La expresión, que reconocerán en el encabezado, se debe a la larga tradición de excelentes relaciones que la gente costera mediterránea europea ha mantenido con los de la otra orilla, de origen mucho menos aristocrático para los que no saben historia.
Muchos siglos de maravillosas relaciones entre ambos lados han dado su fruto en esa expresión que resume la comprensión mutua y el buen hacer de sus respectivos gobiernos, preocupados ambos por los derechos humanos y el desarrollo franco, libre y pacífico del lago romano. Ni que decir tiene que no citaré, dios me valga, la expresión surgida en la guerra civil a propósito de las tropas musulmanas adheridas al alzamiento nacional cristiano e imperial, ¿para qué?, pues todo responde a los mismos profundos sentimientos míticos. Más daño hacían los alemanes y los italianos, y más cómodamente lo hacían desde sus aeroplanos bombarderos y no tenemos acuñada expresión alguna contra tudescos y transalpinos.
Esa frase inicial sumía a los lugareños de nuestro lado en un estado beatifico de tranquilidad y permitía a reyes y duques impulsar operaciones de gran interés ecuménico en Túnez, por poner un ejemplo. Operaciones de hasta no hace muchos años, como en una isla de imposible nombre: Perejil. Allí, en Túnez mismo, hoy puede contemplarse los restos de un mito cadavérico hispano, producto de ese buen hacer gubernamental carpetovetónico, allá en el siglo XVI. Prueba irrefutable que existe la otra cara de la expresión, no hay cristianos en la costa.
Desde Rosas hoy esa expresión ha dejado de existir por simple obsolescencia del concepto. Los moros están en la costa, con sus familias que visitan regularmente el mercado municipal e incluso establecen paradas en él, con sus hijos que van a la escuela de la Generalitat y que se adhieren als castellers o als dimonis a poco que se lo propongan. Los frutos de la tierra o las propias promociones inmobiliarias se hacen a mano mora en gran parte. Los moros ya serán pronto todos y ninguno, en cuanto las generaciones que aprendieron juntas la historia (lamentablemente) cristiana terminen como han de terminar, compartiéndolo todo.
Mientras tanto queda mucho camino por recorrer, camino formado por las dificultades que imponen la lengua, la religión y las costumbres. ¡Qué difícil adaptar las costumbres! Necesitamos de nuevo un Anguita en forma que vuelva a dirigir su tropa mora en los pueblos de Alicante, pero formada directamente por originarios propios, y que la jornada termine con la victoria mora, faltaba más. Sin ningún disimulo. No cambiaremos ni el puro en la boca (que refleja una conciencia del futuro americano), ni la música, verdadera mezcla reconocida de sangres hermanas.
Hoy estamos regulando esa convivencia a golpe de norma, sin darnos cuenta que la verdadera fusión se hace en el ambulatorio local, en el autobús y en la cola del paro. Yo, los esfuerzos administrativos los haría en esos lugares, para que unos y otros, es decir, unos, se sientan, como ha de ser, unos. Con colores diversos.
Eso me parece a mi hablando con Rusto, miembro de una familia de allí de once personas afincada ya aquí, y que se ha echado una novia que responde al nombre de Montserrat. Como el tercio.
Lluis Casas, expresionista (fracción renovadora)
Radio Parapanda. En la voz del joven locutor Simón Muntaner de esta emisora: LA NECESIDAD DE UN "BLINDAJE SOCIAL" EN TIEMPOS DE CRISIS. EL CASO DE MERCOSUR.