jueves, 17 de marzo de 2011

MI PADRE Y EL MEMORAL DEMOCRÁTICO






Tras leer RICARDO MARTINEZ MARIN Y EL MEMORIAL DEMOCRATICO he pensado añadir mi testimonio personal. Helo aquí.


Así son las cosas. Mi padre murió en noviembre del 2007 (hace poco más de tres años) en una trinchera de la guerra civil, probablemente en Almería. La cosa fue así por que ingresado con 89 años en el Hospital del Mar, ya en su última fase expresiva, aunque ensoñadora por la medicación, se creyó allí, en la trinchera republicana peleando con insultos en castellano (el era valenciano de lengua) con los de enfrente. Las frases no las repetiré, son solo mías. Nunca antes el asunto de la guerra había salido a relucir, excepción hecha de la herida de metralla que no podía disimular cuando íbamos a la playa. Aparte de eso, nada más, silencio absoluto hasta el final. Ni siquiera mi madre, que si sabía, nada dijo nunca.Probablemente, si esta democracia tan peculiar hubiera creado e impulsado el Memorial en su momento, la dura historia de la guerra podría haber aflorado con normalidad en la mente de mi padre y posiblemente su ultimo recuerdo vital hubiera podido ser otro muy distinto. Tal vez sus nietos, o sus novias, por un decir. No una trinchera de mierda.




Todo eso, para nuestros apreciados cristiano-demócratas y catalanistas de Pro no sirve ni tan siquiera como reflexión educada y respetuosa con los que de una manera u otra han sufrido guerra, dictadura y mal trato continuo. Y pongo juntas a todas las victimas, como lo ha hecho el memorial siempre. Sin distinción de asesino o torturador. Ellos, como ya dije hace poco aquí mismo, hubieran dejado a Cristo en la cueva con disimulo y silencio. Para que no se supiera nada