Expongo de entrada que nada tengo que objetar al excelente comentario del sobrino del editor, el gran Antonio Baylos, sobre el asunto que nombro en la cabecera. Faltaría más. Pienso que lo que viene a continuación es más complemento y enfoque alternativo que otra cosa. Allá voy.
Decir que la patronal española es un conjunto de intereses tradicionales sin más aditamento que ganar unos duros rápido, no es decir más que la cruda verdad. Las tácticas y las estrategias de la patronal han sido históricamente, y de nuevo lo son hoy: un calco de lo que la burguesía indocumentada económicamente hacia ya hace 200 años. Buscar la máxima explotación del trabajo, querer el sistema fiscal más débil posible, pretender los servicios públicos más chungos que puedan imaginar y, como novedad ahora, no leer a Keynes, ni a nadie. En definitiva, mostrar su extrema debilidad frente al futuro y su incapacidad de acción de acuerdo con lo que la realidad económica, social y política nos delimita. Hago aquí un alto en el camino y excuso la extensión del comentario urbi et orbi de la empresa y de los empresarios; comento lo que me parece que hace la cúpula que instrumentaliza la representación empresarial y patronal. Hay buenos empresarios y empresas, adaptados a los tiempos y a los conocimientos. Pero dudo que estos tengan la influencia necesaria para los tiempos que corren en un mundo empresarial ciertamente torticero. Sigo.
Si la crisis ha dado en romper el flujo del consumo, es bueno reconocer que la acción pública ponga aceite económico en los engranajes. Eso es el gasto público que proviene de los impuestos: Seguridad Social incluida. Si caen las cifras de la ocupación, el sistema de prestaciones por el paro es una garantía excelente para mantener un cierto ritmo económico. Si se eliminan las capacidades de la fiscalidad, esas acciones que beneficiaran a todos se Irán por el desagüe de la fregadera. Si los trabajadores tienen sueldos de miseria, o no tienen nada, no creo yo que el lujo y esplendor de los propietarios de la riqueza pueda substituir la capacidad de generar economía de los asalariados, ni en una sociedad a la romana en época de Tiberio.
Lo que se ve fuera de nuestras fronteras, los países con sistemas fiscales más duros son un excelente ejemplo de superación de la crisis, de inversión en sectores de futuro y en una productividad a prueba de bomba. A la élite electa de los empresarios no les duele el cerebro frente a la diferencia de parecer, hacer y comprender. Lo dicho: si fuera por esos empresarios lideres, hoy el país estaría socialmente en el tercer mundo y así seguiría.
Permítanme ese comentario más simple de lo que debería, pero que se acerca a una durísima realidad de “nuestra” cúpula empresarial.
Lluis Casas, hasta el gorro de oír sandeces.