viernes, 17 de julio de 2009

EL VERANO, LA CRISIS Y LAS REBAJAS EN EL AYUNTAMIENTO DE BARCELONA




Si recapacitan un poco recordaran que hace unos meses les escribí sobre el duro urbanismo barcelonés y las hipotecas del CF Barcelona. Para los olvidadizos o los nuevos miradores de este blog, corro a recordar lo básico. El Barça falto de calderilla, como todos los clubs del mundo, tiene en mentes hacer lo que hacen todos, una recualificación urbanística de parte de los terrenos de que disponen en una zona cumbre del municipio barcelonés. Esas operaciones, agraciadas con los clubs y desgraciadas para los ciudadanos están repartidas equitativamente por toda la geografía regional, en Madrid, con doble enfoque, en Barcelona, una con el Español, en Valencia, con las obras paradas por falta de caja y un largo etc. Todas ellas responden al mismo planteamiento, los recursos económicos que genera la actividad futbolera no cubren los gastos; así pues, de vez en cuando, se pone encima de la mesa urbanística el terreno ocupado por la actividad, que casualmente se halla en una zona apetecible y se compran otros terrenos situados en lugares de coste más bajo. Con el diferencial monetario se tira la casa por la ventana y, según normas del sector, a otra cosa mariposa.


Las operaciones se hacen con la complacencia e incluso la satisfacción de las alcaldías bajo dos prismas, el primero es que estas están de acuerdo con el asunto y el segundo que, si no lo están, les da miedo enfrentarse a la furia futbolística. La historia siempre acaba igual, la recalificación se hace, el club ingresa y las ciudades tienen lo que no necesitan y les sigue faltando lo de siempre.


Pues bien el Barça, que ya saben que es más que un club, está en ésas desde hace un par o tres de años. El ayuntamiento nunca ha visto con buenos ojos el enfoque del asunto por las presiones políticas en su interior (el pacto de gobierno) y por el griterío de los vecinos hartos de tanta mandanga con la promoción inmobiliaria. En diversos momentos las posturas posibilistas, con rectificaciones sobre la enorme ambición del club, han estado rondando el acuerdo. Hoy uno de los boletines de pago que circulan por la ciudad da por hecho el acuerdo. No se si es cierto o simple afán de presión o, tal vez, globo sonda (y vete a saber de quien). Pero ahí está en el kiosco de la esquina con planos y todo.


Ahora aparece la tentación reflexiva. Descartemos que el ayuntamiento haya decidido echar una mano al Barça para que este pueda fichar a Ribery y que éste enfoque el inicio de temporada con un margen de fechorías sino igual, porque es imposible, si cercano al del Real Madrid. Descartado pues, queda la simple ambición económica y la presión de un grupo de poder social. Al otro lado, los deseos de los vecinos, con un plan incluido, y el riesgo de una minoría en las votaciones municipales o buscar cuadraturas de círculo con pactos rotos y acuerdos puntuales. Si ello es así, y si la ciudad no tiene una prisa especial por acomodar un espacio realmente fracturado pero que no presenta disfunciones urgentes, para que arriesgar al error, se preguntaran los escasos partidarios de la lógica.


Tengo mi teoría y se la voy a explicar. La forman en primer lugar que en las fechas en que estamos no puede demorarse una decisión impopular, si hay que hacerlo es ahora, más tarde imposible. Las elecciones marcaran el calendario. En segundo lugar, me aparece como parte explicativa la extraordinaria debilidad de la alcaldía de Barcelona, debilidad personal, política, intelectual y orgánica. La alcaldía no sabe qué hacer, y el resultado es conocido: paulatinos retrocesos en una maniobra que desde Stalingrado se llama avance sobre la propia retaguardia. Aquí nos quedamos con simple retirada. A falta de peso político, propuesta coherente y apoyo social, la alcaldía trata de huir matando el problema. Le tiene miedo. Lo dicho hasta ahora nos lleva a un paso de definir lo fácil que resulta la presión de los grupos de interés, en este caso el Barça, pero pueden ser otros en un entorno de debilidad intelectual y política.


Con esa explicación a tercios, les insisto en una patología barcelonesa que afecta a los regidores desde hace ya muchos años. Esta es el miedo, el pavor, a los espacios vacíos. Espacios vacíos que pueden representarse en parques, ajardinamientos, equipamientos urbanos ligeros, vías amplias en las que respirar colectivamente, places de gran regodeo visual. Ese miedo llena la ciudad hasta los topes de cosas y casas. No queda mucho terreno en el que los ciudadanos expresen su libertad urbana, todo está encauzado en vías ocupadas por los vehículos, equipamientos en donde dejarse el salario y viviendas carísimas. En este juego temeroso al espacio libre, el ayuntamiento de Barcelona ha creado un sistema consistente en el desplazamiento de las reservas hacia el exterior. Hacia otros municipios dentro del área metropolitana, rompiendo el contenido real de los planes urbanísticos que definían reservas para los usos ciudadanos colectivos. Dentro de poco nos sorprenderán con una permuta de algunas reservas para parques en el desierto del Sahara, a cambio un grupo promotor instalará un mercado persa de alfombras voladoras privadas en pleno centro.


En fin, ya saben: copa, liga y champions.


Lluís Casas, recordando el mes de mayo.