No estoy seguro de que este sea el momento de la reflexión
sesuda, pero qué más da. Total, según y cómo vamos, el destino nos ha deparado
cosas mucho más inoportunas, injustas e incluso increíbles no hace más que
cuatro años, y lo que queda por venir. No solo por la crisis, pero también por
ella y sobre todo por la aceleración con que los acontecimientos han tomado por
su causa.
Tenía en la lista de libros a leer el siguiente ejemplar: “La Europa negra, desde la gran guerra hasta la caída
del comunismo”, de un historiador inglés con buenas referencias, Mark
Mazower. No les detallaré su contenido, ahí lo tienen en librerías o en
bibliotecas públicas, aunque con escasos ejemplares dada la temática un tanto
dura. No es, obviamente, una novela negra, pero sí una historia negra que puede
aleccionarnos respecto hacia dónde podemos ir en cuanto a los sistemas
políticos, la democracia parlamentaria y el control social. Como también
acercarnos al nivel primario de la reacción de los ciudadanos frente a una
situación de la que pueden tener la impresión de que no hay más salida que…
Mazower sostiene con toda la razón del mundo que la democracia
liberal, como antaño se llamaba a la democracia parlamentaria de hoy día, no es
cosa antigua, si no que al contrario es un invento muy reciente (dejemos a
parte a Inglaterra, después Gran Bretaña y los USA). Al menos para una Europa
dominada hasta el final de la gran guerra por monarquías autoritarias en
mezcolanza con estructuras apenas representativas de la propiedad, el dinero y
de la aristocracia terrateniente (fueran o no lores). Es en ese momento en que
con la autodestrucción de los imperios tras la gran guerra, aparece como una
marea incontenible el modelo de democracia liberal, partidos, votos, parlamento
y grandes enunciados constitucionales que hacían referencia con impactantes y
contundentes palabras a un solo pueblo, a una soberanía nacional, etc. con la
república española incluida.
Algo más tarde, no más de quince años, esa tendencia se agota y
se inicia el experimento de los sistemas basados en la autoridad, cosa que
deriva rápidamente hacia las dictaduras, el fascismo, el nazismo, el
salazarismo, el Hortysmo, el franquismo y otros muchos ismos como concreciones
de la deriva burguesa, de la falta de alicientes sociales, de la fragmentación
política provocada principalmente por la insuficiencia de elementos
aglutinadores en las sociedades de entonces: pura y llanamente una democracia
liberal, parlamentaria, sin un programa de cohesión social, sindicatos, salario
base, salud, educación y pensiones garantizadas, un razonable nivel de vida,
reducción de las diferencias de renta, etc. termina siendo un sistema que se
rompe por todas sus costuras.
El experimento dura lo que dura y no vuelve a aparecer
hasta el final de la segunda guerra mundial, con exclusiones, por motivos
diferentes, pero de raíz similar, en el este europeo, en los Balcanes y en el
occidente abandonado.
Las nuevas democracias, incluso las antiguas como el Reino Unido
o los Estados Unidos, se remozan en profundidad a la búsqueda (y en
compensación del esfuerzo de guerra de las clases populares) de una sociedad en
cohesión y que dé oportunidades y futuro a todos. La Europa del este se
transforma en un sistema alternativo, aunque basado también en el concepto del
reparto y de la justicia social. Europa occidental, España y Portugal son
abandonadas a su destino de dictadura, simplemente por el designio de los
miedos churchllianos en caso de España, una hipotética Republica Popular que
convertiría en un bocadillo a la
Europa central. Lo de Portugal, una quasi colonia inglesa
durante siglos se entendía menos. Pero en definitiva la antigua Hispania romana
se dejó en manos de los dictadores durante cuarenta años.
Todo eso lo saben ustedes bien. El interés del asunto es el
siguiente:
Primero, la democracia parlamentaria no se sostiene sin un
programa social potente que la acompañe. Segundo, es falso pensar en una larga
tradición democrática europea per se. No existió más que durante pocos años
antes de la segunda guerra y durante algunos lustros después. Y tercero, el
imprescindible apoyo multiclasista no está garantizado. Se ha roto múltiples
veces y la salida siempre ha consistido en el autoritarismo, con añadidos
variados y específicos a cada uno de los países que lo han experimentado.
El interés de la lectura está en situarse en el ahora mismo con
los decretos leyes, la imposición de la troika, la aparición de gobiernos
técnicos, ajenos al voto, los hombres de negro y, sobre todo, la desigualdad en
la distribución del coste de la crisis entre las clases sociales.
En estos momentos en numerosos lugares de la Europa satisfecha de no
hace mucho aparecen los traumas de antaño, paro ineludible y para siempre,
hambre, abandono, incremento de la riqueza de unos pocos, laminación de
derechos sociales y probablemente políticos y el largo etcétera que ustedes
puedan añadir.
¿Determinará eso la nueva aparición del elemento
autoritario como única salida a la tensión social y a la insatisfacción por la
falta de medidas comprensibles que ofrece el sistema parlamentario? ¿Chi lo sa? Pero el riesgo es elevado y
los síntomas de movimientos populistas, de políticas arriesgadas de distracción
están a la vista. Esos son los primeros síntomas. Los segundos son la
incomprensión por parte de las finanzas, de los grandes empresarios, de los
especuladores de capital (es decir, los aparentes ganadores) por comprender que
su poder nunca puede ser omnívoro y que por ese camino se retuerce la historia
y se crean los nidos de serpiente con sus huevos a punto de eclosionar.
Mi augurio es pesimista, estamos a las puertas de un neo
autoritarismo basado en el gobierno técnico que oculta su dependencia de una
sociedad basada en el control social, económico y político de unos muy pocos.
Una derivada moderna y digital de lo que ha sucedido en Europa varias veces y
que siempre ha estado presente en otras partes menos favorecidas del mundo. Y,
Europa, a pesar de su decadencia aceptada, es un ejemplo para el resto.
Lluís Casas muy preocupado, como ven, por el nacionalismo
ibérico y celta. Ahora que tenemos elecciones, aprovechemos el momento.