jueves, 5 de junio de 2008

DON PEDRO SOLBES ESTÁ A LA LUNA DE VALENCIA



Recupero la delgada línea roja [1]de comentarios en torno a la mal llamada crisis y lo hago a caballo de una actitud (y sus correspondientes políticas) que no me esperaba del ministro del ramo, el tío Solbes[2]. Pude entender la falta de locuacidad en la precampaña electoral y posteriormente en la campaña propiamente dicha; y puedo entender una cierta prudencia de expresión que es consustancial al cargo. Las dos cosas son compatibles con el realismo frente a la cruda deriva económica y con la acción a través de los instrumentos económicos y jurídicos al alcance del superministro. [Ver notas a pie de página]

Lo que vemos y leemos al respecto de la crisis se salta las normas sobre la confianza que debe generar el ministro de economía. Confianza en sus políticas y en que éstas están adecuadamente diseñadas para mejorar el futuro. Un futuro que exigía ya hace algunos meses acciones ejemplares.

El tío Solbes nos viene contando que no hay para tanto desde el primer día que quebró el sistema de préstamos y arriendos basados en el papel basura emitido con las hipotecas americanas y por la procelosa derivación hispánica sobre el incremento astronómico del valor de la propiedad inmobiliaria y del recalentamiento del mercado español (más que recalentamiento se trata de un alto horno). Así ha seguido nuestro superministro detrás de una realidad muy dura que ha dado en torcer el crecimiento económico del país y que deriva, con la ayuda del incremento de precios, hacia un impacto muy fuerte por la reducción del consumo.

Día a día el discurso gubernamental ha negado la mayor: que estamos en una intensa crisis de la que se desconocen las dimensiones reales, basándose en el argumento de que todavía crecemos en términos de PIB. Eso es simplemente manejar malabarismos de palabras, la apreciación de la dura calle es de crisis de tomo y lomo, independientemente que haya o no un margen de crecimiento. Y así ha seguido, negando las consecuencias obvias: nadie compra viviendas, poco a poco se compran menos vehículos, los bancos restringen el crédito, el paro se incrementa, etc. Las cifras y la velocidad están sorprendiendo de nuevo a nuestras autoridades económicas. Del mismo modo que lo hizo el factor desencadenante del sistema crediticio.


El artilugio montado desde el Ministerio de Economía se viene abajo tantas veces como anuncia una tasa de crecimiento para el presente ejercicio (es decir cada quince días). Y muy rápidamente, puesto que la crisis va tomando dimensiones innegables y alargando sus plazos. Y a la luz de estos incendios a uno se le ocurre preguntar cosas un tanto sorprendentes por lo raras y extrañas que son.

Por ejemplo:

Primero. ¿Qué medidas de prevención se tomaron frente a una crisis hipotecaria y financiera más que anunciada durante el período de incubación? ¿Cómo se protegió a los sectores populares demandantes de vivienda frente a precios absolutamente abusivos?

Segundo. ¿Qué se ha ido haciendo en la inmediatez del desarrollo de la crisis? ¿Qué medidas de ajuste económico se han estado planteando para atenuar i dirigir la crisis?

Tercero. ¿Qué acciones a largo plazo se desarrollan para evitar que vuelva a ocurrir una expansión inmobiliaria sin relación con las necesidades de vivienda y un incremento especulativo de sus precios?

Cuarto. ¿Qué acciones se están implantando para evitar que la banca vuelva a caer en el negocio fácil de capturar rentas a treinta años en virtud de un mercado tan desbocado como aquella jaca que galopaba y cortaba el viento caminito de Jerez?

Quinto. ¿Qué se está desarrollando para recuperar parte de las plusvalías inmobiliarias ahora que los precios pueden estar al alcance de la acción pública?

Sexto. ¿Qué hacemos respecto a la promoción inmobiliaria que se salta necesidades, normas y prudencia?

Séptimo. ¿Qué se ha diseñado e impulsado para reducir nuestra dependencia energética del petróleo?

Octavo. ¿Qué mecanismos desplegamos para incentivar una mayor eficiencia en el uso de la energía?

Noveno ¿Qué hay sobre la producción agrícola y el encarecimiento de los alimentos?

En otro orden de cosas también se me ocurre lo siguiente:

¿De qué va a servir vaciar las arcas públicas devolviendo 400 euros a los contribuyentes en el momento que el superávit se está desapareciendo? Les explico que la devolución se hará de forma curiosa: la mitad con la paga extra de junio y el resto a pedacitos a lo largo del resto de las nóminas. ¿Alguien cree que eso alegrará el consumo?

En fin, mi impresión es que la obra está mal dirigida, mal interpretada y no se ajusta al guión. El problema es, como siempre, quien pagará los platos rotos: trabajadores sin empleo, hipotecas sin protección, etc.

¿Estamos en una fase de mayor reducción de las rentas reales salariales por la vía de los precios, después de la alegre temporada de la vivienda y de una persistente y concluyente pérdida de peso de esas rentas sobre los beneficios?

Lluis Casas, muy pesimista (Parapanda’s University)




-[1] (1) Nota culta respecto al film de Malic que viene que ni pintado aquí.

[ (2) Como sabrán, Solbes es valenciano, como mi abuelo, de ahí el apelativo común en los pueblos. Signo de compadreo y respeto.