Como habrán podido comprobar con solo abrir una página de cualquier periódico, este verano se caracteriza por un agitado y confuso movimiento de declaraciones y aclaraciones entre las múltiples cajas de ahorro españolas. A este acelerado proceso de parlamentarismo mediático se han añadido más o menos discretamente algunos gobiernos de las CCAA, el Banco de España y la guerra mundial en torno a Caja Madrid. Todo ello produce escozores en amplias capas de la epidermis en los lectores e incluso inquietudes más profundas entre las ensoñaciones playeras de estos días. En otros comentarios de esta interesante serie sobre las cajas ya les advertí de la necesidad flagrante en ciertos medios bancarios y en otros de ideología liberal a meter mano a lo grande en esa atípica estructura financiera socialista que son las cajas.
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, hoy ese conglomerado de intereses económicos e ideológicos está en trance de sacudir profundamente la base en la que se han asentado las cajas durante decenios: su vinculación más o manos intensa en un territorio conocido e identificado. Esa ha sido la base de construcción del sistema financiero de las cajas y sobre esa base han obtenido más del 50% del negocio.
Los bancos, principalmente esas dos piezas de caza mayor que todos ustedes conocen, ambicionan crecer y eso solo pueden hacerlo absorbiendo el negocio de las cajas, comiéndose a las cajas o mediante métodos sofisticados y disimulados que son los que están hoy en marcha. Lo que está en marcha es el proceso de privatización de las cajas: en la fase actual se trata de arrancar la raíz que las sustenta, el territorio, la representación social y política local, las conexiones sociales y culturales que se han ido construyendo. Con la reducción de su número y su dimensión estatal –una operación en marcha-- es lo que se intenta, las cajas quedarían como pájaros del cretácico, desde ahí se puede entrar en una segunda fase que es su transformación paulatina en entidades financieras estándar y después a la bolsa y luego a donde manden.
Piensen que lo que en determinadas circunstancias, las de hoy, es un freno a su banquerización, como es esa relación con su entorno y su representación ajena a los conceptos habituales en sus consejos de administración, puede volverse una debilidad extraordinaria en cuanto se aleje del terreno donde nació, puesto que nadie de los que hoy representan a ese concepto social desde esos lugares de dirección defiende cosa suya.
La crisis ha venido como agua de mayo para esa operación que ha estado latente muchos años. La debilidad de ciertas cajas permite que se plantee una operación de salvamento que pasa por su absorción, dicho así a lo bruto o más fina o refitoleramente. Probablemente, las cajas afectadas por los estropicios de la inmobiliaria podrían con un cierto tiempo por delante y con sensibles mejoras en su estrategia financiera, recuperarse. El Banco de España con su habitual consigna de que está al servicio de cierto capital y de determinadas ideas políticas y sociales empuja la solución radical, más allá de lo que podría parecer necesario.
Ahí, las cercanas maniobras del gobierno catalán se entienden con claridad. Frente a ese vendaval es mejor que todo quede en casa atado y bien atado, con ciertos remiendos y dando mayor entidad a las cajas pequeñas catalanas. Por ahí algunos están siguiendo el camino, otros con el bolsillo lleno circunstancialmente se giran de espaldas, plenos de incomprensión hacia las circunstancias globales.
Lo dicho: este agosto nadie que cuente en el mundo de las cajas va a tener descanso y permanecerá pegado al móvil y rodeado de arena. Por cierto, aprovechamos la ocasión para desmentir rotundamente esos rumores que dan por hecho que la Caja de Ahorros de Parapanda va a comprar el Banco de España.
Lluis Casas, hartico de advertirles