viernes, 31 de agosto de 2012

6. CRÓNICAS BAJO LA SOMBRA DE UN PINO



                     Mentalizándose para el retorno

Poco a poco se acercan las fechas del retorno a la actividad habitual,
rutinaria si es el caso, agotadora en otros y apasionante si tienes
suerte. Los días de asueto vacacional van extinguiéndose y son
paulatinamente substituidos por inquietudes imprevistas y estados de
ánimo poco glamorosos. Es el momento de huir de sí mismo con la mejor
habilidad posible, hasta que llegue lo inevitable, “la rentreé”.

Las semanas se que han pasado entre el mar, el sol y muy diversas
compañías quedan en forma de estock de fotografías, de recuerdos y en
el refuerzo mental, si todo ha ido como debía, para el ejercicio
arriesgado y presuntamente caliente que el próximo septiembre parece
que nos tiene preparados. Será, sin duda, un año muy duro entre otros
varios de parecida calificación.
Para mi supondrá ineludiblemente un cambio que solo se produce una vez
en la vida, el paso a aumentar las clases pasivas y ser objeto de
deseo de los hombres de negro que rondan las pensiones como pájaros de
mal agüero.

Llegado el momento, un servidor, Lluís Casas, les hará llegar las
explicaciones y el currículum vitae que les lleva ocultando
parcialmente durante más de 8 o 9 años y unos 300 artículos. Se
descubrirán las cartas que han permanecido boca abajo y todos tan
contentos.

Aunque les advierto que el “nom de plume” bajo el que me he refugiado
seguirá utilizándose de por vida, aunque ya sin misterio alguno. [Suena la voz del editor de este blog: “Gracias, don Lluis”]

Ya puestos y arrodillados frente al confesionario, les llevaré por un
camino que la crisis financiera, de producción de bienes y servicios y
de distribución de rentas ha desplazado de la primera línea de fuego a
un estado de latencia acrítica y de deseado olvido.

Ya llevamos, la familia y algunos amigos, muchos años siendo
visitantes fijos en este territorio de dureza extrema, sequedad
continua, viento implacable y belleza absoluta, si el verde intenso no
es el calibrador máximo de la calidad natural. Ya saben que estoy en
La Albera, en el punto en donde los Pirineos se adentran en el mar
produciendo un espectáculo geográfico magnífico y unos riesgos para la
navegación a vela de no te menees.

Durante estos años, tanto por propia experiencia, como por los
comentarios de los indígenas directos, uno ha aprendido a enfrentarse
a una naturaleza y a una climatología un tanto peculiares. Nada es
previsible y todo puede cambiar en dos minutos. Tengo anécdotas y
sustos suficientes para certificar lo dicho. Precisamente esa
imprevisibilidad y el cambio brusco son alicientes, al menos para mí,
para seguir disfrutando de un contacto tan real con las fuerzas de la
naturaleza como el que se produce por estos andurriales. La
Tramontana
, el Levante en su caso, la lluvia torrencial ocasional que

lo inunda todo en pocas horas y hunde en el puerto las embarcaciones
que por escaso cuidado sus dueños han dejado al albur de los dioses
del lugar, la falta de agua casi siempre, el estrés hídrico de los
árboles y el resto de la vegetación, el feroz, voraz y veloz fuego,
todo se combina para disfrutar de unas luces y sombras que te
mantienen horas y horas mirando el espectáculo y con el libro caído
entre las piernas, olvidado y abandonado.

Dice la experiencia del lugar que la climatología local se compone en
verano de tres o cuatro fases fácilmente identificables: la primera es
en Julio, un mes benevolente en relación a los excesos habituales,
aunque con el riesgo de la temperatura del agua, ciertamente fría de
cojones. Los riesgos en Julio no son muchos, aunque de haberlos,
haylos, por lo que las estancias pueden resultar relativamente
estables. El peculiar calendario vacacional hispánico niega su
aprovechamiento y Julio pasa por ser temporada casi baja. Compensada
tan solo por la inasequible ansia de sol del visitante norteño,
especialmente de los vecinos franceses que tienen además del tiempo
otros incentivos en forma de precios, tabaco y el peculiar pastis sin
los altos impuestos establecidos no más allá de 8 km.

Al Julio más o menos apacible, le sigue una temporada de Agosto con
ciertas garantías de equilibrio térmico y ventoleras más bien
relajadas. Es el momento cumbre de la temporada turística. Aquí tan
corta que casi no te enteras. Pero Agosto es un mes partido, y no
siempre por la mitad en bien de la ecuanimidad, mes que da por
terminarse las más de las veces en un estado de franca rebeldía frente
a las necesidades de la playa y del paseo. El viento, el
circunstancial frío, la mar agitada más de lo debido dan al traste con
aquellos que desconocen el fenómeno y tienen las infraestructuras
personales y de acomodo poco preparadas.

Ese cambio es solo circunstancial, puesto que el cabreo de final de
Agosto pude devenir en la mejor temporada del año, las primeras
semanas de septiembre, en donde todas las condiciones benevolentes del
estío pueden darse sólida y permanentemente a poco que Eolo y los
demás estén sesteando.

Lo que deviene después de esas primeras semanas septembrinas poco
interesa a los que la rentreé nos exime de vivirlas, por lo que me
abstendré de mayor comentario. Pero les diré que empieza una época en
la que hay que atarse los machos día si, día también, no sea que
desaparezcan con la ventolera.

Ustedes se preguntaran que a que viene esta especie de crónica
metereologica cuando los avisos que expongo poco pueden servir a
quienes podrían haberlos aprovechado en su momento, antes de la
decisión veraniega. La crónica viene a cuento, respondo, puesto que lo
contado ya no se cumple, ni a la de tres.

Desde hace unos años, las predicciones habituales son inútiles y los
factores de entorno las hacen añicos continuamente. Los Julios no son
lo que eran, los Agostos campan a sus anchas y los Septiembres parecen
lo que no son. Nadie se fía de nada y hay que bajar a la playa con el
bañador de verano y el de invierno puestos y con el ancla dispuesta,
cuando era de prever todo lo contrario. O, al revés.

¿Se debe solo a una circunstancia efímera, como tantas veces sucede en
el devenir del clima?, o, ya puestos, ¿es una expresión más del cambio
climático?
Si debo dar una opinión sin otra base científica que las propias
estadísticas de temperatura, pluviométrica y ventolera, a la par que
las mías propias, parece ser que estamos más en un cambio con solera
que en una variación más o menos aleatoria.

Si esto es así desde la experiencia más cercana. Si esto es así desde
la mayor conclusión científica a nivel mundial, ¿por qué demonios no
hacemos de ello el motivo y el eje de un nuevo modelo social y
económico?

De hecho la gran recesión de los treinta dio en acabar a resultas del
esfuerzo bélico de la segunda guerra, con un pacto social y un nuevo
modelo productivo y de rentas. Esto se acabó, o empezó acabándose en
los setenta y ahora todo presenta la angustia de la falta de caminos.

El medio ambiente, el reconocimiento de la limitación del crecimiento
sin reglas, el límite en el consumo energético, la despavorida huida
hacia delante de la demografía, todo parece indicar que a cada momento
el coste del cambio social y económico aumenta. No les hablo de cambio
de sistema, o al menos no únicamente, les hablo de una sociedad que
permita el desarrollo social y personal con respeto al largo plazo y
con la reducción de riesgos. Esto atañe al clima, atañe al agua
disponible, atañe al nivel de los mares, atañe a la variedad
biológica, atañe a nuestros nietos, tanto como a nuestros hijos.

¿No será, tal vez, ese el núcleo pacífico para recuperar la
democracia, el estado social y la posibilidad de extenderlo a todos
sin acumular riesgos que ya se presentan en el inmediato en variadas
formas de catástrofes o de cambios incontrolados?

Les dejo esta reflexión como telón de fondo para la agitada vida que
nos espera en Septiembre. Las reclamaciones sindicales, políticas, las
elecciones que ya se están convocando, las reuniones del BCE, etc.
Podrían tener otro carácter alternativo, a la vez que conservacionista
(no conservador) de lo mejor que hemos tenido.

LLuís casas, contando los días al revés, seis, cinco, cuatro…