sábado, 9 de junio de 2012

¿A QUIÉN DEBEN LOS BANCOS ESPAÑOLES?




El mayoral ha vuelto con fuerza de Granada, tanta que en plena noche encuentro su nota advirtiendo que toda Parapanda espera mi explicación sobre ese misterio del rescate si, rescate no. Menudo problema.

Para hacerme una idea de la actualidad y escribir las menos tonterías posibles, leo la prensa, escucho la radio y observo la TV. El resultado es absolutamente desesperanzador. Si alguien pretende entender lo que ha sucedido esta última semana en base a lo que se publica o lo que el gobierno informa va listo. Mejor que se encomiende al Dr. Sano de Figueras, seguro que se acercará mucho más al núcleo cierto del asunto.

Pero en fin, las cosas están como están y de nada sirve lamentarse de que la información es poca, oscura y mediatizada. En todo caso sí hay algunas clarividencias que aparecen entre los resquicios de la oscuridad. Será porque esa luz todavía no ha sido capturada en alguno de los agujeros negros que cubren la parte o el casi todo de la crisis. Estas clarividencias son las que siguen:

Efectivamente se trata de un rescate, independientemente de que el término produzca sarpullidos en las pieles delicadas de los descendientes del gobierno del imperio. El país está siendo rescatado y no desde ahora sino desde hace ya muchos meses. Lo de ahora es, en esencia, un rescate al aire libre. Los instrumentos han ido variando, unos lo han sido con aportaciones financieras a los bancos directamente (créditos blanditos del Banco Central Europeo), compras de deuda pública, otros mediante exigencias de rigor mortis, perdón rigor presupuestario que permitan pagar los tipos de interés de alta especulación y las deudas públicas que antes fueron privadas. Por lo que no hay duda alguna que la economía española está siendo rescatada. En todo caso, falta saber si por la armada real o por la brigada corsaria. O, lo más seguro, por ambas a la vez.

Otra luz es que el sistema  que aparece en los medios es algo así como lo que sigue: la UE da crédito al Estado español para que este resuelva sus problemas con la banca interna. A ver si nos entendemos, se trata de un crédito, por lo que devenga intereses y obligación de devolución, todo ello a cargo ya del estado. Lo que este haga con sus bancos, todo y supervisado por los hombres de negro o los de la capucha, deviene en asunción de responsabilidades públicas. En síntesis: el estado español asumirá las deudas de sus bancos y con ellas los riesgos que comportan. Los líos en que se metan los chicos del gobierno solo a ellos atañen, si no molestan a Berlín.

Como no quiero ser agorero, de entrada la cosa tranquilizá un poco. Parece ser que nuestras cuentas de la caja de Parapanda están más seguras que ayer, e incluso ese fondo de pensiones que está perdiendo dinero tal vez se estabilice y algo quede para la residencia privada que nos espera. Pero ese alivio momentáneo no está solo. Le acompañan unas medidas que nadie cita, pero que alguien sabe y que los entrañables dirigentes de la UE, o sea, los alemanes de Merkel, apuntan a jubilaciones, pensiones y otros gastos suntuarios. Los próximos días van a ser interesantes puesto que todo lentamente va a saberse y contabilizarse.

Como las cosas no son de un solo color, me dicen que la gran banca, el trío de ases, que tienen, al parecer, resueltos los problemas están que trinan puesto que esperan que la supervisión tudesca les vaya a exigir lo que no exigen a la banca alemana o francesa. Bancas que tampoco están como para tirar del carro. Hay pues una guerra bancaria en la UE. Tan vez es la oportunidad para que la banca extranjera que no pudo hace unos años ocupar una parte del mercado español, con un fracaso de estrepitoso, se resarza ahora. Tal vez ahora pueda ser distinto e intenten inmovilizar a quienes aun tienen fuerzas de reserva. Tal vez.

A todo ello me hago la pregunta que viene en el título, ¿a quien deben los bancos españoles? Ya sabemos por qué deben: la especulación inmobiliaria, esos más de 300.000 millones de euros metidos en urbanizar las cretas de los montes Ibéricos, pero ¿quien les prestó todo ese dinero? Es decir, ¿quien compartió riesgos y estupidez con la banca española? No fueron los ahorros de los de dentro del estado federal. Los españoles no tenían ahorro suficiente para pagar el festival, se endeudaron con hipotecas que les concedieron alegremente y sin seguro. Por lo tanto, ese flujo de dinero prestado vino de fuera, esos que llaman mercados y en los que están los bancos alemanes, franceses, entidades financieras vinculadas a ellos  y otros varios.

El rescate bancario actual transformará esa deuda privada externa en deuda pública, sin pasar por las horcas caudinas de la suspensión de pagos, del quite de la deuda  y por todos los etcéteras que acompañan, en general, a los fracasos financieros o empresariales. Como les está pasando a esas familias que no pueden pagar la hipoteca y se quedan sin piso y con una carga financiera de regalo.

Esa pequeña luz que nos ilumina nos muestra el porque del extraño comportamiento alemán, de las exigencias brutales respecto a Grecia, por ejemplo, simplemente quiere cobrar y quiere cobrarlo todo. Sus bancos, sus grandes inversores arriesgaron y se metieron en negocios que no tenían garantía. Ahora todo el coste está pasando a manos de los estados. Por lo que estos tienen  que recortar para pagar intereses y principal.

Perdónenme si simplifico un tanto, pero entre la inmensa maraña de mala información me quedo, de momento, en lo de antes, en que todavía queda por ver mucho de lo que acompaña al rescate bancario y a un cierto respiro, provocado más que nada por la insoportable tensión de estas últimas semanas. Es como el descanso que le llega al que está pendiente de condena y finalmente se la comunican.

Lluis Casas, sacando humo por las orejas.



MENTALIDAD DE ESTADO MAYOR

Domingo 3 DE JUNIO, noche, sesión de TV. El paro en España. De pronto, después de entrevistas en la calle y en algunos despachos profesionales, aparece el Congreso de los Diputados y un despacho ocupado por dos miembros de la comisión parlamentaria ad hoc. Una del PP y la otra del PSOE, la presidenta y la vicepresidenta de la comisión. No es un debate, se trata de una conversación sobre el paro y la reforma laboral y los efectos entre el personal de a pié.

Hay miradas sorprendidas entre ellas y miradas al objetivo, parecen decir por lo bajo, ¿qué hacemos aquí bajo los focos, el micro y la cámara? ¿Por qué nos hemos metido en este lío? Una con el porte de la aristocracia dieciochesca, la otra con la inseguridad del recién llegado.

Las preguntas del periodista apuntan más a la humanidad que a la esgrima parlamentaria y a los argumentos de la ley de reforma laboral. Las respuestas de las ilustres no hacen ni caso al periodista, se enzarzan entre ellas en una pelea de falsedades, de incomprensión del problema, de alejamiento de lo que está viviendo el personal. El periodista les advierte de ello, intenta meterlas en la realidad, pero después rectifica y opta por dejar que se desnuden frente a la audiencia.

Así quedan, no solo desnudas de argumentos, de confianza, de conocimiento, sino que además quedan en simples marionetas que hablan con lengua ajena y repiten, cual loros amaestrados, lo que les han enseñado. Mostrando por lo tanto su incapacidad de pensar, de aprender, de escuchar y de ser individuos humanos. Pertenecen a una secta, es decir a dos sectas.

La cosa se tensa, las miradas entre ellas matan, mientes se dicen. El periodista les ofrece la última tabla de salvación, un parado reciente, de más de 50 años, les explica por teléfono que mientras era despedido (junto a otros muchos) pocos días después de la reforma laboral, por la puerta de atrás de la empresa entraban trabajadores de una ITT para substituirlos, sueldo más bajo, contrato basura, etc. La ley queda hecha trizas. Las diputadas sentenciadas. Las palabras inútiles. Todo queda dicho. Pero ellas no se dan cuenta.

No. Las diputadas no entienden, si es que han escuchado al testimonio, lo que este les ha explicado. No entienden que detrás de las leyes hay gente, posible sufrimiento, trampas, intereses monetarios, mentiras, errores. Lágrimas. Familias que ven el futuro más negro que el carbón. Las diputadas no ven eso, ven pugna parlamentaria de baja estofa. Ven argumentos de mal pagador, ven un futuro lejano resplandeciente para el que llegue. Hay que hacer duros esfuerzos, después, como el cielo, llegará el premio.

El periodista corta el programa sin decir nada. No hace falta. Brutal.

Hasta aquí la crónica, ahora la reflexión. Esas diputadas representan a una buena parte de la clase política del país. No a toda, aun quedan representantes con la inteligencia, el tacto y la capacidad emocional para enlazar con lo que ocurre en la calle a los ciudadanos. Pero no son muchos.

La mayoría pertenecen a los dos partidos que hegemonizan la política española desde siempre en la democracia. Y todos se comportan como miembros de un estado mayor que decide la vida o la muerte de sus tropas en función de objetivos que ninguno de los soldados comprende. Pero eso no es relevante para un estado mayor. Lo que cuenta es la posible victoria, si la hubiera, no el coste humano. En todo caso llegaran a sentir necesidad de hacer balance en recursos materiales, en pérdidas o ganancias territoriales, en avance o retroceso. Hacen las leyes en términos de estado mayor, alejados de lo que ocurre en la calle, en la fábrica, en la casa, en la escuela, en el hospital. Sin sentimientos. Solo con los grandes objetivos en mente y las grandes maniobras como instrumento.

No sirven para gobernar en democracia. Y no se han dado cuenta. Quedaran solos sin entender lo que ha sucedido mientras tanto.

El domingo pasado, el periodista Jordi Évole retrató la circunstancia. NO se si fue consciente de la enorme dureza exhibida, creo que si, de ahí su parcial retirada de la escena, el abandono de la tribuna para dejar a los actores totalmente solos.

Lluis Casas, lejos, muy lejos