La crónica socio literaria de nuestro encantador promotor y líder es sólida como una roca: "EL HOMBRE INQUIETO" DE HENNING MANKELL. Quien esto afirma se ha leído todo el Mankell editado en leguas románicas y además se pulió al Larsson en una semana de estancia hospitalaria (según la aritmética fueron: 800’ 3=2.400 páginas, probablemente un record Guinness). Sé, pues, de lo que hablo.
La útil crónica bulliciosa coincide con otra en el día de hoy en El País a propósito del valor literario de Larsson y su saga rota. Como es evidente por su enfoque elitista no vale la pena leerla. A nadie dice nada porque no tiene más contenido que separar la literatura de la literatura. Algunos críticos no se han enterado que la literatura es economía e industria (como todo lo cultural), que la literatura es distracción y atracción y que lectores hay muchos y muy diversos y que además a los críticos no deberían pagarles por decir tonterías. Algunos piensan que Proust es el acabose, pobrecitos. Claro está que hay una excepción en Parapanda que la acierta de lleno con los matices entre Wallander y Blomquist/Salander. Con su bendición me pongo a relatarles algunas de mis reflexiones sobre el asunto.
En primer lugar, los matices entre uno y otro empiezan con la profesión. Larsson como periodista mediático utiliza una vieja técnica novelística basada en la acumulación de toneladas de ideas; por ello necesita grandes extensiones de letra impresa y múltiples caminos que se cruzan o no. Aboca en la novela todo lo que ha ido recopilando vitalmente. Está muy cerca del siglo 19 y de los escribidores franceses que publicaban a trozos en la prensa diaria o semanal.
Mankell es más pausado, tiene un largo recorrido a priori sin planificar y estructura sus novelas (y teatro no vayan ustedes a creer que el hombre es unidimensional) sobre la base de una única línea argumental. Larsson planificó, según nos han contado, una docena de novelas, en las que la saga Blomquist/Salander debía tener 10 volúmenes.
Otra diferencia es la soledad. Wallander está más solo que la una. Blomquist/Salander forman tándem, lo cual matemáticamente es el infinito, tanto por la enorme generación de detalles entre los protagonistas, como por las derivaciones de sus historias individuales. Pero a la vez, los acompañantes de la pareja podrían ser también protagonistas cada uno de ellos de su propia historia literaria. Mankell no es tan espléndido con sus personajes de apoyo, sólo la hija del inspector tiene esa consistencia, de hecho Mankell es muy rácano con sus personajes de creación. Novela coral la de Larsson, novela más cerrada la de Mankell.
El sexo también tiene su importancia. Larsson/Blomquist están al loro. El pobre Wallander (no se si Mankell) las pasa canutas y ni se entera. Y eso que un buen día ligó con una estonia, pero no sabia que hacer con ella. Blomquist es más que hábil en las relaciones personales y ciertamente atractivo, Wallander se mira hacia dentro.
Otra más. La violencia es más explicita en Larsson, tal vez producto de su súbita irrupción literaria o de su mayor desvergüenza en contar detalles escabrosos. Mankell insinúa y deja más territorio a la imaginación del lector. Este tiene la posibilidad de huir frente a lo que ha de imaginar. En Larsson o pasas la página o te tumba.
Como ven son dos muestras de la novela negra bien distintas, aunque no distantes. Su cercanía está en el territorio nacional que pisan y muestran, ¡vaya con Suecia!, y en su enfoque vital y político, ambos críticos hasta la médula.
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