Por motivos intensamente gripales y debido, también, al contencioso electoral, la semana pasada me auto prescribí una ausencia en este blog de referencia.
El primer motivo no requiere explicación, no así el segundo que aparentemente requiere más comentarios e incluso abluciones en todos los blogs del mundo. Pero ¡ay! El ánimo en esta campaña tan triste no es el que era y, viendo ayer el debate, aun me siento peor.
No crean que eso afecte al voto. ¡Qué va! El voto…, ni tocarlo. Soy apasionado partidario del eslogan que Joan Fuster, un eminente y malogrado valenciano que esgrimía frente a los dudosos: “Si no fas política, te la fan”. Por tanto siempre he votado y así seguiré fiel, hasta que la muerte nos separe.
Nunca he entendido la pereza inmensa de los ciudadanos frente al voto. Es una pereza ideológica, es una pereza ciudadana que los degrada y envilece. Algunos argumentan arteramente que la política no les interesa, que el mundo de los políticos no es para ellos, que los políticos no hacen nada, etc. etc.
Nada de lo que así dicen tiene más significado que la renuncia a ser ciudadano, a compartir derechos y obligaciones, de abandonar el ser elemento activo y consciente. Es una reacción infantil frente a la pereza primero a pensar y después a actuar.
No van a votar (exceptúo a los anarquistas) porque no quieren levantarse del sofá. Un sofá tan real como imaginario.
Los debates, los estudios en torno a esa huida de la política de una parte de la ciudadanía inciden en que los culpables, quien no vota, quien no expresa opinión, quien no se esfuerza por influir en el mundo, se sienten traicionados y por lo tanto abandonan el campo al enemigo. Pero son ellos, en realidad, los verdaderos culpables de que alguna política, algunos políticos los abandonen. Como no están en el terreno de juego, para qué tenerlos en cuenta.
De ese modo las derechas de todo signo conducen el mundo, con la abstención de una parte de la ciudadanía que si votara lo haría a la izquierda. Esta tiene votos inconstantes, la derecha intereses permanentes y fondos disponibles.
Consideren, pues, esto un alegato hacia el voto. El voto es la expresión de un ciudadano, incluso cuando este debe hacer un esfuerzo y votar no a quien le reconforta totalmente, pues este no existe nunca, sino a quien se le aproxima o a quien es honesto, o a quien tiene en cuenta a la mayoría y no a las constructoras de derribos. En Catalunya tenemos la enorme ventaja que las opciones de voto son diversas, el abanico electoral es flexible y permite situarse con mayor comodidad que en el entorno inmediato.
Esto va por los ciudadanos, por los sindicatos, por las entidades preocupadas por el planeta, por las que son conscientes de la pobreza y por un larguisimo etcétera.
Lluis Casas en campaña
El primer motivo no requiere explicación, no así el segundo que aparentemente requiere más comentarios e incluso abluciones en todos los blogs del mundo. Pero ¡ay! El ánimo en esta campaña tan triste no es el que era y, viendo ayer el debate, aun me siento peor.
No crean que eso afecte al voto. ¡Qué va! El voto…, ni tocarlo. Soy apasionado partidario del eslogan que Joan Fuster, un eminente y malogrado valenciano que esgrimía frente a los dudosos: “Si no fas política, te la fan”. Por tanto siempre he votado y así seguiré fiel, hasta que la muerte nos separe.
Nunca he entendido la pereza inmensa de los ciudadanos frente al voto. Es una pereza ideológica, es una pereza ciudadana que los degrada y envilece. Algunos argumentan arteramente que la política no les interesa, que el mundo de los políticos no es para ellos, que los políticos no hacen nada, etc. etc.
Nada de lo que así dicen tiene más significado que la renuncia a ser ciudadano, a compartir derechos y obligaciones, de abandonar el ser elemento activo y consciente. Es una reacción infantil frente a la pereza primero a pensar y después a actuar.
No van a votar (exceptúo a los anarquistas) porque no quieren levantarse del sofá. Un sofá tan real como imaginario.
Los debates, los estudios en torno a esa huida de la política de una parte de la ciudadanía inciden en que los culpables, quien no vota, quien no expresa opinión, quien no se esfuerza por influir en el mundo, se sienten traicionados y por lo tanto abandonan el campo al enemigo. Pero son ellos, en realidad, los verdaderos culpables de que alguna política, algunos políticos los abandonen. Como no están en el terreno de juego, para qué tenerlos en cuenta.
De ese modo las derechas de todo signo conducen el mundo, con la abstención de una parte de la ciudadanía que si votara lo haría a la izquierda. Esta tiene votos inconstantes, la derecha intereses permanentes y fondos disponibles.
Consideren, pues, esto un alegato hacia el voto. El voto es la expresión de un ciudadano, incluso cuando este debe hacer un esfuerzo y votar no a quien le reconforta totalmente, pues este no existe nunca, sino a quien se le aproxima o a quien es honesto, o a quien tiene en cuenta a la mayoría y no a las constructoras de derribos. En Catalunya tenemos la enorme ventaja que las opciones de voto son diversas, el abanico electoral es flexible y permite situarse con mayor comodidad que en el entorno inmediato.
Esto va por los ciudadanos, por los sindicatos, por las entidades preocupadas por el planeta, por las que son conscientes de la pobreza y por un larguisimo etcétera.
Lluis Casas en campaña