Excluyendo la crueldad del gran desplazamiento, a las Seycheles o a Pernambuco por decir algo, la estancia
vacacional consta de dos elementos sabiamente imprevistos. En primera
instancia está eso precisamente, la propia estancia en el lugar
elegido o asignado, según las fuerzas familiares y las circunstancias del
entorno.
El siguiente elemento es lo que podríamos llamar el meneo. Se trata de una actividad a veces frenética y en otras
ocasiones más calmada que consiste en abandonar el núcleo duro de las
vacaciones y emprender más o menos rápidos desplazamientos a pueblos,
fiestas, restaurantes, conciertos, visitas no deseadas o a hacer que el
cuerpo se desgaste en interminables caminatas por los CR marcados con el rojo y
el verde. También es conveniente incluir en este apartado los movimientos que originan los diversos suministros especiales
que, por su precio, calidad o dificultoso alcance habitual, exigen
subir al vehiculo y lanzarse a una aventura de coste económico desconocido,
alto y de
tardanza totalmente imprevisible, aunque también considerablemente larga.
tardanza totalmente imprevisible, aunque también considerablemente larga.
El primer elemento sabiamente administrado es más que suficiente para considerar
las vacaciones debidamente superadas. El segundo puede ser en todo caso opcional, aunque muy difícil de
evitar, a menos que con la colaboración de algún erizo marino uno esté
con el pie escayolado. Eso, sin hablar de las amables medusas. En esas
circunstancias es relativamente fácil evitar ser trasladado de un sitio a otro, aunque ello no evita la
totalidad de los gastos correspondientes.
En el territorio circundante de mi reposo guerrero, esos meneos han devenido para este año muy restringidos. El
motivo es el enorme incendio que arrasó una parte del Alt Empordà.
La visión del incendió tan reciente ha desanimado totalmente los desplazamientos que atraviesan, rozan u obligan
a contemplar el destrozo. Con una sintonía familiar poco
habitual, hemos decidido que nos abstendremos de circular por esos vericuetos
y esperaremos a que el paso de los meses proceda a una cierta recuperación
vegetal y que un asomo de colorido reaparezca. Será imposible evitar la contemplación de los muy distintos cadáveres
dejados en abandono, pero al menos, la confirmación de la fuerza de la
naturaleza confortará el ánimo afectado.
El incendio susodicho ha puesto en evidencia distintas situaciones y realidades que añaden indignación a la acumulada
por todo lo perdido.
La primera que anoto, sin dar relevancia a la posición, es que la conexión de movilidad catalano-francesa es de
una precariedad más que inquietante. De hecho se trata de un estrecho corredor
por donde circulan los ejes de autopista y de la nacional 2, a lo que debemos añadir ahora, la vía del AVE, Barcelona Paris,
en proceso de culminación de obras en el tramo Barcelona
Figueres. Por ahí pasó Aníbal con sus muchachos y sus elefantes y ha
sido desde entonces la vía natural de todas las invasiones de turistas, de
mercancías, etc. que podamos imaginar. Ese eje estratégico es tan
estrecho como la tolerancia papal y cualquier circunstancia
cierra la puerta a Europa.
Su única alternativa, excluyendo el breve desplazamiento a Euskadi y la aleatoria opción por cualquiera de las vías
pirenaicas, absolutamente incompetentes para ello, es el eje
paralelo de la nacional 260, la anciana línea ferroviaria por
la costa de Port Bou, con cambio de vía obligatorio. Esa alternativa
fue eliminada implacablemente por un ligero incendio que
estalló al mismo tiempo que el principal y dio por resultado dos fallecidos e
interminables colas hacia destinos
insospechados para todos aquellos que tenían que entrar o salir. Muchos optaron por la simple
instalación momentánea y a precario en los polideportivos municipales y por
la ayuda de los residentes de facto en las poblaciones del
recorrido.
El asunto viene a cuento por un hecho circunstancial, el debate sobre la conexión ferroviaria con Europa con ancho
único y preparada para absorber un porcentaje del transporte de
mercancías que sea congruente con el desarrollo económico y con la
sostenibilidad ambiental y el ahorro energético. El falso debate entre el eje
del Mediterráneo y la alternativa aragonesa han coincidido con la
desgracia del incendio y con el fallecimiento de diversas personas.
El hecho que el eje mayor de contacto con Europa y con los centros de producción
de mercancías exportables o importables esté en las condiciones que está es una evidencia de la
obsoleta política de las infraestructuras españolas, siempre contempladas
desde el fragor ardiente del pensamiento unitario y la
centralidad capitalina. Lean a Germà Bel, en “España, capital Paris”, y tendrán
un adecuado y extremadamente acertado análisis de la
incapacidad de trasformación económica que ha marcado casi siempre a la
gobernanza desde el centro.
Hay que considerar también que la resolución de esa histórica falta, es coincidente con la “desconfianza” centralista
hacia Catalunya. Las infraestructuras que le afectan, sean cuales
sean, han sufrido y sufren retrasos, limitaciones, errores que no son
fruto solo de la secular incompetencia como estado sino que son
el resultado de una política decidida y mantenida.
Si ustedes son viajeros históricos coincidirán conmigo en que las dos mayores ciudades del país, Madrid y Barcelona,
hubieran debido estar excelentemente comunicadas por carretera,
ferrocarril y avión. Sin necesidad de imponer una u otra, sino viendo una
asociación potente de desarrollo económico. Analicen ahora las fechas, si las
hubiere, en que instalaciones e infraestructuras básicas para
ese concepto han sido inauguradas. La sorpresa puede ser
mayúscula y la impresión es que estamos en alguno de los asuntos vitales
como si iniciáramos el despliegue de la movilidad económica. De hecho,
por carretera no existe una vía de gran potencia entre ambas, el
AVE es más bien
reciente y el ferrocarril tradicional todavía está como estaba hace décadas.
reciente y el ferrocarril tradicional todavía está como estaba hace décadas.
Tal vez les parecerá cogida por los pelos esta reflexión, pero a mi no me lo parece cuando para hacer 30 kilómetros hasta
el primer centro comercial francés me encuentro bloqueado en una
nacional 2 ridícula y rodeada de comercios que ofrecen a un lado pastis y
perfumes a buen precio a los franceses y antaño, desde el otro lado, libros
prohibidos a los españoles. Y todo con cruzar 15 metros .
LLuís Casas firmes y sin moverse lo más mínimo