martes, 23 de diciembre de 2008

A MODO DE BALANCE DE ESTE AÑO




El solsticio de invierno siempre ha significado momento de balance. Da igual que sea en Roma o en Cartago. Lo mismo sucede bajo los dioses griegos que bajo el catolicismo extremo. Algo hay en el ambiente que hace confluir todo análisis en esas fechas, fechas que son signo de un final y un nuevo comienzo. También debe ser la causa del por qué las celebraciones atañen a creyentes y a descreídos y se mezclan tradiciones que no pegan ni con cola, en un mejunje que se alimenta con una sola ayuda del Corte Inglés.


Por ello me lanzo a echar las cuentas, cuentas económicas, cuentas sociales. Unas cuentas que por muy poco no se han transformado en un cuento, en un puro cuento de terror. Por muy poco ha ido. Si señor.


Si la actual anualidad se ha caracterizado por algo, ha sido a mi modo de ver por la vertiginosa velocidad de los acontecimientos y por la enorme y permanente contradicción entre realidad y voz política. Y ello ha ocurrido en ámbitos reducidos, como en Catalunya y en ámbitos más globales. Lo ocurrido parece de momento un hecho histórico de primera magnitud. El tiempo y el debate lo confirmarán o no. Intentaré en pocas líneas explicarme, aunque advierto al lector que todo está dicho, oportunamente dicho aquí mismo y a la hora en punto. Relean y verán.


Dos mil ocho, un año sobre el que la historia económica y política deberá volver a menudo en el futuro. Anoto de memoria los hechos que considero que marcan el año.


Primero hay que citar la celebración de las elecciones españolas. Hechas en el mes de Marzo, y que por pura casualidad preceden ahora en 9 meses a las americanas del norte, el eje del imperio. Las elecciones propias son importantes por el sonoro empate técnico con que acabaron, aunque la continuidad del PSOE se mantuvo. El hecho relevante fue que las elecciones hurtaron el debate sobre la crisis económica incipiente, crisis iniciada allende nuestras fronteras y se desarrollaron como si la economía española fuera a mantenerse impávida por los siglos de los siglos.


De hecho, a lo largo del 2008, el presidente citó a menudo el sorpasso de España sobre Italia, no en fútbol, sino en PIB por capita y el acoso final sobre Francia. Tal como en los últimos tours. Alguien le insinuaba al presidente que estaba en el mejor de los mundos. Eso pasaba frente a un precipicio semejante al cañón del Colorado. Fueron unas elecciones malogradas en términos de redefinir el modelo de crecimiento español y que marcaron, por su inconsciencia frente a los cambios tremendos e inmediatos, una lenta y muy torpe reacción a lo que había de venir. Esa inconsistencia no fue por desconocimiento, sino por puro orgullo y por incredulidad frente al desastre. Los signos, los datos, muchos análisis ya advertían de los riesgos. El gobierno no hizo caso.


Cronológicamente le corresponde a Rusia aparecer. El verano del 2008 significó la vuelta del imperio del Este al gran juego mundial. Rusia fue maltratada por las potencias occidentales durante el periodo de caos económico y social posterior a Gorbachov. Se incumplieron los acuerdos establecidos sobre la limitación de la OTAN. El crecimiento económico de Rusia, basado principalmente en la exportación de energía, ha dado alas a sus permanentes expectativas imperiales y en el verano del 2008 las puso sobre la mesa en Georgia. Occidente frenó en seco, ignorante de hasta dónde estaba dispuesta a llegar la renacida vecina del Este. Tomen nota, ese es un cambio geoestratégico para el futuro. Su relevancia es mayor si se sitúa en el papel de China y de la India. En el 2008 se ha producido una explosión de potencias planetarias, una eclosión de nuevos poderes. Esa eclosión se produce de la mano de la economía. Los nuevos productores mundiales exigen su reconocimiento. Y ya nada será lo mismo.


Las elecciones americanas se sitúan en noviembre; ahora bien, su protagonismo ha durado prácticamente un año. La quiebra de los conservadores republicanos estaba anunciada, pero no se esperaba el éxito de un político como Obama, nuevo, de color y con raíces ideológicas en el espíritu kennedyano. Las circunstancias obligan a no considerar presidente real a Obama hasta mediados de Enero, pero su influencia se ha hecho notar desde el momento en que consiguió la nominación demócrata en una elección a cara de perro. Su papel en la reacción frente a la debacle financiera primero y frente a la crisis productiva después ha sido significativo. Aunque todo está por descubrir. Obama es la oferta de dinamismo que la economía mundial requiere, o eso esperan los que están en el andén. Europa incluida, malgré la grandeur renacida de la Francia vecina.


La estrella del resumen, cómo no, corresponde a la crisis mundial, que si la fechamos podemos denominarla La Crisis de Octubre. Nombre que para muchos tiene reminiscencias apasionantes. Hoy, tal vez, muchos lectores se hayan transformado en doctores de su explicación. Huelga por ello cualquier largo comentario, aunque sí intentaré realizar una síntesis del proceso vertiginoso que nos ha deparado el cuarto trimestre del 2008.


En primer lugar la crisis es una crisis financiera. Una crisis financiera basada en un largo periodo de libertad absoluta para las entidades del negocio bursátil, inversor e intermediador. Un período en donde nadie quería poner límites a algo, en donde nadie quería recordar algo muy sabido, y que no era tomado en cuenta: las finanzas alguna cosa tienen que ver con la realidad económica de empresas, trabajadores y consumidores. Con exportaciones e importaciones, con trabajo y capital productivo. No solo el mundo financiero se alejó de la realidad, eso ya se ha producido a menudo, sino que se envolvió en mentiras, trampas, y puro latrocinio. Y los estados, las entidades de supervisión dejaron hacer. Los engañados fueron todos, incluso los más sabios, como, con perdón, el banco de Santander.


Ahora bien, no solo se trata de finanzas. Se trata de una crisis de producción, de problemas en sectores maduros como el automóvil. De una lucha intensa por mercados a los que acceden como consumidores y productores países nuevos. Sectores que explotan por detonación en el mismo momento que las finanzas. La GMC ya era una empresa mundial en crisis, que requería cirugía de primera y que se resistía a ello. Hoy está absolutamente en manos públicas y su futuro no vale dos perras gordas.


El tercer y cuarto componentes no son tan materiales como lo es el dinero o la producción. El primer componente inmaterial es la destrucción (y saqueo) premeditada y planeada de la acción pública en la economía. También hoy se está recomponiendo como parte substancial de la salvación de las almas alicaídas. El segundo es fundamental en la economía de mercado: la confianza. Una cierta confianza en que el mercadeo de bienes y servicios se corresponde con la realidad y que los actores, por si mismos o por los controles a que están sujetos, cumplen honorablemente con sus obligaciones. Confianza rota hasta la médula.


No podemos hablar de crisis mundial sin referirnos a la crisis española, con componentes específicos y muy simples: el mercado inmobiliario situado en las nubes en cuanto a producción y precio se ha hundido sin remedio. Y con él, los sectores abastecedores y el consumo y la inversión. Las finanzas privadas españolas no sufren la misma intensidad de caos que en otros países, pero generan parecidos efectos de falta de liquidez en las empresas. Existe un ahogo financiero de la actividad económica que va más allá de la crisis financiera española. Ahí las entidades financieras tienen razones que se desconocen. La economía española a caballo durante casi una década de los precios crecientes inmobiliarios y del tipo de interés bajo no ha reformado las estructuras empresariales, ni se ha expandido en la medida de lo necesario la productividad, la investigación, el desarrollo de nuevos productos, la empresa dinámica, etc. etc.


La crisis enlaza el fin inmobiliario con otras crisis latentes, el automóvil por ejemplo. Todo se refuerza en un entorno político que ha hecho muy poco por impulsar la economía que corresponde a un país europeo y se ha conformado con la tómbola inmobiliaria. Ahora veremos que podemos hacer. Una simple cifra nos advierte en donde estamos: se prevé que en los próximos meses 70.000 familias quedaran en Catalunya al margen de cualquier ingreso. Por parco que sea.


El siguiente punto es, sin lugar a dudas, el medio ambiente, el recalentamiento planetario o como quieran ustedes llamarlo. Lo que ha sido hasta ahora un problema negado. Lo es ahora como principal eje de las políticas. Aun falta su concreción en los hechos políticos de los gobiernos, en la medida adecuada al problema. Pero ya nada será igual. El medio ambiente puede ser uno de los ejes de la reforma de la economía mundial. Un sector en donde el gasto público puede generar bases nuevas de desarrollo sostenible.


Dejo para el final la financiación autonómica, representada por el Estatut de Catalunya. No es un problema planetario, pero es una cuestión que pone sobre la mesa, de nuevo, la falta de modernización del Estado. La falta de coherencia y de arrojo para terminar la composición cuasi federal de España. Y eso es un problema que lo envenena todo. No es rocambolesco afirmar que la falta de ejecución de las inversiones estatales, unos dicen que solo el 37% en el 2008, está relacionada con ese problema modernizador. La eficiencia del estado está muy lejos de ser aceptable.



Lluis Casas de fin de año.