Tradicionalmente el mes de julio es mes de equipajes, desplazamientos, calores rigurosos, incendios y ruidos insoportables (lean, lean el blog). Este año, la benevolencia del dios metereológico nos ha dado veinte días de pernocta más tranquila que otras veces (al menos en donde yo duermo) con temperaturas aceptables y lluvias abundantes, que por otro lado han amargado a más de uno su estancia en la playa. Además, el paso del Ecuador juliano ha resultado esplendoroso, puesto que se ha cerrado el follón de la financiación autonómica y ha aparecido una trasferencia importante, las cercanías de RENFE.
De este modo se da que la estatura presidencial en Catalunya ha crecido muchos centímetros, sin necesidad de calzos extra al modo Sarkozy, y la tranquilidad política también se ha instalado en los corazones atribulados del tripartit (por cierto es un tripartit que no lo es, dado que puestos a contar, a mi me salen como mínimo cinco, un pentapartit). Como nunca llueve a gusto de todos, CIU (un oligopolio de dos), ese conglomerado de intereses económicos, religiosos, esencialistas y pragmáticos, está sufriendo las consecuencias de no haber asumido en su momento, en el año 2003, que las cosas en Catalunya habían cambiado.
A la pérdida de la hegemonía gubernamental por dos veces consecutivas, se le suma ahora la sospecha fundada de que en noviembre del 2010 pude pasar de nuevo lo mismo. Eso crea, incluso en Julio, nerviosismos varios, como el que le acaece a ese monstruo de la política, don Oriol Puig, cuando aprovechando la desgracia del incendio pretende pegar fuego al Parlament en verano. Oriol Puig, aparte de sus diversas responsabilidades pasadas como conseller variado, en donde no le lució pelo ninguno, tampoco luce como predictor de lo que ha de venir. A dios gracias.
Según me dicen mis allegados, en Julio y también en Agosto, los medios de comunicación se hallan perdidos, puesto que sus comentaristas relevantes, con experiencia y, tal vez, ciencia, se han liado la manta a la cabeza y están por esos mundos de dios. Han abandonado el barco momentáneamente, dejando artículos intemporales por si las moscas. De modo que algún ilustre diario de la mañana, conservador por más señas, nada ha dicho sobre el acuerdo del finançament. Cuando sus avaladores sociales han dicho sí y sus corresponsales políticos han dicho no, ellos han descrito a duras penas el espectáculo, pero no han emitido signo explícito ninguno. Alguien con trazas de historiador me comenta que ha sido un truco de la aristocracia mediática para no comprometerse. Lo que hace un mal plan de vacaciones de los empleados.
También en Julio, tal como en un comentario reciente les explicaba, están terminando las maniobras propias del teatro bufo en torno a la remodelación del Camp Nou. Desde lo que les escribí el otro día, el asunto ha dado varias vueltas al ruedo. Con tremendas afirmaciones del presidente futbolero dando pistas hacia donde apuntará cuando finiquite su actual empleo. Con intervenciones más apuradas que el agua en el Sahara por parte de nuestro digno alcalde y con las intervenciones finales del líder de la oposición municipal permanente (30 años, dios mío) toreando a los vecinos y apuntillando el acuerdo para que todos los intereses de siempre se queden contentos. Una rueda de la fortuna hecha en menos de dos días. Adiós mini estadi.
Lo del mal tiempo juliano está poniendo al turismo de mala cara. Me refiero a hoteles, restaurantes y otras infraestructuras que no hacen el lleno de la manera acostumbrada. La crisis ha alejado la visita de británicos y sajones, incluso los galos no están dando la talla. Por lo que el sector y la ocupación se deprimen. A mi modo de ver, y dejando a parte la visión del paro que genera, la cosa no está tan mal. Una crisis nos vendrá bien para revisar las millones de chapuzas turísticas que se han hecho en treinta años. El turismo de playa, el turismo de vino y gaseosa, el turismo que llega se emborracha y se marcha no es de interés y no aporta futuro. Si hemos de competir en el mundo turístico y mantener los millones de visitantes, hemos de ofrecer otras cosas, otros territorios, otras cualidades, otro calendario y otros empresarios. En fin, que no hay mal que…Y si no que se lo digan al ilustre editor de este medio, enfrascado en batallar por una vida digna frente al invasor ocupa (sin K).
Vuelvo como otras veces con el medio periodístico. Estos días, aturullado por la rehabilitación, he estado más horas de lo normal frente al televisor. No soy usuario habitual del medio, sobre todo después de adquirir un DVD que me permite repasar periódicamente “Centauros del desierto” o “El hombre tranquilo” a mi gusto y conveniencia. Mis escarceos televisivos se limitan al Tour y a algún noticiario, por ello me ha sorprendido más de lo que debería la escasa calidad del reportaje vivo a pie de obra que he visto estos días. Esa acción periodística que pone la alcachofa al alcance de cualquiera, el muerto en el atropello o el espectador que no vio nada y que transforma una noticia a pié de página en una tragedia nacional, se halla en manos de grandes incompetentes.
He visto declararse varias guerras políticas por los efectos malévolos de esos desinstruidos se que ponen frente a la cámara portátil y a los que les cuesta pronunciar la palabra La Garrotxa, por lo que resuelven el problema inventando lo que no hay. Lo más duro ha sido observar el pavoroso incendio que dió, de momento, en cuatro muertos, a la luz de lo que decían los que accedían a la alcachofa mal puesta. El drama, inmenso humanamente, se transformaba en pena capital para los que arriesgaban la vida para salvar otras, para evitar desgracias y para cumplir con su deber de funcionarios, si funcionarios. Los bomberos son funcionarios, los cuatro fallecidos en combate son funcionarios. Eran funcionarios y no se arrugaron. Lo digo para que alguien se entere. Pues bien, por mi experiencia pasada y mi cercanía presente a este asunto puedo afirmar que si bien en el 2003 los servicios de extinción circulaban con autobombas provinentes de una mala venta de camiones a Egipto, con adaptación posterior, con asientos variados que colocaban sus propios conductores, con limitación verbal de velocidad por carretera dada su escasa capacidad de rodadura (llevaban el peso del agua, no previsto inicialmente puesto que debían trasladar soldados), hoy los medios son modernos, adaptados a las exigencias del oficio, relativamente abundantes, con tecnologías impensables hace poco y con recursos humanos de cierta dimensión. Eso ha costado años de inversión, formación y aprendizaje, pero nada vale frente al riesgo imprevisible de un fuego loco e incontrolable y frente al animal más peligroso que es un mal periodista que desfigura la realidad.
Lluis Casas bombero voluntario.
De este modo se da que la estatura presidencial en Catalunya ha crecido muchos centímetros, sin necesidad de calzos extra al modo Sarkozy, y la tranquilidad política también se ha instalado en los corazones atribulados del tripartit (por cierto es un tripartit que no lo es, dado que puestos a contar, a mi me salen como mínimo cinco, un pentapartit). Como nunca llueve a gusto de todos, CIU (un oligopolio de dos), ese conglomerado de intereses económicos, religiosos, esencialistas y pragmáticos, está sufriendo las consecuencias de no haber asumido en su momento, en el año 2003, que las cosas en Catalunya habían cambiado.
A la pérdida de la hegemonía gubernamental por dos veces consecutivas, se le suma ahora la sospecha fundada de que en noviembre del 2010 pude pasar de nuevo lo mismo. Eso crea, incluso en Julio, nerviosismos varios, como el que le acaece a ese monstruo de la política, don Oriol Puig, cuando aprovechando la desgracia del incendio pretende pegar fuego al Parlament en verano. Oriol Puig, aparte de sus diversas responsabilidades pasadas como conseller variado, en donde no le lució pelo ninguno, tampoco luce como predictor de lo que ha de venir. A dios gracias.
Según me dicen mis allegados, en Julio y también en Agosto, los medios de comunicación se hallan perdidos, puesto que sus comentaristas relevantes, con experiencia y, tal vez, ciencia, se han liado la manta a la cabeza y están por esos mundos de dios. Han abandonado el barco momentáneamente, dejando artículos intemporales por si las moscas. De modo que algún ilustre diario de la mañana, conservador por más señas, nada ha dicho sobre el acuerdo del finançament. Cuando sus avaladores sociales han dicho sí y sus corresponsales políticos han dicho no, ellos han descrito a duras penas el espectáculo, pero no han emitido signo explícito ninguno. Alguien con trazas de historiador me comenta que ha sido un truco de la aristocracia mediática para no comprometerse. Lo que hace un mal plan de vacaciones de los empleados.
También en Julio, tal como en un comentario reciente les explicaba, están terminando las maniobras propias del teatro bufo en torno a la remodelación del Camp Nou. Desde lo que les escribí el otro día, el asunto ha dado varias vueltas al ruedo. Con tremendas afirmaciones del presidente futbolero dando pistas hacia donde apuntará cuando finiquite su actual empleo. Con intervenciones más apuradas que el agua en el Sahara por parte de nuestro digno alcalde y con las intervenciones finales del líder de la oposición municipal permanente (30 años, dios mío) toreando a los vecinos y apuntillando el acuerdo para que todos los intereses de siempre se queden contentos. Una rueda de la fortuna hecha en menos de dos días. Adiós mini estadi.
Lo del mal tiempo juliano está poniendo al turismo de mala cara. Me refiero a hoteles, restaurantes y otras infraestructuras que no hacen el lleno de la manera acostumbrada. La crisis ha alejado la visita de británicos y sajones, incluso los galos no están dando la talla. Por lo que el sector y la ocupación se deprimen. A mi modo de ver, y dejando a parte la visión del paro que genera, la cosa no está tan mal. Una crisis nos vendrá bien para revisar las millones de chapuzas turísticas que se han hecho en treinta años. El turismo de playa, el turismo de vino y gaseosa, el turismo que llega se emborracha y se marcha no es de interés y no aporta futuro. Si hemos de competir en el mundo turístico y mantener los millones de visitantes, hemos de ofrecer otras cosas, otros territorios, otras cualidades, otro calendario y otros empresarios. En fin, que no hay mal que…Y si no que se lo digan al ilustre editor de este medio, enfrascado en batallar por una vida digna frente al invasor ocupa (sin K).
Vuelvo como otras veces con el medio periodístico. Estos días, aturullado por la rehabilitación, he estado más horas de lo normal frente al televisor. No soy usuario habitual del medio, sobre todo después de adquirir un DVD que me permite repasar periódicamente “Centauros del desierto” o “El hombre tranquilo” a mi gusto y conveniencia. Mis escarceos televisivos se limitan al Tour y a algún noticiario, por ello me ha sorprendido más de lo que debería la escasa calidad del reportaje vivo a pie de obra que he visto estos días. Esa acción periodística que pone la alcachofa al alcance de cualquiera, el muerto en el atropello o el espectador que no vio nada y que transforma una noticia a pié de página en una tragedia nacional, se halla en manos de grandes incompetentes.
He visto declararse varias guerras políticas por los efectos malévolos de esos desinstruidos se que ponen frente a la cámara portátil y a los que les cuesta pronunciar la palabra La Garrotxa, por lo que resuelven el problema inventando lo que no hay. Lo más duro ha sido observar el pavoroso incendio que dió, de momento, en cuatro muertos, a la luz de lo que decían los que accedían a la alcachofa mal puesta. El drama, inmenso humanamente, se transformaba en pena capital para los que arriesgaban la vida para salvar otras, para evitar desgracias y para cumplir con su deber de funcionarios, si funcionarios. Los bomberos son funcionarios, los cuatro fallecidos en combate son funcionarios. Eran funcionarios y no se arrugaron. Lo digo para que alguien se entere. Pues bien, por mi experiencia pasada y mi cercanía presente a este asunto puedo afirmar que si bien en el 2003 los servicios de extinción circulaban con autobombas provinentes de una mala venta de camiones a Egipto, con adaptación posterior, con asientos variados que colocaban sus propios conductores, con limitación verbal de velocidad por carretera dada su escasa capacidad de rodadura (llevaban el peso del agua, no previsto inicialmente puesto que debían trasladar soldados), hoy los medios son modernos, adaptados a las exigencias del oficio, relativamente abundantes, con tecnologías impensables hace poco y con recursos humanos de cierta dimensión. Eso ha costado años de inversión, formación y aprendizaje, pero nada vale frente al riesgo imprevisible de un fuego loco e incontrolable y frente al animal más peligroso que es un mal periodista que desfigura la realidad.
Lluis Casas bombero voluntario.