Si rebuscan en su filmoteca encontrarán un más que excelente film de don Clint Eastwood, el último de los clásicos de Hollywood, rodado en 1990. Me refiero al que, en una sorprendente narración auto fílmica, reproduce la aventura de la realización de “La reina de África” de John Huston (con los inmensos Katherine Hepburn, Humphrey Bogard y Robert Morley) en la estepa africana. El film de Eastwood nos cuenta la deriva de un megalómano Huston que logra crear una maravilla cinematográfica a costa incluso de la vida humana. Los indígenas del entorno terminan por calificar a Huston como ese cazador blanco que tiene un corazón negro. Un breve y efectivo resumen de un hombre.
Eso viene a cuento a resultas de la última ocurrencia borbónica, con caída en el Hotel africano en donde el guerrero reposaba para matar elefantes. Una torpeza más en una familia que había llegado a conseguir que nuestro añorado Manuel Vázquez Montalbán calificará a su líder como un gran profesional. El máximo elogio que conseguirá nunca un rey de un republicano honesto y sincero.
Esos tiempos ya pasaron, la maldición de los Borbones vuelve a la carga de forma furiosa. Una familia que ha tenido la torpeza, la crueldad, la ignorancia y la estupidez como buques insignia casi permanentemente (con alguna excepción, claro está). La de ahora parecía haberse auto excluido de su propia historia. Incluso se cuenta una anécdota sobre el actual rey, cuando afirmó que en los apuros pensaba qué hubiera hecho su abuelo, Alfonso XIII, para hacer justo lo contrario. Una forma ocurrente pero arriesgada de no equivocarse.
Quienes en razón a una incomprensible tradición secular, la herencia, tienen por vida la representación de un estado, han de responder como seres civilizados, con sabiduría y con enraizamiento en la sociedad a esa peculiaridad incomprensible. Cuando se sienten superiores, al margen de las normas de la vida, excluidos de los avatares de su propio entorno, entonces lo incomprensible se vuelve ejemplarmente imposible. En eso estamos.
Al artículo anterior que de manera pesimista titulé “La quiebra de la democracia española”, dejé al margen el detalle de la presidencia del estado. Un poco por la escasa importancia que un racionalista le da a las casualidades de la vida y otro poco por no pensar que ese estado en quiebra tiene como colofón una familia en plena crisis.
No estamos simplemente frente a un “annus horribilis”, al estilo Windsor. El asunto es mucho más feo, pues el buque hace aguas por muchos lados, incluso por el político con un gobierno del PP que acaricia desde hace tiempo una hipotética república de derechas.
El descrédito familiar es en estos momentos tan mayúsculo que el cambio constitucional ya no es una quimera de políticos casi marginales. Los Borbones se han situado de nuevo como una familia auto excluída del pueblo al que tienen el honor de servir sin necesidad de ser elegidos.
Me abstengo de enumerar las acciones y omisiones que en pocos meses esa familia ha conseguido reunir y que la declaran fehacientemente poco recomendable. Solo les citaré que un muchacho de 13 años, gravemente herido e ingresado en una clínica en donde le someten a diversas y reiteradas operaciones recibe la visita de su madre. Insisto, recibe la visita de su madre. ¿Se imaginan una frase así dicha entre las familias normales?
Dejo para otra ocasión, si la hubiera, el significado de la caza del elefante como forma de diversión y otros disparos que se hicieron en tiempos de antañazo.
Lluis Casas, repitiendo lo que dijo don Carlos Jiménez Villarejo el sábado pasado en
Radio Parapanda. http://lluiscasasx.wordpress.com/