Un asunto
de estas dimensiones es con absoluta certeza algo difícilmente explicable en
toda su complejidad o, tal vez, en su absoluta sencillez.
¿Se trata
de un simple robo de estado?, ¿se trata de una venganza anticolonial por mal
trato?, ¿es una enorme equivocación del gobierno argentino? ¿Chi lo sa?
Los métodos
analíticos, racionales ellos, probablemente no hagan más que enmarañar las
cosas. Con un simple vistazo a la prensa nos topamos con verdaderas virguerías
de rancio nacionalismo, informaciones económicas totalmente divergentes y
exabruptos de variada condición. Todo ello en boca de unos y de otros o de
otra, no lo olvidemos.
Para
simplificar las cosas y no caer en interpretaciones de mal manual leninista o
de … de registrador de la propiedad, despejemos algunas cosas:
La primera
es que no estamos frente a una medida que tienda expresamente a perjudicar a
los españoles. Es un asunto entre el estado argentino peronista “malgrélui” (vaya cosa) y una
empresa multinacional privada de raíz hispánica, una verdadera curiosidad de
coleccionista.
La segunda
es que tampoco es una medida que vaya a favorecer a los argentinos, o al menos
a la inmensa mayoría de ellos. Puesto que estamos en una pugna de poder
económico entre élites inversoras y cúpulas políticas cercanas a las
características de las mafias. No confundamos las excusas mitineras con las
razones de fondo. Casi nunca son lo mismo.
Tercero, es
evidente que la situación del gobierno español y el presunto estado al que
representa no están en las mejores condiciones de prestigio y de capacidad de
influencia para enfrentar con diligencia un asunto de estas dimensiones. Por
ello los pretendidos intereses empresariales de raíz hispánica no tienen el
soporte que en otros momentos podría ejercerse o que en otros países se efectúa
con precisión quirúrgica.
Cuarto, el
gobierno federal español ha dado tales muestras de incapacidad e incompetencia
internacional y ha evidenciado tal falta de información previa que él mismo se
pone a disposición del primer franco tirador disponible. La reacción
gubernamental española es el reflejo del pensamiento débil: esto a mí no me
va a pasar, por lo que
no tomo las decisiones afortunas, ni ejerzo las acciones evasivas necesarias
ANTES DE. Probablemente lo mismo sirve para REPSOL.
Quinto, del
mismo modo, el gobierno y el estado argentino han establecido una estrategia de
gran debilidad a medio plazo, a menos, claro está, que tengan ya un acuerdo
atado con inversores de gran dimensión para hacer lo que presuntamente quieren
que haga la nueva empresa nacional del petróleo. En ese caso, el gobierno
argentino simplemente cambia de socio y de proveedor de comisiones.
Sexto, la
distancia física entre Argentina y España es tanta que no es posible establecer
un frente y líneas de ataque y retirada; luego la única posibilidad es algún
tipo de acuerdo entre ambas, antes que se produzcan daños colaterales en otros
ámbitos que no sean la economía internacional y el juego de los grandes
inversores. Recordemos que ambos países comparten cómodamente, a pesar de los
calificativos de gallego o sudaca, un porcentaje de población mutuamente
emigrante muy relevante, tanto por el número como por la influencia. A ver
sino, ¿a quien le interesa que don Leo (o LIO) Messi o Di María se nos
ensimismen por el conflicto? ¿Los terapeutas que asisten a miles de españoles
afectados por los síndromes del recorten
se lanzarán a una guerra nacionalista y petrolera?
En fin,
reconociendo que cualquier país tiene derecho a controlar eficazmente las industrias
y los servicios que le son estratégicos, la energía lo es sin duda alguna, la
forma de cumplimentar tal mandato debe corresponderse realmente con el fin y
con las estrategias internacionales para no generar más males que beneficios.
Las formas tanto en la política interna, como en las relaciones exteriores son
algo más que un adorno y la peronista de turno es una hábil y poco escrupulosa
manipuladora de ellas frente al nacionalismo a flor de piel de una parte de su
electorado. Solo España es capaz de malvender una empresa ex pública
estratégica a una empresa pública estratégica del mismo sector pero propiedad
de un gobierno ajeno: Endesa, sin ir más lejos. Lo que fue entonces algo más
que un error por voluntad política no es el espejo al que mirarse en caso de
REPSOL.
De modo
que, esperemos como van a ir los procedimientos y las influencias y presiones
antes de declarar una guerra entre argentinos y españoles. Ni unos, ni otros se
lo merecen, ni tienen nada que ganar con ello. Son cosas de los poderes
oscuros, económicos, políticos y mafiosos.
¡Ah, por
cierto! Un recordatorio un tanto culto a la frase “estamos cambiando la
historia”, que ha servido de eslogan petrolero. La historia no se cambia, en
todo caso se reescribe; y el futuro, dios dirá, señora mía.
Lluis Casas
con una reserva de gasolina 95 octanos de REPSOL, para uso exclusivo del mechero.
Postdata
El gobierno
de derechas catalán se ha fotografiado en el más puro estilo franquista con la
autoridad eclesiástica católica en el núcleo arquitectónico del gobierno, el
Palau de la Generalitat
y en plena fiesta cultural de Sant Jordi (dejemos lo de patrón de Catalunya
para cuentos de niños). La cosa se ha alargado con una misa de cuerpo presente
de unos cuantos consellers y conselleres que obviaron que en el país hay muchas
religiones y muchas personas sin religión.
La
parafernalia católica nos recuerda a muchos las efemérides franquistas en las
que nadie sabía bien quién era quién: el palio al servicio del caudillo o el
caudillo protegido por el palio.
Supongo que
antes o después, el President habrá hecho confesión de pecados y fechorías, en
estos tiempos abundantes desde el punto de vista de los mandamientos de la ley
de dios, piedra fundamental de todo creyente católico. Les recuerdo que a la
misma hora la poli catalana echó de su casa a una familia pobre y aprovechó
para hacer ejercicios gimnásticos con las porras sobre las cabezas, troncos y
extremidades de los que pensaban en salvar a una sagrada familia como modo de
solidaridad cristiana y profana.
En fin, por
breve que no quede. Tanto la nota presente como la alianza católico
convergente. Por cierto, ¿Dónde está el fervoroso católico, de cintura para
arriba, Duran i Lleida?
Lluis Casas
revisando el Hermano Lobo de los setenta y sintiendo vergüenza catalanista
hasta la médula.