martes, 22 de enero de 2013

SABER O NO SABER, ESTA ES LA QUESTIÓN


Frente a la exhibición de erudición económica que el líder absoluto del blog ha hecho estos últimos días se me han bloqueado las ideas y he tenido que darme una vuelta por el Keynesla Robinson y otros cuantos para recuperar la confianza en mí mismo.

El asunto tiene también su trascendencia en el ámbito musical, puesto que recibo a diario por parte del mismo ejecutor excelentes interpretaciones líricas que ponen a prueba lo que no poseo: oído musical. No es que no aprecie la música, sino que simplemente soy incapaz de reproducir tres notas concordantes con lo escrito por el autor.

De hecho, mi hipotética carrera musical terminó un día, a finales de los sesenta, cuando un niño de ocho o nueve años, con inmensas dificultades neurológicas y al albur de unas canciones colectivas, se me giró, me apunto a los ojos y me ordenó: tu, no cantes.

Debo reconocer que fue un consejo adecuado. Yo, solo, era capaz de estropear la interpretación del coro más completo que se pueda imaginar, no digo ya de colectivos menos profesionales, por lo que opté por abandonar mis escasas expectativas musicales y me dediqué a escuchar y a no opinar, ni por descontado a cantar. Si ha llegado el caso y en momentos de verdadera expansión solitaria, debo reconocer que unos gritos estructurados al estilo jazz band si los he dado. Pero siempre en la soledad del coche o en lo alto de los picos de Europa.

Deben reconocer, si a estas alturas continúan siendo mis lectores, que superar estas dificultades no es moco de pavo, pero como tampoco soy fácil de pelar me he buscado un caminito que sigue derroteros que pocos podrán cortar, de forma y manera que mi autoconfianza se refuerce, si ello fuera posible.

El asunto es que nunca hemos sabido en qué manos ha estado, está o estará la deuda española. Digo española para agrupar la cosa, cuando hay fracciones y fracciones que nada tienen que ver unas con otras: la deuda pública estricta, la deuda pública generada por la absorción o la garantía de la deuda bancaria, la deuda de las grandes empresas, la deuda de las familias y un etcétera que implicaría una capacidad clasificatoria equivalente a la de Linneo. Pues bien, cifras tenemos, incluso grandes agrupaciones por deudores tenemos, pero nunca hemos dispuesto de la clasificación e identificación de los tenedores de esa deuda y de los cruces y recruces que entre ellos se han establecido.

La cosa tiene su importancia para entender determinados movimientos en los tipos de interés que pagan unos u otros, en la calma chicha en que se ha instalado el tipo de la deuda soberana, en la inercia a pedir el rescate del gobierno marianista (inercia, estrategia o simple carácter galaico, vayan ustedes a saber).

De entrada, la macroeconomía española no está para pensar que la cosa se recupera. El paro sigue aumentando, el ajuste fiscal reduce los ingresos públicos y aumenta los gastos sociales, la reducción salarial lamina el consumo y si siguiera con la lista terminaríamos llorando desconsoladamente abrazados de forma inevitable a una botella de vino.

De lo conocido puedo hacer un resumen de un resumen: la deuda bancaria española (incluida la de las familias que yacía en manos de bancos alemanes, franceses y…) ha ido pasando de los bancos al estado federal y de este, otra vez, a los bancos españoles vía prestamos del Banco Central Europeo. Se ha hecho pública una deuda privada y se ha ido acumulando en las manos de la banca propia, rebajando así las preocupaciones en Alemania y Francia (y  en lugares desconocidos de la geografía mundial).

Tal vez esto tenga algo que ver con la tranquilidad demostrada últimamente por la prima de riesgo. La especulación financiera desatada durante dos años se frena porque ha sido internalizada a través del Banco Central Europeo y el Estado español. Los bancos españoles han recuperado su deuda esta vez como tenedores de deuda pública, a través de una financiación europea avalada por el estado español, con tipos de interés que garantizan unos excelentes beneficios. Una rocambolesca explicación que debe acercarse algo a la realidad.

El asunto no ha terminado, dada la enorme deuda privada preexistente y la debacle del PIB español. La relación entre deuda y PIB, sobretodo, crecimiento del PIB, es la variable estratégica. Si crece la economía el porcentaje de deuda baja, aunque nada se devuelva y los peligros de intereses altos o de la dificultad al simple acceso al crédito se esfuman. Por lo que hemos de estar a la espera de dos cosas, el crecimiento económico (sea lo que sea eso) o las rebajas de enero en el ajuste fiscal impuesto. En esto último es en donde las esperanzas galaicas y catalanas ponen su esperanza, después de darse cuenta de la vertiginosa e imparable caída de nuestra economía tratada a base de tijeras y paro. Como en casi todo, el tiempo determinará el qué.

Pues bien, así estamos: ¿quien tuvo la deuda y presionó con extrema dureza para el ajuste?, ¿quién tiene ahora la deuda y está a la espera de qué?, ¿Quién será el ultimo tenedor de la deuda en el inmediato futuro, según sean las circunstancias económicas y qué hará con nuestras vidas?

Se trata de listas que el Banco de España y los ministerios del ramo conocen. Unos nombres y apellidos que harían mucho por la revolución proletaria, estoy seguro. Tal vez por ello no alcanzan a llegar al público.

Lluís Casas en el refugio antiatómico