viernes, 16 de octubre de 2009

TODO Y NADA





He tenido abandonado durante dos semanas a mi ilustre promotor mediático por causas febriles. Una vez tramitada la baja y el alta con el informe jurado del médico de cabecera, me reincorporo ansioso al fluir de la información y del comentario ilustrado.


Dos semanas es toda una vida en el medio digital, aunque a la luz de los periódicos estamos en las mismas o en las peores. Simplemente: los encabezados de hoy hacen referencia al Sr. Millet, vía CIU, al Sr. Rajoy, vía valenciana, a la Sra. Elena Salgado, vía apertura de la puerta a una más intensa fiscalidad para los ricos (cosa prevista por el autor) y cosas así. No parece haber pasado el tiempo si no fuera por dos o tres cositas que ahora comento.


La primera es que después de exactamente 60 años, ayer en Barcelona, se celebró el primer homenaje a las victimas del fascismo. Si lo que acabo de escribir no les parece truculento es que he perdido la capacidad de sentir y mostrar. Lo explico: en 1939 terminó la guerra civil o la guerra fascista, como quieran ustedes. En 1975, se murió en la cama, qué lástima, el dictador. En 1977 hubo unas primeras elecciones y poco después se aprobó en referéndum una constitución democrática. Desde entonces la guerra, las víctimas del fascismo en ella y después de ella han navegado en la penumbra apenas iluminados por breves fogonazos de luz, ciertas tímidas leyes estatales y algunas otras de la Generalitat en las que habían dos duros para pagar una vida. Hay que esperar al 2009 para ver aparecer un acto político organizado por el gobierno catalán en el Sant Jordi, una plaza de primera y el mismo día en que se comunica a la familia de Lluis Companys que lo del juicio fue una farsa, no el fusilamiento, claro está. Y que se procede a iniciar los trámites de su anulación. Solo por eso vale la pena levantarse hoy, miércoles 14 de octubre del 2009. Sesenta años después. Mientras, mi padre ya murió. Como otros muchos.


La siguiente es la entrevista entre los presidentes federales. Zapatero y Obama. Lamentablemente no pudo retransmitirse una entrevista a dos lenguas directas, ingles y castellano. Por lo visto a ninguno de los dos les apetece conocer lenguas vivas que no provengan de sus respectivos imperios. Fue una lástima que eso lastrase el posible feeling entre ambos. La foto incesantemente buscada desde Madrid se produjo. La identificación entre lo que representa Obama, un Nobel a destiempo, y Zapatero, un presidente sin línea real, aunque con verbo en lo accesorio, no apareció en pantalla, lastrada esta por la traducción de terceras personas. Una lástima. Por cierto, yo no me enteré de nada concreto a señalar. Y ya va siendo hora.


La tercera es la concreción de la fusión de tres cajas de ahorro catalanas. Eso, junto con otra fusión menor en marcha reduce drásticamente la diversidad del sistema de ahorro catalán basado en el territorio inmediato y en el conocimiento del pequeño entorno económico. Ya he ido avisando que desde el banco de España y con la buena excusa de la crisis financiera, se está impulsando una estrategia de privatización de las cajas. El primer obstáculo es, sin ninguna duda, su arraigo territorial y social. Roto éste, todo será más fácil. Dicho esto, aplaudo la iniciativa de Castells de hacer las fusiones dentro del principado, evitando una fusión entre CCAA en la que el sentido del terruño ya no sea nada de nada. Espero que la siguiente operación a tres vuelva a concretarse con el éxito de la de ahora y que las dos restantes eviten la tentación de saltar fronteras. Fronteras que en este caso son razonables.


La reacción de la banca tradicional, es decir con dueño y acciones, es de frotarse las manos. Se dice que un 20% de los fondos de las cajas que deciden hacer uniones pasará a la banca de propiedad. Siempre han visto los bancos a las cajas como cosas absurdas y socialistas, a las que hay que hacer desaparecer. Por eso mismo, los internacionalistas proletarios debemos hacer lo posible por mantenerlas, como ha hecho uno de nosotros, el conseller Castells.



Lluis Casas en el reencuentro