Nota de Millenium:
- Lisbeth Salander a Mikael Blomkvist: ¿tú crees que el asesino habrá desgravado los gastos que le supusieron sus crímenes?
- Mikael Blomkvist a Lisbeth Salander: Bueno…seguro que si. Conozco muy bien a esos tíos de las finanzas.
No he resistido la tentación de reproducir la esencia del primer volumen de Millenium en su versión cinematográfica. Pienso que contiene todo un programa de reforma del sistema financiero a partir de las premisas básicas de la actual moral del trabajo que ese sector depredador contiene. Y tampoco me parece mal que encabece una confesión personal.
Tengo el orgullo histórico de haber participado a distintos niveles en los siete años de gobierno de izquierdas que Catalunya ha tenido desde el fatal desenlace de la 2ª República. Una mirada retrospectiva nos dice que los gobiernos de izquierdas han sido pocos y breves. En España la circunstancia dio un vuelco con el período de Felipe González, pero en Catalunya el aserto es clarísimo.
He servido al gobierno de izquierdas tanto desde responsabilidades puramente funcionariales, como cercanas al horizonte político y no hay nada de lo que pueda avengorzarme, al contrario y entendiendo que se pudo hacer más y, tal vez, algunas cosas distintas y de diferente modo, lo que he visto, lo que he ayudado a hacer tiene la ética de la izquierda y de la honestidad.
Por mucho que esa prensa que todos conocemos haya batallado por desmerecer ese gobierno, la realidad terminará por hacerse el lugar que le corresponde. No estamos lejos de leer lo siguiente: ese sí era un gobierno comprometido con el interés colectivo. Y lo dirán muchos que han colaborado en esa campaña mediática de destrucción de un planteamiento político honrado y mucho más eficiente de lo que podamos llegar a creer y, por descontado, infinitamente más fiable desde lo colectivo que ese espejismo de “gobierno de los mejores” que ahora se nos plantea por parte del nuevo presidente de la Generalitat.
Curioso es que en Catalunya, en donde hay una teoría sobre la mayor tranquilidad política respecto a la cueva de lobos de la capital madrileña, un gobierno de izquierdas, dos, si quieren, fuera zarandeado tan brutalmente por la prensa, casi toda ella, incluida la pública. Ahí es nada la Televisión de Catalunya, que vive de los impuestos (la tele no, sus bien retribuidos periodistas) pagados por todos y que se puso al segundo día al servicio del ninguneo. En Madrid no pasan esas cosas, como tampoco que el partido de la oposición (bipartido en el que uno de los socios no ha pasado nunca por las urnas) se atreva a destruir la moral de los cuerpos de seguridad para minar al gobierno. Eso nunca ocurrió en Catalunya durante los 23 años de Pujol, la oposición respetó hasta donde se pudo el difícil trabajo en seguridad. Otras muchas fronteras se han atravesado durante esos siete años (cifra que para alegría de la huerta mediática coincide con las plagas bíblicas, ese detalle se les ha escapado, será por lo de la falta de lectura), incluyo en ella el pacto escandaloso entre ese nuevo Arturo y Zapatero en contra del President Maragall. Que yo sepa es siempre un escándalo que un presidente de un país extranjero pacte con la oposición de otro país para cargarse al presidente legítimamente elegido. Pero en Catalunya eso paso como si nada. Es, sin lugar a dudas, el concepto de estado del nuevo Arturo y de la prensa autóctona. Se imaginan a, por poner un ejemplo imposible, Josep Borrell (en la oposición) pactando con Rajoy (en el gobierno) para tumbar a Artur Mas (en la presidencia de la Generalitat), ¿qué dirían los mismos que nada dijeron?
Sigo con la confesión. En una lista larguísima, que está por terminar de redactar, las realizaciones de los dos gobiernos de izquierdas han superado en un porcentaje astronómico lo hecho por CIU en 23 años. Se puede ver en equipamientos de todo tipo, se puede ver en servicios sociales, en número de profesionales en educación, salud, etc. Se puede ver en autopistas, carreteras y se podrá ver, si alguien no lo estropea, en vías férreas. El mismo Estatut, que ha tenido costes enormes fue algo impulsado y ganado por la izquierda. CIU nunca se atrevió a plantear cambios de tanta profundidad. El Estatut que ha elevado el sistema de financiación de Catalunya a una categoría distinta a la anterior (aunque aún queda camino que recorrer). Recuerdo el último debate sobre el sistema de financiación, con CIU en su último gobierno, recuerdo sus cifras, recuerdo su elevación al altar. Y, en definitiva, fueron cuatro duros. Hoy son varios miles de millones.
En fin, lo hecho merecía con toda probabilidad una mayoría absoluta. El electorado no lo quiso así, vayan ustedes a saber qué es lo que quiso. Pero esta memoria real saldrá a la superficie, de ello estoy absolutamente seguro. Las crónicas hablaran del septenio progresista, como ya lo hicieron otras veces. Y, yo, ya de abuelo les diré a mis nietos: yo formé parte de eso.
Como soy de un realismo mayúsculo, la herencia de la izquierda también tiene sus lagunas. No hay duda en ello. Para mí que una vez eliminado Maragall, que dominaba perfectamente la relación del político con el electorado, el gobierno se ausentó de la calle, por miedo a la agitación mediática calló y dejó ese inmenso espacio comunicativo a la oposición y al conde de Godó.
Lluis Casas, pensando en la jubilación. Y no es broma.