domingo, 6 de febrero de 2011

ESQUIZOFRENIA





No se si les ocurrirá lo mismo, pero en estos momentos tengo dos personalidades, una animosa y dispuesta a ser exultante por lo que los pueblos norteafricanos están haciendo y, otra, más domestica, francamente depresiva.


La visión de un país de ochenta millones de personas que está cambiando de manos (proceso que será difícil y aún por decidir en cuestiones fundamentales) a través de la presión popular y en segunda edición si contamos la pequeña Túnez, es para frotarse los ojos. Me vienen a la memoria los debates sobre la revolución espontánea o no tan espontánea, que teníamos hace unos pocos lustros. Hoy estamos asistiendo a una sublevación popular en varias dictaduras de protectorado americano o europeo, con unas características ciertamente alejadas de las tradiciones revolucionarias basadas en la acción política clandestina y con organizaciones preparadas para ello. No es que haya un vació total, sino que es más radical aún, las organizaciones que podrían encabezar tal cambio han sido tomadas por sorpresa y han optado discretamente por el apoyo sin buscar la cabeza de la manifestación. Ahí hay un pueblo espontáneo y los mecanismos modernos de comunicación.


En fin, como el asunto está en plena ebullición y evolución, la alegría debe contenerse en espera de confirmaciones. Por lo pronto, no hay intromisión imperial, al contrario se producen recomendaciones de impulso democrático allí donde no hace mucho se hubiera implicado la CIA y los portaaviones. Veamos pues una novedad histórica.


Mi otra cara está formada por lo que nos ocurre aquí ahora mismo. El gran pacto, al que yo llamaría el mejor peor acuerdo posible. Ahí los sindicatos han jugado en terreno contrario y han sabido malignamente ganar tiempo. Si veinte años no son nada sentimentalmente hablando, son muchísimos desde el punto de vista político, social y económico. Tal vez los nuevos tiempos den oportunidades para recuperar lo perdido.


Debo reconocer que cuando uno firma un acuerdo mientras la primera parte te esta cortando un brazo es difícil de explicar la bondad de lo conseguido. Pero así es en este caso. Los sindicatos han evitado algo muchísimo peor. Algunas críticas apuntan a que era necesaria una confrontación total, huelga general, etc. Sin dejar de tener razón, el nivel de afiliación sindical y la capacidad actual de nuestros ciudadanos para la rebeldía democrática no creo que permita esas florituras. Más adelante ya veremos.


El acuerdo social está cojo, por descontado. A mi me faltan unos cuantos puntos fundamentales, el primero es la sujeción de la banca a los objetivos políticos, entre ellos la inexistencia de oligopolios de este carácter. Me falta también, una reforma fiscal que devuelva a nuestro sistema la justicia distributiva que nunca debiera haber perdido. Si los trabajadores ponemos encima de la mesa esos enormes sacrificios en términos de renta futura (las pensiones), el IRPF, el impuesto de sociedades, de patrimonio, de sucesiones y las SICAV deberían estar al mismo nivel.


Tal vez así el déficit no seria tal y la capacidad de enfrentar la crisis mejoraría substancialmente.


En fin, esperemos mientras los bancos se comen el bocado más apetitoso, las cajas. ¿Qué más querrán?


Lluis Casas en el terapeuta