martes, 16 de octubre de 2012

EL ESTADO INCUMPLIDOR Y MENTIROSO


Nadie puede en este momento estar satisfecho con un estado incumplidor, mentiroso, agresivo verbalmente, incompetente, incapaz de cumplir sus compromisos, incluso cuando estos tienen forma de ley, que se doblega a cambiar la Constitución por la vía rápida y con independencia de lo que piensan sus ciudadanos por la presión de una potencia extranjera. Como en tiempos pasados. Un Estado que transfiere las rentas de las clases medias y menos medias a los bancos, al sector económico de la corrupción y que no tiene ni idea del significado de la democracia, de la necesidad permanente de las reformas políticas e institucionales para adaptarse a los tiempos, a los problemas, a los nuevos sentimientos de la ciudadanía e impone in inmovilismo frustrante y enormemente costoso tanto en términos económicos, como políticos.

Un estado que es absolutamente sordo a las reclamaciones populares de transparencia, de participación, de limitación de los poderes de los lobbies, del saneamiento de la política, de las reformas territoriales y un etcétera tan largo que no cabría en un artículo con mala leche como este.

El asunto salta a grandes alturas, como tantas veces, por la presión llegada de Catalunya (independientemente de lo que cada uno pueda pensar al respecto). Catalunya impulsó el estado de las autonomías, aun reduciendo considerablemente sus expectativas. Y lo hizo en bien de todos y del desarrollo de la democracia. Catalunya impulsó por tres veces reformas profundas en la distribución competencial y del sistema de financiación que fueron extrapoladas a todas las CCAA.

Estatuto que fue debidamente pulido por el Sr. Guerra en el Congreso y pasado por la piedra por 11 personajes nombrados a dedo para conformar un núcleo de taponamiento político, el tribunal Constitucional. Da igual el voto parlamentario, da igual el voto ciudadano. Lo que importa son las cuitas y las ordenes emanadas de otros centros de poder.

Hoy, algunos sectores en Catalunya, con un peso significativo y de creciente influencia han provocado unas elecciones anticipadas (hay razones oscuras de interés partidista también) bajo el eslogan: queremos largarnos (permítanme la ligereza de la expresión).

Al margen de opiniones, incluso de la mía propia respecto a ese hecho, hay que reconocer que la realidad ha dado un giro casi copernicano y la realidad nunca debe ignorarse. Pues bien la respuesta está siendo el hurgar en las sensibilidades, en los derechos estatutarios y constitucionales (desde el gobierno, desde los partidos de alcance estatal, des de los medios de centro derecha) y en una serie de palabrerías imperiales alejadas del nivel más bajo de lo que es una democracia, en donde la solución de problemas de ese orden, de esa magnitud pasa siempre por rebajar el suflé, negociar, llegar a acuerdo y der un salto democrático en beneficio de todos. Vean sino ese depósito de fondos desconocido hasta ahora que va a permitir al Sr. Wert financiar un sistema escolar segregado en Catalunya y orientado –dice achulapadamente—a “españolizar a los niños catalanes”. 

¿Es necesario llegar hasta donde hemos llegado para ponerse a entender que el senado debe reformarse urgentemente? ¿Hace falta manifestarse en forma de cientos de miles para comprender que la solidaridad económica, que siempre ha defendido la mayoría de catalanes, no puede pasar por la laminación de la capacidad de inversión pública, de la capacidad de financiación de las prestaciones básicas para la ciudadanía? Puesto que de eso se trata en el fondo y con independencia del nivel de sentimiento nacional que tiene una parte de los catalanes, y sea lo que sea eso del sentimiento nacional, al margen de lengua, cultura e historia.

Solo con el envite hemos asistido a un resurgir de opiniones, de artículos, de posiciones políticas, ciudadanas, sociales que vuelven a defender la introducción de medidas federalizantes que den satisfacción a las demandas largamente expresadas por Catalunya. No como medida exclusiva para ella, si no para establecer un marco nuevo y eficaz en donde desarrollar las iniciativas de cada uno, de equilibrar los flujos financieros, de definir la coordinación necesaria, la confianza imprescindible y la solemne honestidad institucional entre unos y otros.

Solo como un ejemplo, entre la  aprobación definitiva del nuevo sistema de financiación que impulso el Estatut del 2006 en el Consejo de política financiera (en donde se sientan todas las CCAA y el estado central) y su publicación en el BOE, se produjeron cambios relevantes que no habían pasado por el Consejo, ni habían sido debatidos con nadie. Ese es el estado español actual. Un tramposo (y al margen de las trampas que también en centro derecha catalán está utilizando). Tal para cual.

Tramposo, como lo es el que incumple su compromiso de inversión establecido en el Estatut, una ley orgánica. Aduciendo que no hay dinero. No se trata de dinero en este caso, sino de porcentajes, cosa muy distinta y comprensible incluso para un lego en aritmética.
En cambio, ya esta semana, ese estado está planificando la salvación de la red de autopistas de la capital, para rescatar al capital privado pillado en unas obras sin rendimiento. Beneficios privados, costes públicos. La forma casi permanente del estado español. Honor a las excepciones, que las ha habido.

En El País (10.12.12),  diversos artículos apuntan en ese sentido de recuperar la capacidad de negociar y de cambiar al ritmo de los tiempos, de las necesidades y de los deseos de la ciudadanía. Se los señalo, de J. Ernesto Ayala-DIP, Los contratiempos de Isabel. De Nicolás Sartorius (lástima que escriba o le publiquen poco), Cataluña: se debe reconducir la situación. De Santiago Lago, Márgenes en la financiación autonómica.

Claro está que El País no es el país. Hay otras ofertas mediáticas a las que lo único que les va es el exabrupto, la pura y simple mentira, la invención de problemas, para solucionar, ¿qué? Para salvar, ¿qué?

Mientras tanto, los capitales siguen saliendo de España a ritmo acelerado y los bancos alemanes y franceses abandonan sus riesgos privados en España para traspasarlos al estado español, a todos los ciudadanos. El gobierno central sigue con sus cuitas y sus indefiniciones a la espera de calendarios electorales. Un truco del almendruco ya utilizado con Andalucía solo asumir el gobierno y que ahora se repite para el caso específico de Galicia. Aunque también se vota en Euskadi y un mes después en Catalunya.

Tanto valor se le da a la poltrona para ocultarse y no tomar decisiones trasfiriendo coste tras coste a la mayoría de los ciudadanos que ven como la base de un estado democrático, los servicios públicos de bienestar, se degradan y, algunos, desaparecen para financiar las malas decisiones de los bancos privados españoles , alemanes y franceses.


Lluís Casas, como ven un tanto alterado.