jueves, 20 de junio de 2013

TRABAJO Y CONOCIMIENTO

En el concienzudo blog Metiendo bulla  han aparecido distintos comentarios y reflexiones en torno al “aparato” técnico de los sindicatos, su papel, su “independencia” respecto a las consideraciones técnico científicas en las que desarrollan parte de su trabajo. Subyace ahí, de una manera más genérica, la ubicación política, organizativa e ideológica de los que asumen el conocimiento técnico y científico. Hablo desde el profesor de latín del instituto, hasta el astrofísico del CSIC. Desde el demógrafo del Institut d’Estadística, hasta el catedrático de derecho financiero. Desde el enfermero, hasta el responsable de la contabilidad.

El asunto es de actualidad a raíz de los informes sobre las pensiones, los malditos nueve sabios de Sión, pero lo es también para casi cualquier cosa que la política, la sindical incluida, quiera emprender. Por ejemplo: ¿Qué educación hemos de tener? Ahí hay respuestas simplemente ideológicas, religiosas, basadas en el coste (no podemos mantener…), etc. Pero siempre hallaremos que total o parcialmente detrás existirá un determinado nivel de conocimiento técnico o científico en torno a casi todas las cuestiones. ¿Hay que seguir con el latín o no? ¿Cambiamos la poesía épica por la programación informática? ¿Enseñamos matemáticas de ese modo (que resultan rechazadas por el alumnado) o las enfocamos desde otro ángulo?, nunca mejor dicho. ¿Nos lanzamos a la teoría de conjuntos, como ya sucedió, o apostamos por garantizar los vectores (tan de actualidad) o las ecuaciones y el cálculo de probabilidades?

Si nos centramos en el ámbito sindical no sería raro pontificar sobre los resultados de la empresa en base al balance y a la cuenta de explotación. ¿Y los resultados por producto?, dirán otros. Y el coste medio de la mano de obra, afirmaran pocos. Y el departamento de marketing, el de tecnología aplicada o el de diseño, aseguraran los más enterados.

Si se trata de elegir entre estrategias sindicales, todo eso tiene su importancia y seria un suicidio, que conforma la historia del sindicato cada día, errar en el análisis de esos instrumentos y optar por un camino que lleva al despido masivo, a la eliminación de la empresa o al contrario a decir amén a todo, cuando no hacia falta.

Las desconfianza, por decirlo rápido y simple, entre el sindicato, lo que llamábamos clase obrera y las capas vinculadas al conocimiento técnico y científico es un clásico cinematográfico. Se ve todos los días. De hecho, el titular es una referencia checa a uno de los múltiples intentos por juntar y no separar eso que los chinos dirían trabajo manual e intelectual. Cosa que un día acabó mal, muy mal.

Cuentan una anécdota del Liceo en tiempos de guerra civil y de control sindical de la CNT en el teatro: todos hemos de cobrar lo mismo, afirmaba el sindicalista. A lo que el tenor contestó que el se pasaba al bando de los acomodadores y que eligieran a cualquier otro para la Traviata. Anécdota que resume a lo bruto casi todo el asunto.

A mí mismo en persona, personalmente, mi sindicato me expulsó de forma provisional mientras formara parte de la dirección de un hospital público, de la que por cierto no cobraba emolumento alguno. El motivo fue que estaba con la patronal y que en esas condiciones no podía disfrutar de los grandes beneficios que me otorgaba el carnet sindical y la cotización trimestral (¿Qué hubiera dicho el jefe de contabilidad del sindicato de entonces, al reducir así sus escasos ingresos? Al margen de la tontería que hay en el fondo, eso reflejaba esos días, en 1980, un distanciamiento entre el trabajador de “clase” (comillas altamente cualificadas) y los que formaban parte del aparato técnico y científico. Hagan la lista de sindicatos gremiales surgidos de la poca sincronización entre unos sectores y otros. Vean recientes huelgas por derechos menos exigibles que el de pernada. Y otras muchas derivadas de tercer grado.

En una ocasión, más reciente que la que he citado antes, un representante sindical con un control total de su afiliación me exigió mi dimisión a causa de un teórico compadreo ciclista con un ingeniero de bosques, que como todo el mundo sabe son el motivo de todo el sufrimiento del resto de los mortales. La cosa tenía su humor, pero la exigencia era seria y ponía sobre la mesa que quien estaba a bien con los ingenieros, estaba a mal con el otro sector (me abstengo de citar quienes son). Ahí hay diferentes patologías reflejadas, un estalinismo años treinta, como le dije al sujeto del predicado y una incomprensión absoluta sobre el papel del conocimiento en estos tiempos. No estamos hablando del ingeniero de minas de Germinal  de Emile Zola, que en el año 1885 si formaba parte del entramado burgués y antisindical.

¿Qué decir entonces? El experto de CCOO que se tiró a la piscina sin agua del conjunto de sabios, en los que había absoluta mayoría de dependientes bancarios o de seguros, tenía que callarse, no asistir al congreso festivalero, declarar la guerra santa de las pensiones. Preguntar a los jefes.

Ahí veo más un error de organización y una falta de posicionamiento previo sindical que una chapuza del técnico. Este debe debatir con sus conocimientos en el seno del sindicato y, después, representarlo (si su conciencia se lo autoriza) a batallar en donde sea. La formación de la opinión sindical es una forma compleja de reunir el conocimiento con la política, de conjuntar pérdidas y ganancias presuntas, de aventurar el ataque enemigo y de colocar las piezas adecuadamente en el tablero. Para eso hay que saber ajedrez, no solo saber arengar a las masas y considerar con prudencia si se va a tablas o al riesgo.

En cambio, el asunto se está tratando desde la perspectiva de un técnico o endiosado o engañado. Falto de capacidad de maniobra y de prudencia política. Pienso que no es eso, aunque así sea. Asistir al conclave de las pensiones era un riesgo excesivamente grande como para ir como el Llanero Solitario y terminar en plan Gary Cooper en High Noon (aunque este tenía como premio a Grace Kelly, lo que justificaba muchas cosas según mi punto de vista). Ahí el sindicato erró.

En fin, teniendo en cuenta las inmensas diferencias entre unos y otros, incluso ahora que estoy en el gremio de los del jubileo, considero que conocimiento y trabajo han de ir de la manita, Pepe Luis. Y eso significa que diferencias hailas y justificación de ellas también. Pero arriba de todo existe alguna estrategia general que apunta a algún futuro para todos, ingenieros y no ingenieros.

Lluís Casas, haciéndose un lío con la madeja.