martes, 27 de marzo de 2012

MAFIA A LA CATALANA



A causa del impacto que me produjo el film casi reciente de Matteo Garrone, Gomorra (ustedes lo recordarán, sin duda alguna), basado en la novela de Roberto Saviano, no he leído nada del autor literario hasta ahora mismo. La película es tan cruda en el reflejo de lo que supone la corrupción para una sociedad y para los ciudadanos que me hizo pensar en mantener esa gran impresión cinematográfica sin mezclarla con la literaria. Un error como tantos otros, pero, a fin de cuentas, un error muy fácilmente rectificable y sin consecuencia ninguna.

Pasado el tiempo, por fin ha caído en mis manos “La belleza y el Infierno” de Roberto Saviano. Una obra posterior a Gomorra y muy distinta. En ella, Saviano reflexiona sobre múltiples temas en artículos breves de periódico de gran sentido social. Hay, incluso, una poética interpretación del fenómeno Messi. Lo importante, desde mi punto de vista son dos cosas que aparecen y reaparecen en todos y cada uno de los artículos del libro: la destrucción social de la corrupción, llámese Mafia, Camorra, Ndrangheta o cualquier otro nombre que haga referencia al enriquecimiento ilegal e inmoral bajo amenaza y la llamada del autor a la exigencia personal y colectiva por mantener la dignidad humana. Saviano me ha sugerido pensar en nuestras propias mafias y en nuestro propio proceso de destrucción social.

Obviamente, las organizaciones mafiosas de raíz italiana no son un producto exclusivamente siciliano o napolitano. Las hay en todas partes y con un poco de curiosidad incluso puede hacerse un inventario cinematográfico de ellas. Van del Japón a Nigeria, pasando por Rusia y El salvador y acercándonos a Francia. Son a la vez elementos de fácil generación en cuanto la estructura social y política se funde. Sólo es necesario observar lo ocurrido en los países del este europeo para apreciar lo fácil que resulta la creación y la potenciación de tales organizaciones. O lo que ocurre en Centroamérica, una nueva víctima del entramado de las drogas.

Pero hay más, el mundo financiero, o al menos una parte relevante del mismo, se basa en paradigmas semejantes a los mafiosos y en unas fronteras verdaderamente fluidas entre ambos mundos. Los paraísos fiscales, las normas internacionales sobre el movimiento de capitales, el blanqueo de dinero a través de las redes financieras. Ahí hay un mundo inmenso que vive bajo los mismos criterios de la mafia de base. Tal vez con manos enguantadas, pero no más. ¿Qué seria de los miles de millones que promueve la economía mafiosa sin un sistema financiero tolerante, comprometido y ávido? No todo son, en el oscuro mundo financiero internacional, capitales provinentes del petróleo o de los fondos de pensiones.

Se dice que en Hispania la tolerancia hacia las mafias exteriores es grande e histórica, tanto como refugio personal de los más altos ejecutivos (término perfectamente ajustado), como en las derivadas de su actividad frenética en la península. Tenemos además nuestras propias mafias, algunas con apellidos galaicos, otras más discretas en su pronunciación. Pero en su margen, aparecen algunas redes que sin llegar a la estructura y a las prácticas de tiro habituales no dejan de ser tramas organizadas para la obtención de beneficios al margen de la norma. Vean sino, los sistemas valencianos de ejercer el poder político que están fundidos al carbono con especuladores, sastres y vayan ustedes a saber. No son las únicas. En Catalunya, desde mi punto de vista la esencia de la trama mafiosa generalmente incruenta y burguesa, todo se hace mediante el amplio marco del contacto, la amistad o la familiaridad. Las bases genéticas para hacer el salto, si hiciera falta. Los negocios al entorno del caciquismo territorial, algunos recientemente aflorados, los contactos entre gestores sanitarios y empresarios eminentes, también hoy de actualidad, son el pan de cada día. Pan con Jabugo, claro.

Me gusta resaltar que en el entorno de la sanidad pública o semipública se ha entrelazado un conjunto de relaciones personales, sociales, políticas y económicas que se parece un tanto a un gang, pero no de Nueva York. Ese conjunto de intereses, basados en el hoy por mí, mañana por tí, sobreviven cómodamente a cambios de gobierno y de modelo. Lo interesante es que las direcciones, las gerencias y las empresas privadas del entorno se intercambien eficientemente nombres y nombramientos. Fíjense si no en los nombres situados al frente de la política sanitaria y al frente del conglomerado público hospitalario.

En fin, que alegrándome de la falta de caídos en torno a esos intereses nostrats me indigno al puro estilo Saviano por lo que supone de degradación social y de predicción futura ese entorno.

Lluis Casas, con lumbalgia después de hacer ejercicios preparatorios para la huelga del 29. La lumbalgia de hoy es la dicha del 29. Los viejos rockeros siempre estamos a punto.

Post scriptum,

SE HA TRASPASADO EL LIMITE ETICO

Según relata El País de hoy la izquierda catalana anuncia en el Parlament que la derecha gobernante, el nuevo tripartito de derechas unidas, ha traspasado el límite ético al autorizar la reducción del número de monitores en los centros para atender a los discapacitados.

Si he de decirles la verdad, mi verdad, no entiendo demasiado bien que coño significa eso de traspasar el límite ético. Tampoco comprendo la reacción de la izquierda a propósito de reducir el número de monitores y no es que me alcance entender eso del Parlament, me refiero a la esgrima en plenos, comisiones y pasillos en momentos como los que vivimos.

Como he pasado tres años de mi vida en sede parlamentaria, se de lo que estoy hablando y como, además, soy un acérrimo partidario de las formas democráticas (pero no solo de eso, sino también de su esencia) no me siento ni populista, ni reaccionario al expresar mi obnubilación frente a la práctica actual en el Parlament.

Si hay experiencia sobre la paralización parlamentaria, aquí en Catalunya la tenemos casi toda. De hecho a la largo de 23 años se practicó a fondo a partir de mayorías más o menos absolutas en la creencia de que el aparato territorial de CIU se bastaba y sobraba para cumplir las exigencias de la democracia y la representación popular y que el Parlament solo impedía parcialmente la mejor práctica de gobierno: yo hago lo que quiero. De ahí esa especie de centro de reclusión monástica que ha acabado siendo el Parlament, en donde según pude constatar, las siestas en los maravillosos butacones eran uno de los productos preferidos. Si recuerdan los grandes acuerdos parlamentarios siempre se celebran en hoteles, todo y que en el Parlament hay un servicio médico adecuado.

Afortunadamente algunos diputados siempre se han saltado a la torera esa línea de tranquila actuación y han pretendido introducir en el Parlament lo que se cuece en la calle. Pero desgraciadamente nunca han sido la mayoría.

Los siete años de gobierno de izquierdas supusieron una agitación parlamentaria mayor, en razón al soberano cabreo de la derecha nacionalista que se sintió expulsada de su exclusiva propiedad y cambió las formas para aparentar un desgobierno inexistente. Hoy recuperada la plaza y ampliada la finca se vuelve a lo mismo, mejor un Parlament muermo y bien educado. Una forma de silencio siciliano, podríamos decir. Los intentos desesperados de algunos, entre los que cuento como balance general el famoso cerco de un grupúsculo de indignados, no consiguen arrancar el viejo vehiculo representativo. En todo caso, el debate consiste en confirmar cualquier propuesta gubernativa por la mínima mayoría y la abstención o el asentimiento del tercero de los partidos que gobiernan. Los demás, las izquierdas, pueden seguir berreando con los mejores argumentos.

Volviendo al título de la película, lo del límite ético, me pregunto: ¿qué tiene que ver la ética con el beneficio bancario y con el ejercicio del poder al estilo cacique? ¿Ha habido hasta ahora alguna medida gubernamental que haya tenido en cuenta la ética e incluso la estética (parafraseando al insigne catedrático)? Los recortes sanitarios, el estropicio educativo, la laminación de las prestaciones sociales, el abandono estival de los dependientes económicos, las bofetadas a los trabajadores públicos y un etcétera que llenaría la antigua enciclopedia británica, ¿tienen algo que ver con la ética?

¿Cómo se mide la ética para afirmar que hay algún límite? Y que a cada lado de esa línea las cosas son distintas. ¿Puede una norma tener más kilos o metros de ética que otra?

En fin, lamento mucho que la ética intervenga en esas cuestiones, por el mismo precio se podría haber dicho: ¡es que se han pasao! Y quedarnos tan anchos y en las mismas.

Viva la huelga general!

Lluis Casas, hasta el tope de ética