miércoles, 27 de enero de 2010

TRESCIENTOS VEINTICINCO MIL MILLONES




Sí, han leído bien: 325.000.000.000 de euros. La cifra aparecida por sorpresa en la prensa es el monto de la deuda inmobiliaria que poseen los bancos y cajas españoles. Una deuda que tiene su contrapartida en suelo y promociones en muy diversas fases de ejecución y de oportunidad de colocación en el mercado. Es una cifra que si hacen el ejercicio que les propongo toma unos derroteros cósmicos: pásenla a pesetas y verán. Son 55 billones (billones de los antiguos, es decir millones de millones) de pesetas. Todo y con la inflación post euro, la dimensión asusta. Eso está claro. En resumidas cuentas, estamos hablando de un parné equivalente a diez veces el presupuesto de la Generalitat de Catalunya de 2010 o a un millón y medio de coches Seat.


La cifra salió en la prensa a resultas de una especie de encuentro o congresito sobre la materia inmobiliaria que, por otro lado, no hubiera merecido ningún comentario periodístico. Uno de los ponentes se salió del guión y mentó a la bicha. Los bancos que no habían dicho esta boca es mía sobre el asunto se han lanzado a diversos desmentidos, no sea que el espanto se contagie urbi et orbe. Parece ser que la cifra, más o menos, es cierta y sirve para valorar lo que espera a la economía española.


Si bien es cierto que detrás de la deuda hay activos, no como en el caso de los bonos basura, también es cierto que muchas de las promociones, o del suelo disponible para edificar, están donde no toca, son promociones especulativas realizadas al albur de una economía ya inexistente. Por ello se hace difícil pensar que puedan reintegrarse al mercado con cierta fluidez y que puedan recuperar el valor presunto. Por ello, bancos y cajas corren desesperados en busca de reservas que cubran una parte de esa deuda que se adivina incobrable o de muy lenta digestión. Es decir, se prepara una operación para cubrir pérdidas colosales. Después, y si son capaces de cubrirlas, habrá que pensar en cómo recuperar algo o mucho, colocando las existencias, ya en manos bancarias. Una historia que se prevé larga y compleja.


Al fondo, sigue existiendo un problema de vivienda muy grave. Problema que en función de la situación económica ha desaparecido de la prensa. Las familias necesitadas de ella tienen hoy otro problema prioritario, el paro o llegar a final de mes. Por otra parte, el mercado de la vivienda no ha ajustado los precios al nivel que lo razonable exigiría. El enorme incremento de precios especulativos sigue estando presente en el mercado y la resistencia a ceder es elevada. Pero insisto en que la demanda está retraída por un problema superior.


Ya en otros artículos expresé la posibilidad de que la crisis inmobiliaria sirviera para situar la vivienda en donde toca, a saber: la vivienda de fácil acceso, de alquiler y a precio razonable, debe acercarse a los índices europeos, el 30%. Si no es así seguiremos en las mismas. La existencia de un enorme stock sin cliente y con una deuda enorme asociada podía intuirse como un medio para salvar la situación. Las ayudas institucionales deberían encauzarse a través de la obtención de la parte del stock útil hacia esa franja de consumo de alquiler. Mi opinión se ha visto corroborada en diversos medios por comentaristas ajenos al submundo inmobiliario, e incluso a través de promotores con ciertas luces.


Ya veremos, pero esos 325 mil millones de ala no serán papel mojado desde el punto de vista de la economía, pueden serlo en parte para los poseedores de la presunta propiedad, los bancos.




Lluis Casas buscando piso.