En este duro mes de agosto que estamos teniendo, a pesar de las temperaturas récord y escasas alegrías con el frescor nocturno, se impone otro tipo de noticias entorno a la economía. Todo el mundo sabe que cuando tu competidor está arrebatado por una intensa siesta o perdido en el bosque, es el momento de aplicar las medidas que permitan superarle en número, estrategia y táctica. Parece ser que nuestro presidente federal algo por el estilo rumiaba mientras el PP buscaba vida política en los más bajos fondos de las alcantarillas. Sumido en las profundidades ocultas de escuchas y otras hierbas de raíz tan imposible como incrédula, no tenía el ejército opositor nada real que echarse al gaznate político durante el estío.
En cambio la estrategia presidencial ha concluido con la presentación de los subsidios para los parados sin subsidio, valga la redundancia del asunto. Una propuesta que era exigida por el mundo social y por algunas zonas a la izquierda del propio gobierno y que coincidía además con las necesidades macroeconómicas para aumentar el consumo privado, eje que en nuestro entorno está generando aquellos poemas épicos de los brotes verdes que también en plan serpiente de verano se han transformado en crecimiento en cuatro estados de la UE. Todo un notición para el que está a la cola en crecimiento y en los primeros puestos en paro.
El conjunto de familias que estaban a dos velas, una vez consumido el periodo en que el desempleo les cubría mal que bien las necesidades básicas, es de un peso demográfico contundente. Creo recordar que el gobierno catalán evaluó en 190.000 familias el número de afectados por ese asunto al filo del mes de julio. Si eso era así en julio y en Catalunya, qué no sería en agosto y en toda España. No crean que las cifras estén claras, nada de eso. En nuestro sistema de recogida de datos nada está claro y, por tanto, tampoco la evaluación de esa circunstancia familiar y economía resiste el análisis profundo. La estadística en este país que sufrimos responde a encuestas parciales y a estudios por encargo, a despecho de que los funcionarios del ramo cansados están de exigir lo que se debe a tan importante activo técnico y político. Pero, independientemente de las cifras, no hay discusión posible sobre la necesidad y la dimensión real, ambas son de aúpa. Imprescindibles, vaya.
Puestos a hacer lo que se debe hacer, el gobierno federal, en este caso encabezado (es un suponer dado el resultado) por un ministro llegado de l’Hospitalet presentó el programa. La dicha duró escasos minutos puesto que la norma interna del decreto contemplaba más tonterías lógicas que esencia real. La torpeza, por no citar directamente el fraude sobre las expectativas, ha sido enorme y lo que hubiera sido una medida social y económicamente contundente se ha quedado en un lío enorme entre papeles, garantías absurdas y periodos de vigencia venidos directamente del inframundo. Tanto es así, que el presidente federal ha tenido que terciar y cambiar un decreto recién estrenado. La pregunta habitual en estos casos es más que pertinente, ¿a qué se debe tamaña ineficiencia? No hay técnicos en el gobierno federal que puedan diseñar algo con algún sentido de la justicia y de la política. Y ya puestos, ¿como un ministro se deja colar por activa o por pasiva torpeza tan solemne?
¿No será que la falta de plan político real en materia económica y social determina el nivel alto de chapuzas que estamos teniendo? Recuerden ustedes mi larga crónica familiar en torno a las ayudas a la dependencia, otra que tal. En fin, que más valía que el gobierno esperase el retorno de algún cerebro bien amueblado antes de darse a sí mismo con un canto en los dientes y frente a un ejército de la oposición tan desarmado que está montando líos en las tabernas de la costa presa del desafuero etílico de sangría de garrafón propio del verano.
Supongo que coincidiendo con esta chapuza aparece por el norte del gobierno federal la reforma fiscal, es decir el retorno a la buena vía fiscal, perdida entre eslóganes y consignas presidenciales sin sentido económico. Recuerden la frase de que la reducción de los impuestos es de izquierdas, vaya tontería. Si hubiera oposiciones a izquierdista el mentado presidente no pasaría de la primera fase. Saber leer y haber leído. En fin, tarde pero parece, digo parece, que tenemos posibilidades de que nuestro sistema fiscal reemprenda la vía que nunca debió abandonar (cito en homenaje a un fallecido Fernández Ordóñez y a un vivo Pepe Borrell) y obtengamos unos grados más de justicia distributiva y de capacidad pública para atender a todo lo que hay que atender en un estado moderno y eficiente.
Alerta, podría tratarse de un globo sonda, a la espera de la reacción de los que han disfrutado de la contrarreforma fiscal en ejercicio estos últimos años. No sería de extrañar que el gobierno federal hiciera marcha atrás, muchas veces ha dado muestra de la elegancia amatoria en este último y arriesgado movimiento.
Lluis Casas, preparándose para rascarse orgullosamente el bolsillo fiscal.
En cambio la estrategia presidencial ha concluido con la presentación de los subsidios para los parados sin subsidio, valga la redundancia del asunto. Una propuesta que era exigida por el mundo social y por algunas zonas a la izquierda del propio gobierno y que coincidía además con las necesidades macroeconómicas para aumentar el consumo privado, eje que en nuestro entorno está generando aquellos poemas épicos de los brotes verdes que también en plan serpiente de verano se han transformado en crecimiento en cuatro estados de la UE. Todo un notición para el que está a la cola en crecimiento y en los primeros puestos en paro.
El conjunto de familias que estaban a dos velas, una vez consumido el periodo en que el desempleo les cubría mal que bien las necesidades básicas, es de un peso demográfico contundente. Creo recordar que el gobierno catalán evaluó en 190.000 familias el número de afectados por ese asunto al filo del mes de julio. Si eso era así en julio y en Catalunya, qué no sería en agosto y en toda España. No crean que las cifras estén claras, nada de eso. En nuestro sistema de recogida de datos nada está claro y, por tanto, tampoco la evaluación de esa circunstancia familiar y economía resiste el análisis profundo. La estadística en este país que sufrimos responde a encuestas parciales y a estudios por encargo, a despecho de que los funcionarios del ramo cansados están de exigir lo que se debe a tan importante activo técnico y político. Pero, independientemente de las cifras, no hay discusión posible sobre la necesidad y la dimensión real, ambas son de aúpa. Imprescindibles, vaya.
Puestos a hacer lo que se debe hacer, el gobierno federal, en este caso encabezado (es un suponer dado el resultado) por un ministro llegado de l’Hospitalet presentó el programa. La dicha duró escasos minutos puesto que la norma interna del decreto contemplaba más tonterías lógicas que esencia real. La torpeza, por no citar directamente el fraude sobre las expectativas, ha sido enorme y lo que hubiera sido una medida social y económicamente contundente se ha quedado en un lío enorme entre papeles, garantías absurdas y periodos de vigencia venidos directamente del inframundo. Tanto es así, que el presidente federal ha tenido que terciar y cambiar un decreto recién estrenado. La pregunta habitual en estos casos es más que pertinente, ¿a qué se debe tamaña ineficiencia? No hay técnicos en el gobierno federal que puedan diseñar algo con algún sentido de la justicia y de la política. Y ya puestos, ¿como un ministro se deja colar por activa o por pasiva torpeza tan solemne?
¿No será que la falta de plan político real en materia económica y social determina el nivel alto de chapuzas que estamos teniendo? Recuerden ustedes mi larga crónica familiar en torno a las ayudas a la dependencia, otra que tal. En fin, que más valía que el gobierno esperase el retorno de algún cerebro bien amueblado antes de darse a sí mismo con un canto en los dientes y frente a un ejército de la oposición tan desarmado que está montando líos en las tabernas de la costa presa del desafuero etílico de sangría de garrafón propio del verano.
Supongo que coincidiendo con esta chapuza aparece por el norte del gobierno federal la reforma fiscal, es decir el retorno a la buena vía fiscal, perdida entre eslóganes y consignas presidenciales sin sentido económico. Recuerden la frase de que la reducción de los impuestos es de izquierdas, vaya tontería. Si hubiera oposiciones a izquierdista el mentado presidente no pasaría de la primera fase. Saber leer y haber leído. En fin, tarde pero parece, digo parece, que tenemos posibilidades de que nuestro sistema fiscal reemprenda la vía que nunca debió abandonar (cito en homenaje a un fallecido Fernández Ordóñez y a un vivo Pepe Borrell) y obtengamos unos grados más de justicia distributiva y de capacidad pública para atender a todo lo que hay que atender en un estado moderno y eficiente.
Alerta, podría tratarse de un globo sonda, a la espera de la reacción de los que han disfrutado de la contrarreforma fiscal en ejercicio estos últimos años. No sería de extrañar que el gobierno federal hiciera marcha atrás, muchas veces ha dado muestra de la elegancia amatoria en este último y arriesgado movimiento.
Lluis Casas, preparándose para rascarse orgullosamente el bolsillo fiscal.