jueves, 10 de noviembre de 2011

HONESTIDAD Y RETRIBUCIONES





A propósito de diversas circunstancias, algunas de las cuales ahora explicaré, hace ya tiempo que quería anotar brevemente lo que podríamos denominar el vinculo entre la honestidad y el salario, la retribución, las ganancias, o como quieran ustedes llamarle al asunto de ganarse la vida.


No es un asunto nuevo ni para mí, ni para ustedes. Ya en otras ocasiones la retribución de ciertos emires financieros o de cresos especuladores inmobiliarios ha aparecido por aquí. Lo de hoy es ligeramente distinto y voy a empezar por citarles los dos o tres motivos que me impulsan a empezar.


En plena campaña electoral no resulta extraño que algún candidato, en general de la derecha, aunque no siempre, cite su magro sueldo como referencia de su altísimo sentido del honor patrio, de su gran esfuerzo y sacrificio a favor del bien público. El último, de momento, ha sido el inefable don Duran Lleida (no creo que se me ofenda por lo de don), que hace pocas horas afirmaba que lleva varios años con el sueldo congelado, apuntando a que sus renuncias vitales son grandes por hacer política y que si de sacrificios se trata el los tiene consolidados. Credibilidad nula.


En otro ambiente, también viendo el último viernes el film “Margin Call” de J.C. Chandor, con Kevin Spacey, Paul Bettany, Jeremy Irons, Zachary Quinto, Penn Badgley y Demi Moore, que les aconsejo fervorosamente y al que aludiré al final con una pequeña referencia de cinemateca (1), el asunto salió a relucir. En el, la retribución de los empleados de una financiera está en boca de todos, cuanto cobra fulanito, y cuanto menganito. Nunca se hace referencia a esfuerzos, preparación y otras habilidades profesionales, pero lo de la pasta está en el orden del día, dado que los saltos salariales son astronómicos.


La más gorda ha sido sin ninguna duda las últimas noticias a caballo del inicio de la campaña electoral sobre indemnizaciones, sueldos, pensiones, etc. que los altos directivos de cajas y bancos en serios aprietos cobran cuando sus fechorías son tan evidentes que incluso ese miope profundo que es el Banco de España se ha dado cuenta de ello y toma, tarde, sus medidas.


No digamos ya de sueldos y otras rentas de un grupo de artistas, deportistas y figurantes que cuentan los emolumentos siempre con una soberana ristra de ceros a la derecha de la primera cifra. Siempre por esfuerzos relativamente limitados y por habilidades de trascendencia un tanto dudosas.


En fin, que el asunto está ahí.


La premisa que les apunto es que, en las actuales circunstancias y con un margen de tolerancia, cualquier persona que reciba emolumentos por encima de los 300.000 euros anuales está progresivamente fuera del mundo de la honestidad. Esa cifra, para los que perdemos la vista paulatinamente, son 50 millones de pesetas, esa moneda tan antigua. Es decir, unas 4 millones al mes, Unas 135.000 pesetas diarias, domingos y fiestas de guardar incluidos.


Ya les digo que me otorguen un margen hacia arriba o hacia abajo, la cifra citada es fácil de manejar y representa más un concepto general que un dato concreto.


Probablemente no lo necesiten, pero esa cifra significa el precio (no el coste) de un piso decente en el Eixample barcelonés, sin necesidad de hipoteca o crédito. También es 890 veces superior al SMI español y unas 10 veces superior a la pensión media. También es el triple del salario del Presidente federal. Por descontado, el sueldo del doctor en limnología que es mi yerno y experto científico internacional, con sede en Catalunya desgraciadamente, para este asunto es 15 veces inferior. Mi propio sueldo, cargado de trienios y consolidaciones y a las puertas de la liberación guarda una comedida relación de 5 a 1.


No cito a Messi o a Robert Redford por mi profundo desconocimiento de sus declaraciones de renta y dando por descontado que en sus casos el papel de pobre es el cobrante de los trescientos mil del ala.


Un sueldo enorme, una retribución inmensa, siempre me han parecido indicar que no se retribuía la capacidad, ni la habilidad, ni siquiera la fidelidad bien entendida. Ahí hay, según mi parecer, motivos ocultos, razones profundas que transforman a un buen profesional en alguien distinto, en un pozo de avaricia, de agresividad y de riesgo. Los sueldos de ejecutivos, profesionales, etc. están relacionados con un supuesto mercado de los mejores, de forma que las cifras que se manejan son en realidad barreras de contención.

He oído casi toda mi vida que la administración pública debería retribuir a ejecutivos al nivel de la empresa privada para ganar eficiencia. En algunos sectores públicos, pienso sobre todo en sanidad, la línea se ha ido imponiendo, aunque mucho por debajo del límite que he dado, al menos en retribuciones oficiales y cumpliendo las incompatibilidades debidas. O suponiéndolo desinteresadamente.


Los resultados de semejantes sueldos, que fácilmente se transforman en millones de euros y en según que casos en muchos millones de euros, son intrascendentes respecto a los resultados que empresas o administraciones consiguen. La trayectoria de una infinidad de empresas, conglomerados, entidades financieras que han sido llevadas en volandas o a cucurumbillo al estropicio por ejecutivos de sueldos estratosféricos es enorme.


En el fondo de la cuestión está simplemente el abandono del modelo empresarial basado en el/los propietarios y la entrega del mando a una nueva clase, los ejecutivos. Estos obviamente han pretendido y conseguido que su situación anual se asimile al del cobrador de dividendos. La gestión a corto plazo, la búsqueda de negocio, incluso fuera de la especialización empresarial habitual que han impuesto muchos, han cubierto el campo de batalla de heridos, mutilados y cadáveres. Ahora mismo, una antigua y prestigiosa entidad mutual barcelonesa está en trance de venta a la baja, simplemente por lo dicho anteriormente. Una nueva dirección sensible al máximo beneficio puso la mutua en manos inadecuadas, se diversificó el negocio, se hicieron inversiones arriesgadas y lo que fue una sólida entidad acabó convirtiéndose en un endeble reflejo de si misma. Los ejecutivos bien, por descontado.


Lo dicho, la retribución y la honestidad a partir de determinados límites son líneas divergentes y a menudo lo son también con el éxito empresarial estable.


Lluis Casas chismorreando.


(1) “Margin Call” significa requerimiento al margen, es decir la anotación del supervisor de tus cuentas de inversiones financieras si tus pérdidas dejan tu margen libre por debajo del margen requerido para cubrir las posiciones abiertas. En fin, es una alerta descomunal que desemboca las más de las veces en una quiebra instantánea o en la masiva ayuda bancaria, estatal o de la lotería nacional. El film relata las 24 horas de la crisis de una entidad y las maniobras financieras, técnicas y humanas que envuelven la posible “salida” de la situación. Ahí tienen un resumen en vertiente cinematográfica de la crisis inicial en Wall Street y de las formas y maneras que la avaricia absoluta impone. Vayan y véanla. No se pierdan la extraordinaria escena en el ascensor, en donde dos altos directivos y la señora de la limpieza mantienen una conversación y crean un ambiente que define de forma esplendida la moral de semejantes monstruos. Tampoco, la escena del entierro del perro. Las relaciones humanas, el cariño, la sensibilidad, las prioridades entre laburo y las personas son los protagonistas de ella.