martes, 14 de agosto de 2012

3. CRÓNICAS BAJO LA SOMBRA DE UN PINO


El estío y más concretamente lo que en vulgar italiano llaman el ferragosto parece un periodo en el que nunca pasa nada, o que nada debería suceder, para evitar las preocupaciones y los sobresaltos que el resto del año nos acompañan sin más queja que el propio dolor que producen y que en estas fechas son considerados fechorías propias de piratas de toda laya: los de parche en el ojo, para de palo o los de abultada billetera.

Esa ley universal se ha ido a hacer gárgaras desde la aparición de la actual crisis, hace ya más de cuatro años. Crisis que no hace ascos a dar solemnes achuchones al personal con independencia del tiempo que haga y del estado playero en que se encuentre.

Situación, ésta, propicia a tener las defensas bajas y la tolerancia campando por todo el cuerpo. Tanto era así, que en estas fechas algunos empresarios hábiles con el calendario preparaban cierres y despidos que solo se hacían evidentes con la frustrada reapertura del centro de trabajo a la vuelta de las vacaciones de los trabajadores. Este ejercicio del 2012 no es muy distinto a los últimos anteriores, puesto que hasta ahora los sustos no han parado de imponer su presencia en el BOE o en la prensa que recoge acciones y opiniones relevantes que no solo producen ardor de estómago, sino que aceleran las idas y las venidas a la sucursal bancaria y al WC, para caballeros o señoras, cosa ahora ya indiferente.

Si hace justo un año la Generalitat nos premiaba con las solemnes restricciones en los abonos de último aliento a aquellas familias en estado de depauperación crónica, bajo las alegres justificaciones que entre ellos había algunas que hacían trampa, hoy es el estado cada vez menos federal que hace el mismo ejercicio con los 400 euros para los parados con los riñones al aire.

La excusa es esta vez menos sofisticada, alegan los del gobierno federal que hay un pequeño lío en el papeleo. Cuando a los burócratas se les cuela esa expresión, la totalidad de la humanidad da por perdida la guerra. Todo el mundo sabe por experiencia propia o por delegación familiar que en cuanto al papeleo le faltan firmas, sellos o informes, la cosa está muy chunga y que además será imposible averiguar las verdaderas causas y las posibles vías de salvación. Así estamos hoy a viernes y con los dependientes de los 400 con el “¡AY! al cor”, como decimos por estos pagos del noreste.

De modo que de agosto tranquilo nada de nada, como tal sucedía en “The quiet man” de John Ford, en donde un John Wayne de fábula pretendía pasar su vida bajo la tranquilidad irlandesa de su saga y el hombre no paraba de tener conflictos, que en este caso se pasaban para bien en una adecuada mezcla de wiskey, puñetazos en los prados de la verde Irlanda y lechos nupciales.

A la par de la noticia sobre los 400 golpes que podrán percibir o no las familias sin aportación de paro, se nos ha metido el asunto de Sánchez Gordillo, los supermercados, las expropiaciones obreras y el orden público. La verdad es que no necesitábamos para nada esta especie de conflicto entre Carrefour, los de la porra y el sindicato del campo grande. Esa acción no es precisamente una ayuda a la comprensión de los intereses de los trabajadores en el vía crucis de la crisis, el paro y todo lo demás. La pretensión de recuperar capacidad adquisitiva por la vía de convertirse en un Robin Hood, no parece solución estable en estos tiempos en los que los bosques arden por doquier. En fin, que según mi parecer, ahí alguien nos ha introducido una cuña entre el dedo y la uña que hará cierta pupa y dará argumentos substanciales a la derechona, al tiempo que abre una brecha en el interior mismo de Izquierda Unida. 

Oigan, que a mi no se me caen los anillos por ese asalto, sino solo por lo que pueda devenir por ello. Y, fíjense bien lo sabias que son las multinacionales comerciales, dado que una de ellas pactó con los asaltantes la tonelada de productos a expropiar. Hecho esto, pasó a la cuenta de la solidaridad el coste de su aportación, con deducción fiscal incluida. Lo dicho un lío en donde solo sacaran petróleo los sheriffs y los que tienen a la ley y el orden como prioridad absoluta.

Dicho lo anterior, me remito a un comentario más reflexivo en torno a nuestra legislación, nuestra justicia y nuestra ley y orden en aras de la desproporción histórica entre presuntos delitos y habituales delincuentes. Es obvia la presteza en la detención de los, digamos, asaltantes de los supermercados, es evidente la rápida intervención judicial  y administrativa y resultará obvia también la multa o el equivalente para esa acción un tanto personalista del peculiar alcalde y diputado aforado que es el jefe de esa asociación política ideológica. Por el contrario, nada de eso es obvio, ni rápido para los llamados delitos económicos (en realidad la mayoría de delitos son de ese cariz, si exceptuamos la violencia machista, sexual o de edad). Pero la justicia y el hombre de la porra tienen artilugios eficazmente edificados para distinguir entre el robo de la famosa gallina y el robo bancario, financiero y otros derivados reales que están ahora en exposición permanente.

Si un asalto solidario a unos supermercados puede acabar con detenciones, multas, advertencias administrativas y, si se sintieran con fuerza, con una visita de unos meses a la cárcel, el mundo se preguntaría cómo coño está en la calle el vulgar asaltante de Palaus de la Música, el hábil escamoteador de comisiones, de pensiones, de premios al cese y de aplausos millonarios a las pérdidas financieras, a las quiebras fraudulentas, a los impagados repetitivos, etc. etc.

Con el elenco que tenemos en estos asuntos, que el mundo internacional nos ha copiado con precisión, alguien acabará preguntándose que si el financiero puede engañar al inversor casi sin riesgo ninguno, ¿Por qué el no puede expropiar relojes a 30.000 euros? Es un decir, claro. Si el jefe de los jueces puede malgastar más de lo que cuesta esta maldita expropiación solidaria y después exigir y, probablemente, obtener una indemnización de 208.000 euros. ¿Por qué no se puede entrar en una sucursal bancaria a buscar alguna plus valía accesible?

La ley y el orden se corresponden, según mi especial punto de vista, en un entorno de igualdad y de proporción a las circunstancias, a los delitos y faltas. Cuando no es así, romperse las vestiduras por un asalto sin armadura a un supermercado y mirar hacia otro lado para hacer pasar el “rato”, me perece no solo injusto, sino imprudente y provocativo.

Con la crisis, con el paro, con el hambre (de momento como concepto genérico) no se juega, sino es con el ejemplo de todos. Si, si se juega, hay que estar a lo que pueda acontecer con la barriga vacía, los niños sin merienda que merezca el calificativo y la residencia humilde expropiada, esta si, con todas las de la ley.

De momento, una acción de solidaridad mal entendida está demostrando que el horno no está para bollos.

Apunten la circunstancia.

LLuís Casas con la gorra puesta y los pies en la palangana.