Utilizo el título de un conocido (y excelente) film para tratar de explicar este último y complejo fin de semana (en catalán: cap de setmana, una contradicción con el hábito al trabajo de la gente del lugar, puesto que lingüísticamente en Catalunya empezamos la semana haciendo fiesta).
Unas elecciones son unas elecciones y al final de todo hay en la viña del señor. Sorpresas y constataciones, todo ello a la vez. Mi pronóstico era mucho más exagerado que el resultado final, por lo que mi sorpresa y mi constatación no coincidieron con la general impresión. Yo daba por hecha una mayoría absoluta del centro liberal. Está todo dicho. A partir de ahora infinidad de análisis y otras hierbas llenarán por unos días periódicos, medios digitales, etc. Fase inevitable del periodo post electoral. Pero la realidad social y política es muy compleja, de ahí los resultados sorprendentes en ocasiones y en otras difícilmente explicables y la de ahora tiene más recovecos que un mueble rococó.
Aquí en Catalunya, la izquierda ha entonado un largo adiós al poder a partir del segundo acuerdo de gobierno. Las causas son múltiples y muchas de ellas perfectamente evitables, una la falta de relato en el que enmarcar una acción de gobierno brillante en realizaciones. La comunicación entre gobierno y ciudadanía ha fallado, así como la comunicación, mucho más sutil, entre President y ciudadano concreto. El President no ha podido o no ha sabido romper esa barrera que su carácter establece con el otro. Y el otro espera de un President orientaciones, consejos, plan de ruta, reconocimientos y mil vínculos que el poder debe establecer con los de a pie o en coche.
La prensa, dentro de ese marco comunicativo, ha elevado a la enésima potencia los desacuerdos entre los socios del govern. Desacuerdos que a menudo no eran más que el proceso de síntesis de decisiones y en otras pocas distanciamientos de consideración. La prensa no recuerda la guerra civil entre Mas y Duran, ni los líos de faltas que Convergencia y Unió han tenido. Hicieron en su momento tanto ruido como el que ahora han atribuido al gobierno cesante.
El ruido no tiene por qué ser mala cosa, es reflejo de algo elemental, que las personas y las organizaciones tienen puntos de vista distintos y que se necesita debate y, a veces, un cierto ruido para alcanzar acuerdos. La falta de ruido es, para mi, mucho más preocupante. El silencio corresponde a la acción de los lobbistas, a las llamadas de las grandes empresas, a las indicaciones discretas de la banca.
El inmenso mapa de realizaciones de estos últimos siete años hace mucho para clarificar qué era ruido y qué era acción resuelta. Pero claro, eso a nadie del mundo de la comunicación le parece importante si en medio hay un rifirrafe que publicar.
El segundo factor para la pérdida de las elecciones ha sido la falta de reacción política al ambiente que se ha ido creando y eso, señores y señoras, el que suscribe no tiene explicación. Todos los líderes del gobierno saliente son duchos en elecciones y en caldos de cultivo. Su ignorancia o su inacción frente a lo que se estaba formando ha resultado incomprensible.
A partir de ahí, podría citar que si el Estatuto, que si la sentencia, que si la crisis. Y todo será verdad. Pero, para mi, los factores claves han sido los primeros, la incapacidad, la incomprensión frente al mundo de la comunicación en esta fase de evolución en la cual la verdad siempre brilla por su ausencia y lo publicado corresponde a lo que ha decidido el director o el propietario o lo que parece espectacular, aunque sea pura filfa política, social o económica.
Hay por ahí un video que circula por Internet en el que un HOMBRE expone su circunstancia vital, desahucio, paro, etc. Y explica con inmensa claridad como la prensa silencia su dolor, tal vez por que es ejemplo de lo que les ocurre a muchos o porque, tal vez, ha recibido consejos o aclaraciones del banco más próximo. Y no exagero.
En fin, los resultados cantan: Catalunya da unos pasos más que peligrosos hacia la derecha, hacia la extrema derecha, hacia el racismo, hacia el españolismo rancio y, tal vez, hacia una deriva verbal independentista que, todos ellos, resultan un cóctel explosivo.
La izquierda socialista entra de lleno en un terreno minado sin la más mínima protección, ni ruta. Y el socialismo verde aguanta perplejo cómo su compañero de viaje ha lanzado por la ventana el agua y el niño.
El futuro no existe, seis meses elecciones locales, después ocho meses, si aguanta, elecciones generales. En ambos casos, los resultados predecibles hoy dan pavor.
Lluis Casas, sin decir gran cosa lamentablemente
Unas elecciones son unas elecciones y al final de todo hay en la viña del señor. Sorpresas y constataciones, todo ello a la vez. Mi pronóstico era mucho más exagerado que el resultado final, por lo que mi sorpresa y mi constatación no coincidieron con la general impresión. Yo daba por hecha una mayoría absoluta del centro liberal. Está todo dicho. A partir de ahora infinidad de análisis y otras hierbas llenarán por unos días periódicos, medios digitales, etc. Fase inevitable del periodo post electoral. Pero la realidad social y política es muy compleja, de ahí los resultados sorprendentes en ocasiones y en otras difícilmente explicables y la de ahora tiene más recovecos que un mueble rococó.
Aquí en Catalunya, la izquierda ha entonado un largo adiós al poder a partir del segundo acuerdo de gobierno. Las causas son múltiples y muchas de ellas perfectamente evitables, una la falta de relato en el que enmarcar una acción de gobierno brillante en realizaciones. La comunicación entre gobierno y ciudadanía ha fallado, así como la comunicación, mucho más sutil, entre President y ciudadano concreto. El President no ha podido o no ha sabido romper esa barrera que su carácter establece con el otro. Y el otro espera de un President orientaciones, consejos, plan de ruta, reconocimientos y mil vínculos que el poder debe establecer con los de a pie o en coche.
La prensa, dentro de ese marco comunicativo, ha elevado a la enésima potencia los desacuerdos entre los socios del govern. Desacuerdos que a menudo no eran más que el proceso de síntesis de decisiones y en otras pocas distanciamientos de consideración. La prensa no recuerda la guerra civil entre Mas y Duran, ni los líos de faltas que Convergencia y Unió han tenido. Hicieron en su momento tanto ruido como el que ahora han atribuido al gobierno cesante.
El ruido no tiene por qué ser mala cosa, es reflejo de algo elemental, que las personas y las organizaciones tienen puntos de vista distintos y que se necesita debate y, a veces, un cierto ruido para alcanzar acuerdos. La falta de ruido es, para mi, mucho más preocupante. El silencio corresponde a la acción de los lobbistas, a las llamadas de las grandes empresas, a las indicaciones discretas de la banca.
El inmenso mapa de realizaciones de estos últimos siete años hace mucho para clarificar qué era ruido y qué era acción resuelta. Pero claro, eso a nadie del mundo de la comunicación le parece importante si en medio hay un rifirrafe que publicar.
El segundo factor para la pérdida de las elecciones ha sido la falta de reacción política al ambiente que se ha ido creando y eso, señores y señoras, el que suscribe no tiene explicación. Todos los líderes del gobierno saliente son duchos en elecciones y en caldos de cultivo. Su ignorancia o su inacción frente a lo que se estaba formando ha resultado incomprensible.
A partir de ahí, podría citar que si el Estatuto, que si la sentencia, que si la crisis. Y todo será verdad. Pero, para mi, los factores claves han sido los primeros, la incapacidad, la incomprensión frente al mundo de la comunicación en esta fase de evolución en la cual la verdad siempre brilla por su ausencia y lo publicado corresponde a lo que ha decidido el director o el propietario o lo que parece espectacular, aunque sea pura filfa política, social o económica.
Hay por ahí un video que circula por Internet en el que un HOMBRE expone su circunstancia vital, desahucio, paro, etc. Y explica con inmensa claridad como la prensa silencia su dolor, tal vez por que es ejemplo de lo que les ocurre a muchos o porque, tal vez, ha recibido consejos o aclaraciones del banco más próximo. Y no exagero.
En fin, los resultados cantan: Catalunya da unos pasos más que peligrosos hacia la derecha, hacia la extrema derecha, hacia el racismo, hacia el españolismo rancio y, tal vez, hacia una deriva verbal independentista que, todos ellos, resultan un cóctel explosivo.
La izquierda socialista entra de lleno en un terreno minado sin la más mínima protección, ni ruta. Y el socialismo verde aguanta perplejo cómo su compañero de viaje ha lanzado por la ventana el agua y el niño.
El futuro no existe, seis meses elecciones locales, después ocho meses, si aguanta, elecciones generales. En ambos casos, los resultados predecibles hoy dan pavor.
Lluis Casas, sin decir gran cosa lamentablemente