es de periódico entero.

Les comento la cosa por dos motivos. El primero y principal porque se trata de un acuerdo importante donde los haya y en segundo lugar, porque hace años y en circunstancias un tanto peculiares fui testigo de lo que podríamos llamar una acción directa parlamentaria sobre la misma empresa firmante del presente acuerdo.

Empezaré por el pasado, sin meterme en guiones complejos con el tiempo de la acción, como erróneamente hacen algunos cineastas actuales desbaratando la evolución de la trama. Los horarios de trabajo y ciertas prácticas respecto al procedimiento de expedición y transporte de los mataderos eran entonces un tanto peculiares. Las visitas de los inspectores de trabajo eran coincidentes con grandes evasiones de trabajadores tapias arriba. No había más explicación que cierta incompatibilidad entre su presencia en el puesto de trabajo y ciertos papeles oficiales. Si el visitante era un inspector sanitario los procedimientos eran menos espectaculares, pero más peligrosos. Algunos vehículos de su propiedad (de los inspectores) resultaban dañados por causas desconocidas si estos procedían a un trabajo meticuloso de investigación, que en todo caso debía hacerse bajo la intensa mirada de un experto en manejar los instrumentos de trabajo del sector.

El asunto no se si está resuelto, pero ahora no hace al caso. En fin, como el gobierno no hacía nada por cambiar tan aciagas circunstancias, un piquete de diputados de los dos sexos se propuso una acción divulgativa del problema y se seleccionó una empresa del sector como sujeto pasivo de la acción. La prensa fue convocada y se produjo el asalto. Todo quedó, como era de esperar, en agua de borrajas. El gerente ni se inmutó y educadamente atendió a los representantes del pueblo en un despacho sin vistas a la producción. Hechas las debidas presentaciones protocolarias y un dicho un breve discurso enunciativo se procedió a la disolución del piquete y de la prensa. Como era el día uno de agosto, todos pusieron pies en polvorosa hacia las respectivas playas. Explicado así, a muchos años vista, parece cómico. No lo era. Los inspectores sanitarios vivieron una novela negra con ribetes mafiosos de mucho cuidado y la situación de los trabajadores, sin ser parecida a las de las reses, tampoco era nada deseable. La retrospectiva sirve para situarles en lo que era una empresa hace unos pocos años en ese sector y para contrastar el significado profundo del acuerdo.

Como espero y deseo que el documento aparezca pegado a las paredes de Parapanda solo resaltaré que tiene un contenido claro, contundente y pedagógico para empresarios y trabajadores. Les señalo el buen hacer de los escribientes a través de algunos puntos del acuerdo: Se reconoce el fenómeno de la inmigración como algo consustancial a nuestra sociedad y factor positivo para la economía de todos. Se manifiesta la necesidad de considerar a los inmigrados como una parte completa del país, que debe integrarlos socialmente. Para ello, la empresa se compromete a dar las facilidades organizativas y los cambios en los usos cotidianos que hiciera falta, selección, formación. Pero también a preparar a sus trabajadores de esa condición para una vida normalizada como ciudadanos.

El final es digno de confianza, puesto que traduce el texto a un lenguaje universal dentro de las empresas, responsabilidad social corporativa. Es decir, empresa, beneficio y sociedad democrática.

¡Qué más se puede pedir! A parte de un buen solomillo bien cortado.

Léanlo atentamente y no hagan caso de ciertos comentaristas que apuntan que CCOO facilita la acción religiosa. Lo que facilita es la ciudadanía plena.

Lluis Casas, microeconomista. (Parapanda' s University)



(1) José Luis López Bulla: Las fiestas musulmanas y el calendario laboral