martes, 13 de noviembre de 2012

PERDÓNALOS, SEÑOR, AUNQUE SEPAN LO QUE HACEN


  O bien, si ustedes son más modernos: Es la economía, estúpidoDe ambos títulos haré abstracción de cualquier veleidad descriptiva que pondría en duda nuestra excelente formación católica y romana o nuestra capacidad de estar al día respecto a pasadas elecciones en el centro del imperio, los USA.

Con ello quiero llamarles la atención respecto a algunas afirmaciones y normativas económicas que aplican los gobiernos catalán y español (acompañados por otros pastores y rebaños de ovejas) que niegan las más elementales bases del conocimiento económico. Ya sé, ya sé, que la economía no es exactamente una ciencia equiparable a la química (en honor de la Sra. Merkel) o a las matemáticas (desconozco políticos diestros en esta especialidad, por algo será). La economía es reflejo de los intereses, de la ideología y de las habilidades y las oportunidades bien o mal aprovechadas.

Pero a pesar de ello, la economía tiene bases objetivas para valorar las distintas políticas económicas que se aplican o se pueden aplicar, así como para determinar ganadores o perdedores en cada circunstancia.

Como antes se decía, incluso en las facultades de económicas, se trata de la economía política. Substituida después por la política economía, cambio de orden que altera en profundidad el concepto. Hay espacio para las dos, sin duda, pero es falso que solo pueda nombrarse a una.

En esta crisis sistémica que dicen, estamos asistiendo a un abandono espectacular de las experiencias y del conocimiento acumulado en el tratamiento de las crisis producidas por la especulación financiera o por el crecimiento desmesurado y también especulativo de los valores inmobiliarios. La primera víctima y la principal ha sido el sector público, las administraciones y sus programas de inversión y de gasto social, en la vana intención de reducir déficits que solo existen por efecto de la reducción fiscal a los ricos, por las aportaciones a la banca privada y a las grandes empresas oligopolistas de la energía, de los servicios de concesión pública y otros sectores definidos por su trato preferente con el BOE o DGC (o los equivalentes a todos los niveles). La corrupción, todo y siendo indecente e indeseable, forma parte de lo que llamaríamos el chocolate del loro. Chocolate caro y con enorme capacidad de podredumbre.

Hasta ahora no les he explicado nada que no supieran o hubieran leído en algún artículo del profesor Krugman o de otros profesores con o sin Nobel, que intentan día a día poner alguna luz en esta cueva de piratas en que se ha convertido el gobierno económico.

A ello voy ahora. Mi amigo y sin embargo economista, don Lluís Torrens, me envía una serie de cálculos sobre los efectos reales de los recortes en el gasto público. Efectos sobre el crecimiento o decrecimiento económico, sobre los ingresos fiscales y sobre la cifra final real que se consigue al final. Es un trabajo nada ideológico, sino muy técnico, pero que pone patas arriba todo lo que andamos oyendo sobre las bondades futuras de los recortes.

En síntesis y para no chafarle el artículo que le corresponde en primera plana a mi excelente proveedor de información, solo les anotaré algunas cifras relevantes, sin detallar métodos y tiempos, cosa que no me puedo atribuir. Ahí va:

1.   Para ahorrar 1 euro neto hace falta recortar 2,26 euros en inversión o 2,91 euros en gasto de personal.

2.   El ahorro necesario para conseguir 1 M € de ahorro neto para el conjunto de las administraciones es de       2.261.019 euros, y para la Generalitat 1.194.467, y como consecuencia cargarse 16,5 puestos de trabajo por cada millón reducido.

3.   El ahorro neto conseguido al reducir un millón de euros de gasto público en personal para el estado es de 335.289, para la Generalitat 815.834 y   para el resto de las adm. públicas 480.546 euros.

4.   El ahorro neto conseguido por cada millón de euros recortados a la inversión es de 429.174 euros.

Como se produce este milagro a la inversa, refiriéndome al que aconteció con panes y peces, se preguntarán ustedes.

Todo es muy simple, tanto que da que pensar respecto a las capacidades de ministros y demás, ya por lo escasas que puedan ser técnicamente, como por lo amplias que son en intereses ocultos.

Una reducción del gasto público implica en primer lugar reducir la demanda de bienes y servicios, una reducción consecuente de ingresos fiscales, IVA, IRPF, sociedades, seguridad social  y otros y un incremente del gasto en paro y ayudas sociales. El efecto se reproduce y amplia como consecuencia de la cadena económica (los llamados multiplicadores) que extienden sus efectos mucho más allá del punto concreto inicial. Al final significa que para reducir esos puntos de déficit público vía recorte tendremos que echar a toda la población vinculada con los servicios públicos y con las actividades privadas que se producen por iniciativa pública.

Fíjense que un euro de ahorro queda en cifras más que disminuidas. De ahí la tendencia sistemáticamente observada del ciclo eterno del recorte, más déficit, más recorte, más déficit…hasta que…

En fin, esperando que mi compadre don Lluís Torrens publique a través de los grandes medios de comunicación que están al servicio de la verdad su completo estudio, vayan pensando en cómo parar este tren sin conductor. O más bien este tren conducido por un loco. Para más dudas revisen el excelente film de Andrey Konchalovsky “El tren del infierno”.

Lluis Casas, saltando por la ventanilla.