martes, 12 de enero de 2010

FALTA LIDERAZGO




Tiene más razón que un santo laico nuestro ilustre promotor intelectual en su artículo sobre el despiste catalán: AIRES PREOCUPANTES EN CATALUNYA. Los ejemplos aportados son una parte del todo, aunque la más reciente en días, pero la lista de desvaríos es larga y ya, sospechosamente, consistente en su deriva. Deriva respecto a los aspectos razonables de la política. Política en su expresión mayestática y en su variación más domestica y cruda.


Catalunya siempre ha resaltado por un ambiente político más relajado que en otras zonas. El mismo Parlament fue acusado de provocar la modorra en no pocos parlamentarios y en casi todos los ciudadanos que siguen sus debates. Ni siquiera en momentos de alta tensión se han perdido la formas y se practica una cordialidad de patio de colegio que permite excusarse ante el afectado incluso antes de emitir el improperio. De eso sabe mucho el regente de Parapanda. Obviamente no es una situación ideal que en el Parlament se imponga el respeto al margen del contenido político del debate, pero ha sido siempre de agradecer que los diputados catalanes puedan expresar en la tribuna sus cuitas sin esperar que el coro de Delfos de la oposición calle de una puta vez. Cosa harto corriente en el mismísimo congreso de los diputados.


Esa corrección, excesiva para algunos, se está perdiendo en los papeles periodísticos, en las imágenes televisivas y en las ondas de la radio. Y se pierde sin incorporar valores reales de confrontación inteligente y, sobre todo, de sociedad deliberativa. Desde hace algo más de seis años la deriva hacia el improperio o el comentario exagerado y fuera de contexto se está imponiendo. No es ajeno a ello el tipo de periodismo cada vez más presente que acentúa el titular por encima del contenido (a veces anulándolo) y no hace ascos a la simple mentira o a la más burda manipulación. Por no citar el desconocimiento básico de los hechos y de las circunstancias. (A propósito les comento que en un recientísimo reportaje en TV3, un más que probable asiduo tabernario daba su parecer con una copa en la mano sobre las insuficiencias de la acción administrativa frente a la nieve caída. Desde dentro de la taberna se observaba más de un metro de nieve. Todo un ejemplo de buen periodismo y de la información bien concebida).


La reacción de la derecha nacionalista a la pérdida del poder en el 2003 tiene mucho que ver con esa actitud. También ciertos personajes que carentes de las más elementales cualidades intelectuales, ayunos de una honradez básica, se lanzan a cualquier yugular con la más mínima excusa (o sin ella) e, incluso, encabezan propuestas políticas de orientación antipolítico, valga el oxímoron. La agitación por la agitación, según mi parecer, nos llevará más bien por sendas berlusconizantes que por otras rutas más útiles a la democracia y al buen gobierno y a una eficaz oposición. La pérdida de la racionalidad política y la acentuación de los conflictos de bajo tono no hacen más que alejar de la consciencia ciudadana la participación, el conocimiento y el buen criterio con que la política debe tratarse y conocerse. Ya lo veremos.


Dicho lo anterior, me permito un giro y vuelvo a ciertas cuitas que ya he comentado en otras ocasiones. Me refiero a lo que el titulillo expresa, al liderazgo. Ese término, al manos para mi, no se refiere a la supremacía e imposición de una persona o de un grupo sobre otras, imponiendo pensamiento y acción por métodos más conocidos que
La Monyos en sus tiempos. Se refiere a la hegemonía de pensamiento y de la acción correspondiente en aras de prevalecer en valores que permiten el ejercicio del poder y de la gestión de la administración. Tiene que ver, seguro que lo han descubierto, más con Gramsci que con ninguna otra personalidad de la izquierda.


Hoy día ese liderazgo brilla por su ausencia, tanto por la falta de capacidad reflexiva de los dirigentes políticos actuales, como por su incapacidad de comunicar y hacerse entender más allá de lo más inmediato y material. En los partidos, grupos sociales, etc. prevalecen los oportunistas, los funcionarios (en un sentido noble del término) y los resistentes a las reuniones, a las crisis y a los terremotos, es decir los sobrevivientes. Ninguno de ellos garantiza ese liderazgo, aunque sus virtudes sostienen carreras políticas, sociales, culturales de largo recorrido y de variada influencia. Recorrido e influencia que no tienen sentido real, ni gran trascendencia al margen de detalles concretos. La dureza de la política actual, la dificultad de la vida social en cualquier entorno alejan a personalidades que podrían ejercer esos liderazgos o protagonizar liderazgos colectivos por su falta de interés o, incluso, valor frente a luchas intestinas o debates públicos a cara de perro.


Hace ya mucho tiempo que no veo, leo, oigo, etc. posiciones razonables y comprensibles sobre el funcionamiento social. Los intereses de clase, por ejemplo, han desaparecido como si no existieran. El poder ejercido por monopolios y otras fuerzas económicas están diluidos, no solo en la prensa, sino que incluso en la interpretación de la realidad por la mayoría de políticos y otras congregaciones. Los intelectuales parecen adormecidos por el buen rollo de cátedras y cargos y los pocos comentarios de interés que se les escuchan son de una probidad que asusta.


Todo ello conforma un mundo de la política tendente al desinterés, al auge de ciertas formas fascistas, como en Vic o en Badalona y sobre todo al debate oscuro e incomprensible para la mayoría. Mayoría que ciertamente pierde su disposición positiva a participar de la acción societaria y política. O como decía alguno hace muchos años, se incuban los huevos de la serpiente.




Lluis Casas con depresión post navidad.