miércoles, 21 de octubre de 2009

EL NOBEL DE ECONOMIA Y CATALUNYA: nuestra Elinor Ostrom




Aunque les parezca imposible hay muchas cosas en el mundo cercano que el Millet no ha contaminado. Pero ahora mismo no se cuáles mencionarles en concreto. ¡Vaya hombre!


Creía poder hacerlo a propósito de un asunto de gran interés, como es la desaparición de una multitud de entidades de carácter asociativo y un tanto ajenas al máximo beneficio que eran moneda corriente en Catalunya y de las que quedan bien pocas y que se dedicaban (algunas todavía lo hacen) a las más diversas inquietudes sociales, como el socorro mutuo (como decían hace años), cultura y otras actividades en las que el motivo es básicamente ideológico y la maquinaria económica y administrativa un simple instrumento. Lo decía a propósito de la actualidad de la Mutua del Comerç i de la Industria, portentoso invento que subsistió bastante bien hasta que los malos farios del Millet la han obligado a apechugar con una intervención directa del estado federal, para garantizar su actividad básica aseguradora.


En Catalunya ha existido todo un mundo de entidades/empresa de carácter social. Unas provinentes de la actividad sindical obrera o de sus cercanías, otras de las inquietudes sociales o culturales de grupos vinculados a una variada gama de propuestas ideológicas. Otros directamente de familias y grupos de gran poder económico, pero con inquietudes sociales o “nacionales” (en el mejor sentido del término). En fin, la lista sería enorme y algunos nombre de lustre.


Hoy en día solo quedan restos de esa amalgama de sociedad civil, puesto que su declive ha sido notorio por múltiples causas. Para cubrir el agujero que han ido creando con su desaparición tenemos, afortunadamente, una nueva generación de entidades con otras características, aunque con motivos básicos en el mundo social y en la preocupación solidaria: las ONG. Pienso que no son lo mismo unas que otras. Sin restar ni a unas ni a otras ninguna virtud. Corresponde ciertamente a tiempos distintos y formas de actuar diferentes.


De aquella riqueza, parte de lo perdido se debe a cierta incapacidad de adaptación a los tiempos y en parte, y aquí está lo que me interesa resaltar, a un deseo de substituir la esencia social por el negocio a lo bruto, con especulación y otros riesgos. La Mutua responde a ese tipo de crisis. Tanto desde el gobierno de CIU como desde sectores de los negocios se vio la posibilidad de dar un salto mortal con la base mutual existente y lanzarla al mundo de la especulación de todo tipo. Obviamente de aquella Mutua no queda nada, hoy es simplemente un negocio de seguros que ha acumulado enormes riesgos y pérdidas por su ambición desmedida y su falta de sensibilidad y voraz apetito. No es el único caso, pero hoy está de gran actualidad. A las reclamaciones que los gestores públicos impuestos por el gobierno federal puedan hacer a los anteriores manipuladores, entre ellos el Millet, habría que añadir el coste social que implica la pérdida de entidades de carácter económico pero con objetivos sociales.


Ello también es de actualidad con motivo del premio Nobel de economía de este año, otorgado al 50% a una estudiosa nórdica de la gestión de las entidades de propiedad colectiva (le propongo que haga un ejercicio con nuestras cajas, mientras sigan siéndolo). La premiada insiste en el gran valor de las iniciativas colectivas como instrumentos que garantizan sociedades adaptables y justas. Lejos del predicamento liberal en el que cada cual hace lo que puede, sin ningún sentido social o colectivo. Cosa que queda meridianamente claro a la luz de la actual crisis y de sus derivados salvadores.



La simple consideración del enorme daño que han hecho los Millets de este mundo a una sociedad llena de iniciativas colectivas al cepillárselas requiere un juicio sumarísimo en Palamós. Aunque con ciertas condiciones respecto a los jueces que lo hayan que presidir. Ustedes ya me entienden. Porque, vamos, hay algunos togados que --untados o no, ahítos o no de machaquito-- actúan según lo que, en tiempos cervantinos, se conocía como la
ley del encaje.






Cuán distintos esa nórdica excelente y ese mediterráneo chorizo.



Lluís Casas, convictamente confeso de ilustrado.