jueves, 25 de octubre de 2012

¿HACIA DÓNDE VAMOS?


No estoy seguro de que este sea el momento de la reflexión sesuda, pero qué más da. Total, según y cómo vamos, el destino nos ha deparado cosas mucho más inoportunas, injustas e incluso increíbles no hace más que cuatro años, y lo que queda por venir. No solo por la crisis, pero también por ella y sobre todo por la aceleración con que los acontecimientos han tomado por su causa.

Tenía en la lista de libros a leer el siguiente ejemplar: “La Europa negra, desde la gran guerra hasta la caída del comunismo”, de un historiador inglés con buenas referencias, Mark Mazower. No les detallaré su contenido, ahí lo tienen en librerías o en bibliotecas públicas, aunque con escasos ejemplares dada la temática un tanto dura. No es, obviamente, una novela negra, pero sí una historia negra que puede aleccionarnos respecto hacia dónde podemos ir en cuanto a los sistemas políticos, la democracia parlamentaria y el control social. Como también acercarnos al nivel primario de la reacción de los ciudadanos frente a una situación de la que pueden tener la impresión de que no hay más salida que…

Mazower sostiene con toda la razón del mundo que la democracia liberal, como antaño se llamaba a la democracia parlamentaria de hoy día, no es cosa antigua, si no que al contrario es un invento muy reciente (dejemos a parte a Inglaterra, después Gran Bretaña y los USA). Al menos para una Europa dominada hasta el final de la gran guerra por monarquías autoritarias en mezcolanza con estructuras apenas representativas de la propiedad, el dinero y de la aristocracia terrateniente (fueran o no lores). Es en ese momento en que con la autodestrucción de los imperios tras la gran guerra, aparece como una marea incontenible el modelo de democracia liberal, partidos, votos, parlamento y grandes enunciados constitucionales que hacían referencia con impactantes y contundentes palabras a un solo pueblo, a una soberanía nacional, etc. con la república española incluida.

Algo más tarde, no más de quince años, esa tendencia se agota y se inicia el experimento de los sistemas basados en la autoridad, cosa que deriva rápidamente hacia las dictaduras, el fascismo, el nazismo, el salazarismo, el Hortysmo, el franquismo y otros muchos ismos como concreciones de la deriva burguesa, de la falta de alicientes sociales, de la fragmentación política provocada principalmente por la insuficiencia de elementos aglutinadores en las sociedades de entonces: pura y llanamente una democracia liberal, parlamentaria, sin un programa de cohesión social, sindicatos, salario base, salud, educación y pensiones garantizadas, un razonable nivel de vida, reducción de las diferencias de renta, etc. termina siendo un sistema que se rompe por todas sus costuras.

El experimento dura lo que dura y no vuelve a  aparecer hasta el final de la segunda guerra mundial, con exclusiones, por motivos diferentes, pero de raíz similar, en el este europeo, en los Balcanes y en el occidente abandonado.

Las nuevas democracias, incluso las antiguas como el Reino Unido o los Estados Unidos, se remozan en profundidad a la búsqueda (y en compensación del esfuerzo de guerra de las clases populares) de una sociedad en cohesión y que dé oportunidades y futuro a todos. La Europa del este se transforma en un sistema alternativo, aunque basado también en el concepto del reparto y de la justicia social. Europa occidental, España y Portugal son abandonadas a su destino de dictadura, simplemente por el designio de los miedos churchllianos en caso de España, una hipotética Republica Popular  que convertiría en un bocadillo a la Europa central. Lo de Portugal, una quasi colonia inglesa durante siglos se entendía menos. Pero en definitiva la antigua Hispania romana se dejó en manos de los dictadores durante cuarenta años.

Todo eso lo saben ustedes bien. El interés del asunto es el siguiente:
Primero, la democracia parlamentaria no se sostiene sin un programa social potente que la acompañe. Segundo, es falso pensar en una larga tradición democrática europea per se. No existió más que durante pocos años antes de la segunda guerra y durante algunos lustros después. Y tercero, el imprescindible apoyo multiclasista no está garantizado. Se ha roto múltiples veces y la salida siempre ha consistido en el autoritarismo, con añadidos variados y específicos a cada uno de los países que lo han experimentado.

El interés de la lectura está en situarse en el ahora mismo con los decretos leyes, la imposición de la troika, la aparición de gobiernos técnicos, ajenos al voto, los hombres de negro y, sobre todo, la desigualdad en la distribución del coste de la crisis entre las clases sociales.

En estos momentos en numerosos lugares de la Europa satisfecha de no hace mucho aparecen los traumas de antaño, paro ineludible y para siempre, hambre, abandono, incremento de la riqueza de unos pocos, laminación de derechos sociales y probablemente políticos y el largo etcétera que ustedes puedan añadir.

¿Determinará eso la nueva  aparición del elemento autoritario como única salida a la tensión social y a la insatisfacción por la falta de medidas comprensibles que ofrece el sistema parlamentario? ¿Chi lo sa? Pero el riesgo es elevado y los síntomas de movimientos populistas, de políticas arriesgadas de distracción están a la vista. Esos son los primeros síntomas. Los segundos son la incomprensión por parte de las finanzas, de los grandes empresarios, de los especuladores de capital (es decir, los aparentes ganadores) por comprender que su poder nunca puede ser omnívoro y que por ese camino se retuerce la historia y se crean los nidos de serpiente con sus huevos a punto de eclosionar.

Mi augurio es pesimista, estamos a las puertas de un neo autoritarismo basado en el gobierno técnico que oculta su dependencia de una sociedad basada en el control social, económico y político de unos muy pocos. Una derivada moderna y digital de lo que ha sucedido en Europa varias veces y que siempre ha estado presente en otras partes menos favorecidas del mundo. Y, Europa, a pesar de su decadencia aceptada, es un ejemplo para el resto.

Lluís Casas muy preocupado, como ven, por el nacionalismo ibérico y celta. Ahora que tenemos elecciones, aprovechemos el momento.