Mientras nuestro ilustre editor marcha al sur en busca de motivos vivenciales, cosa que enardecidamente envidiamos, los que quedamos en casa asistimos a lamentables acontecimientos sociales que nos retrotraen a decenios, o incluso a siglos, pasados.
Una catedral en pleno siglo XXI merece como mínimo una licencia de obras otorgada por el excelentísimo ayuntamiento de la localidad. Es lo mínimo para unas obras que duran más de un siglo y que esperan permanecer en activo otros treinta años. Treinta años necesarios para desalojar de sus hogares a cientos de familias que ocupan legalmente su vivienda pero que molestan el desarrollo catedralicio. Ni los faraones hacían lo mismo. Pero, claro está. ellos creían en el sol. En fin, prueben ustedes a hacerse por la cara un chalet en la Plaza Catalunya y verán que les dice la guardia urbana.
Desde hace unas semanas, el diario Público ha tenido una excelente ocurrencia, la publicación en DVD de una serie mítica de los años ochenta, Cosmos, del eminente científico y divulgador Carl Sagan, prematuramente fallecido.
Todo y el tiempo pasado, el contenido y en muy buena parte el continente de la serie son perfectamente actuales y con mucho futuro a la vista de la invariable opinión de la iglesia en tantos temas de completo contenido científico o técnico. De todos es sabido que la iglesia (ojo no los creyentes racionales) llega siempre tarde a la evolución y cuando llega lo hace a caballo de cadáveres de quienes anticiparon la circulación de la sangre, de la centralidad solar, de la genética, de la evolución y del condón.
Si tienen la oportunidad para verla de nuevo o de verla simplemente porque no la vieron en su momento, háganlo. Su espíritu humano se lo agradecerá y mejorará su entendimiento de las cosas. Incluso de los milagros.
El título de la obra, Cosmos, parece apuntar a más allá de las estrellas. Eso es solo parcialmente cierto, trata de la creación del universo, de la evolución, de la historia, de la política desde la perspectiva de la ciencia y del método científico. Las estrellas están muy presentes, como hacedoras que son de la química y de los componentes materiales, pero el discurso de fondo atañe tanto a las estrellas como a la humanidad.
En uno de los capítulos, Carl Sagan explica la evolución del cerebro humano y detalla las fases del desarrollo cerebral a medida que la evolución se auto impulsa hacia lo humano. Como de una parte fundamental trata el núcleo cerebral, coincidente con el cerebro del cocodrilo, situado muy en el interior, es decir, muy al inicio del cerebro actual. Hay en nosotros, pues, un núcleo fundacional que proviene directamente del cocodrilo o de la especie de reptil que hace muchos millones de años nos precedió. Ese núcleo fundamental es el responsable de una parte de nuestras actitudes, principalmente las relacionadas con la agresión, el miedo y otros factores atávicos iniciáticos.
A medida que la evolución actúa, el cerebro original se recubre de nuevas capas que proporcionan la base evolutiva de lo humano, hasta llegar al conocimiento, a la imaginación, al amor, a la solidaridad y a todas aquellas virtudes que certifican la humanidad como la música y las matemáticas.
Esto, harto conocido, es una reflexión que debería permanecer en actitud de vigilia permanente en nosotros, puesto que en innumerables ocasiones el cocodrilo que llevamos dentro aflora con toda su fuerza. Lo humano que lo envuelve se encarga casi siempre de reelaborar la respuesta y situarla lejos de la selva o del río y acercarla a lo que ya somos. Casi siempre.
De hecho, se da el curioso fenómeno que en muchos humanos individuales y en grupos de ellos, prima el cocodrilo sobre el simio o sobre lo directamente humano. La agresión, la ambición sobre toda medida, etc. son sus guías conductuales. Es la norma diaria y permanente de los banqueros que nos han lanzado a la crisis y que ahora se permiten el lujo de cobrar por ello. Y no solamente de ellos.
En el mundo de la política, el cocodrilo actúa con tanta desfachatez como se pueda. Ahí tienen al cocodrilo del PP de Badalona para no ir mucho más lejos. Sabido es que el cocodrilo no siente ni lástima ni perdón. Solo presiente victimas y carnaza. Actitud muy en boga entre las tropas que se niega su propia humanidad. No solo en el PP los cocodrilos hacen furor. En CIU mismamente, la carnaza gubernamental está provocando verdaderas crisis nerviosas. A la vista del alimento gubernamental nada frena las mentiras, ni los engaños.
Les recomiendo leer la presa y atender al televisor a la luz de ese comportamiento surgido de nosotros mismos cuando éramos cocodrilos. Es interesante y divertido. Ninguna de las dos actitudes, lo interesante y lo divertido, alcanza al saber del cocodrilo. No se fíen.
Lluis Casas zoólogo