miércoles, 18 de noviembre de 2009

¿UN TAPÓN EN CATALUNYA?




Después de mucho cavilar me decido a hacer este breve comentario. Asumo que corro un gran riesgo mediático, puesto que probablemente habrá muchas disensiones, cosa comprensible dado el carácter subjetivo del asunto. Me atiendo a todas ellas con la debida antelación y respeto.


Ya en otra ocasión, escribí sobre la dificultad existente para convertir en realidad proyectos sociales, políticos, etc. Aducía yo que, entre todos, cada día se hacía más complejo entrar en realizaciones. Los distintos criterios, posiciones alternativas, dificultades orgánicas y un largísimo etcétera suponían no un enriquecimiento de los proyectos, sino su impedimento total. El asunto lo he intuido por experiencia propia y oyendo a muchos que intentaron algo en muy diversos órdenes de la acción social, política y económica. Terminaba reconociendo que desconocía los por qués, simplemente advertía de algo que me parecía importante en el modo de hacer social. El asunto no era que las dificultades para los acuerdos, las aceptaciones e incluso el aplauso fueran de índole ideológica o de mostrar las pocas cualidades del proyecto, no. El asunto era que no había explicación plausible, sino una infinidad de razones misteriosas entre las que caben el simple hecho de hacer la puñeta o de evitar que aquello tan interesante lo hagan otros o lo hayan pensado otros.


Uno de los motivos con los que explico esa dificultad de realización colectiva es que tengo para mí que una parte importante de los sujetos concretos que circulan por las vías del poder político, administrativo e incluso económico del país suponen un verdadero tapón para la evolución social consecuente con el momento social, económico, etc. actual. Independientemente de la ideología subyacente o explícita. Independientemente de los intereses a los que están vinculados por encima o por debajo de la mesa. Independientemente del nivel cultural o creativo del sujeto. Independientemente de casi todo, pienso que el país (una entelequia difícil de definir) sufre serias dificultades de adaptación al medio por falta de personas comprometidas en lograr un futuro alternativo (no solo transformador) y que tengan los poderes suficientes para impulsarlo.


Esas generaciones que controlan los poderes actuales parecen una especie en fase de mutación con sus genes evolutivos bloqueados por circunstancias más bien aleatorias y poco definidas. La mayoría de los que son hoy en día tienen verdadero pavor al cambio, más, mucho más que lo que exigirían realmente los múltiples poderes subyacentes que presuntamente están vigilantes para que no se altere el orden social que les interesa.


Podemos preguntarnos a que viene tanta lentitud en adaptarse a una inevitable sociedad “sostenible” (termino controvertido, claro está). Cosa que se extiende a la utilización del territorio, a las infraestructuras, a la edificación, al consumo energético, etc. Cuando sociedades muy de derechas o de calmadas izquierdas de nuestro entorno tienen en marcha programas ambiciosos y que generan oportunidades de futuro.


Podemos preguntarnos a qué viene tanta dificultad para controlar las fuerzas ciegas de la economía liberal. Como unas finanzas fuera del mundo real y la demostración evidente que el papel del estado es un elemento de estabilidad inmenso.


Podemos preguntarnos a que viene no poner los grilletes ese cáncer inmobiliario que padecemos, cuando la fuente principal de muchos desarreglos económicos y sociales profundos de nuestro país están ahí.


Podemos preguntarnos a que viene no alcanzar un sistema fiscal consecuente que permita un nivel de gasto social, de inversión, etc. adecuado y plantee una conciencia cívica sobre lo público. Por no preguntarnos por los asuntos eclesiales terrenos o de la gran patronal anquilosada.


Y así un largo etcétera.


Me temo que nos encontramos, no con una falta de material humano, sino con un tapón (no por la edad) de las generaciones (intelectuales) vinculadas al final del franquismo que se vaciaron de consecuencia en ese momento y hoy siguen haciendo equilibrios absolutamente innecesarios entre lo que presumen son las fuerzas reales de la sociedad. Los equilibrios que observamos frente a los casos de corrupción, frente a los personajes vinculados con los pelotazos, frente a las prácticas monopolistas de ciertas empresas, frente a muchísimos etcéteras, creo que son en realidad poco consecuentes, la sociedad está más que preparada para asumir un cierto nivel de conflicto social en beneficio del futuro. Y, pienso, que empieza a estar harta de esa falta de atrevimiento. Entiéndanme, no sólo las cuestiones de índole material tienen influencia en el orden social y económico, las psicologías humanas también.


A eso me refiero.


Lluis Casas reflexivo interno