En un reciente escrito publicado aquí mismo me refería con cierto desparpajo e ineludible ironía a los políticos de ahora mismo como seres menores. Retomo el adjetivo con ánimo descriptivo dadas las circunstancias post electorales con que las fuerzas de las mayorías parlamentarias acometen la pugna por el poder cuatrianual y por todos los recovecos de autoridad que ello genera. La pugna nos asiste incluso en el mismo interior de ellas, y con las mismas penosas características.
El término fue utilizado en un excelente film para referirse a las personas con discapacidades psicológicas, yo lo utilizo para referirme a personas con capacidades normales, exclusivamente normales que en la vida de paisano serían una más, sin renombre propio significativo. Simplemente gente normal tirando a lista. Con ello no quiero decir que una persona normal no deba atender a un cargo político, de ninguna de las maneras. Me refiero a que para merecer un cargo político debe poseerse, según mi criterio, cualidades específicas y, si es posible, trayectoria recomendable.
Fíjense que fundo capacidades propias del sujeto y de su historia, ambas me parecen necesarias y convenientes. Un alcalde, por ejemplo, debe ser capaz en sentido técnico de dirigir el cartapacio y entender con cierta soltura normas y contabilidad. Pero además ha de ser reconocido en si mismo por sus vecinos como alguien merecedor del cargo. Repito lo mismo para consellers, ministros y presidentes. Esa valoración la considero independiente de si merecen el voto de simpatía o ideológico. No tengo dudas respecto a las cualidades de Jordi Pujol y en cambio no lo voté nunca. Lo mismo diría de Pascual Maragall.
Un repaso a la nomenclatura actual nos sugiere que pocas personas con responsabilidades políticas de importancia responden al esquema citado y un repaso a nuestra historia reciente nos acentúa la impresión.
No ha sido así siempre. Consta en la historia i en las hemerotecas, incluso las recientes, abundantes nombres que pueden brillar por si mismos, no por
No pretendo un gobierno de los mejores, discusión ya vieja desde Atenas, sino simplemente resaltar que no es bueno que la capacidad personal, el triunfo (como mal diríamos hoy) civil se vea alejado de la decisión política. El político debe responder a ciertas características profesionales (es un oficio muy duro que exige eso), pero muy distinto es ser un producto de la política.
Les propongo un juego: hagan una lista de los políticos con mando en plaza que tengan más cercanos y anoten sus cualidades reconocidas, oficios en los que es competente, sabidurías varias, libros o escritos, formas de expresión escrita, capacitad de mando, valentía personal, etc. Añadan lo que más crean exigible. Después puntúen.
El resultado creo que puedo anticiparlo, pero para no repetirme, lo obvio. Ahora mismo, yo estoy pensando en mi alcalde e incluso en el conseller de medi ambient. No atino con los ministros, francamente, no me se ni los nombres.
Lluis Casas hipercrítico. (Parapanda’s University)