martes, 6 de noviembre de 2012

HEMOS, HEMOS, HEMOS


 Ya saben ustedes por la prensa, la TV, la radio y otros medios de incomunicación que los problemas económicos de los españoles han sido provocados por el “hemos”. Hemos, es la primera persona del plural del verbo ser, en su versión pasado más o menos reciente. Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Hemos gastado más de lo que ingresábamos. Hemos comprado bienes a los que no podíamos acceder. Hemos hecho hipotecas cuando no tocaba. Hemos, hemos, hemos.

No es solamente la víctima el verbo haber, hay otros, pero todos utilizados de la misma forma, en primera persona del plural. De forma que el lector, el escucha, el voyeur se siente formando parte de un gremio total, unívoco. Una especie de homínidos irresponsables, malgastadores, estúpidos que se lanzan en masa, como diría el gran prócer, de infausta memoria, FFB (afortunadamente fallecido en 1975), por el barranco dando un paso adelante. Del hemos a la culpabilidad y al castigo solo hay milímetros. Claro, nos pasa lo que nos pasa, como una especie de castigo divino colectivo. Todos somos culpables, sin distingo ninguno, ni volumétrico, ni conceptual. Y hemos de pagar por ello.

Es la sociología, es la política, es la filosofía, es la economía de la mentirosa propuesta que todos formamos parte de un conjunto de intereses y de acciones, sin distingo entre unos y otros. No hay clases, no hay sectores sociales, no hay capacidades económicas. No hay nada que diferencie a unos y a otros. El que unos pocos se estén llevando el gato y un porcentaje del PIB monstruoso al agua, a su agua, al mismo tiempo que la mayoría ve decrecer sus ingresos, por no decir desaparecer, no tiene significado ninguno para la inmensa mayoría de los medios, de los políticos y de los comentaristas de café o barbería (incluidas la peluquerías femeninas de las que no tengo testimonio directo) que utilizan tan alegremente ese tiempo y esa persona verbal.

La mentira, la ocultación de la realidad es tan grande que no solo produce cabreo, sino que incluso llega a sorprender al ciudadano algo cualificado en los haceres de los intereses económicos, de poder y de control social. No termina de creerse que a estas alturas de la historia humana y con la información disponible todavía seamos oficialmente todos y que el hemos, el somos, el estamos, etc. se convierta en el gran ocultador de la enorme estafa económica que banqueros, políticos de centro y de derecha, grandes empresarios, especuladores del suelo, estafadores de hipotecas, etc. han construido sobre una parte de los residentes en zonas sociológicas que viven de un sueldo mes a mes.

No solo cabe mentar a Marx y Engels, como consolidadores del pensamiento materialista. La lista sería infinita, incluso la Bibliaestaría incluida: antes pasará un camello que un rico por…

Dejemos la imaginería insustancial de que formamos parte de un solo colectivo con intereses y responsabilidades únicas y comunes y volvamos a la realidad: ni hay responsabilidades únicas y comunes en la crisis y en las políticas aplicadas con desfachatez sublime hay intenciones razonablemente colectivas, ni hay una sociedad con intereses únicos y comunes. Como siempre se ha sabido.

Si el 1% de los ciudadanos se hace con el 90% de la riqueza, un ejemplo realmente existente, es que estamos entrando directamente en el siglo dieciocho o diecinueve.

Ni siquiera los intereses llamados nacionales son aglutinadores de la totalidad de la ciudadanía. Siempre esconden bajo capas aparentes de lengua, historia, cultura, toros o castellers una realidad de enfrentamientos y de intensa lucha por hacerse con todo.

¿O no? 



Lluís Casas, hasta la cruz de los pantalones.